Con la luna de testigo.

Sobre la espesura del tranquilo lago, en aquella noche pausada, el reflejo de la luna se vislumbraba, con el cantar de los grillos de fondo y los sonidos de la noche acechando en aquella oscuridad, tan sólo alumbrada por aquella hermosa circunferencia blanca.

La luna esperó paciente, pues como cada 28 días, podía ver la belleza de lo que escondía aquel pelaje, de lo que aquel blanco ave escondía del mundo, a aquella hermosa mujer de la que se había enamorado.

Aquel bello cisne se estaba retrasando, y eso era algo inusual en él.

Bajó la vista tan pronto como se percató de que había algo que estaba alterando la superficie del río, admirando como un joven cisne nadaba hacia donde la circunferencia reflejada se encontraba.

El bello cisne levantó las alas, y el cuello hacia atrás, dirigiendo la mirada hacia aquel que quería vislumbrar, admirando entonces, como el resplandor incidía sobre ella, y su cuerpo se iba transformando en aquello que solía esconder, despacio, haciendo que la luna pudiese deleitarse con aquella hermosa mujer a la que había estado esperando.

CAPÍTULO 1 – UN PASO ADELANTE.

El tiempo había pasado demasiado deprisa, el invierno había llegado antes de que me diese cuenta de ello. Era la primera nevada de la temporada, y miraba hacia el cielo, junto a los rascacielos de Nueva York, con mis gafas de sol, sintiendo como mi corto cabello se echaba hacia atrás, sobre mi nueva chupa de cuero.

Las cosas habían cambiado demasiado en los últimos meses, para empezar ya no vivía en la urbanización junto a David, lo cierto era que David y yo ya no estábamos juntos y ni siquiera me importaba donde se encontraba él en aquel momento. Vivía en aquella bella ciudad de nuevo, viviendo mi vida a mi manera.

Sabía que mis amigos estaban preocupados por mí, pues me llamaban cada día, intentando adivinar donde me encontraba, pero yo nunca descolgaba el teléfono, me daba demasiado miedo volver a saber de él, volver a derrumbarme.

Sólo había una persona que sabía de mi paradero, y esa era Carly, mi mejor amiga. Venía a visitarme a menudo, con la excusa de ir a visitar a sus padres, en la ciudad. Y siempre parecía preocupada por el rumbo que estaba tomando mi vida, yo misma estaba preocupada, no por el mismo motivo que ella, pero aún tenía muchas cosas que me preocupaban. Para empezar, me preocupaba el hecho de que trabajar en lo que me llenaba en el pasado, no lo hiciese en aquel momento. Pero parecía que después de haber conocido lo que era trabajar con él, ya nada parecía tener sentido, ni siquiera trabajar como bailarina.

Aún así intentaba que no se me notase en lo absoluto, era realmente feliz viviendo allí, entre gente que no me conocía en lo absoluto, que no estuviesen preguntándome por David o por Jaume a cada instante.

Aquel día estaba especialmente ilusionada, pues había venido al centro de la ciudad, a presentar mis bocetos en un concurso. Tan sólo eran garabatos sin sentidos, sobre un papel, pero Carly me había insistido demasiado en que debía presentarlos al mundo, quizás a alguien le pareciesen tan magníficos como a ella.

• Siento llegar tarde – comenzó una voz junto a mí, haciendo que dejase de mirar al cielo y volviese la vista hacia el lado, donde aquel joven se encontraba. Era mi socio en aquella locura, el único que había encontrado dispuesto a apoyar mis diseños. – he traído el caballo de madera que hicimos ayer. – señaló, mientras subía la bolsa que llevaba sobre su mano izquierda.
• Vamos – le animé, mientras me encaminaba hacia la entrada, y admiraba como mi socio me seguía.