— Escucha, amigo. ¿Estás mejor cierto? Es decir, te sientes en condiciones de pelear. — Leo evalúa a James.
— Si, algo así. De verdad siempre me quejaba de que sanaban mis heridas, pero lo cierto es que ojalá todos sanáramos así de rápido en cuanto a nuestro cuerpo.
— Si, a veces es una ventaja, entonces exactamente es eso lo que quiero aprovechar.
— ¿Quieres volver? Arremeter contra mi hermano, Mau y contra Darryl creo que es un poco difícil porque nos ganan en número.
— Si, tienes razón. Pero no están en sus mejores condiciones para pelear, con lo de anoche seguramente apenas están empezando sus magullones. Tú, por otro lado, estás mucho más apto que ellos, podríamos ganar.
— La verdad es que no me convence mucho la idea, es una pelea donde no tenemos certeza de ganar a pesar de qu
El Sargento Román Palacios se subía a su tanqueta y dentro de ella se sentía como estar sentado en un trono, lo hacía sentir grandioso, poderoso e indetenible. Simplemente creía que era todopoderoso con la potencia que se le había otorgado, tenía en mente que de no ser por la situación tan peligroso a la que se enfrentaban no se le habría presentado la oportunidad de estar al mando de tal fuerza. Es por ello que iba a aprovechar hasta el último recurso disponible para asegurar su ascenso a la gloria.— ¡Arranquemos! Tenemos una gran batalla que librar, pero no tenemos tiempo que perder. Por lo tanto, doy inicio oficialmente a la operación Aullido. Todos nosotros estamos destinados a la victoria, todos tenemos en nuestro corazón la valentía necesaria para luchar este día y todos nosotros seremos los autores del limpio amanecer de mañana. — El Sargento Rom&
El sudor corría por el rostro de los soldados y se desplazaba por los bordes de sus labios y su nariz hasta caer en caída libre directamente al suelo, todos aquellos soldados con sus armas apuntando a algo que ni si quiera sabían que era, apuntando al edificio, específicamente a sus puertas y ventanas con la desesperante idea de que iba a salir un monstruo hambriento de carne humana a destrozar sus cuerpos.Jamás habían tenido una misión de esta talla o mejor dicho con esta etiqueta paranormal, habían sido entrenado para disparar a blancos y evitar ser heridos por balas en el campo de batalla, sin embargo, aquí tenían que cuidarse de afilados dientes y penetrantes garras.El alrededor de había vuelto invisible para ellos, solamente importaba lo que estaban por enfrentar, su concentración plena se fijaba en la hora de supervivencia que acababa de conversar.Los soldados dentro no
Las balas cruzaban la habitación a la vez que el sonido del estallido ensordecía a todos dentro, felizmente Román disparaba con su escopeta ronda por ronda como un juego de tiro al plato.Darryl arqueaba su espalda expandiendo su pecho sintiendo la apertura de su piel sucumbiendo ante los continuos proyectiles atravesando su carne abriéndose paso hasta su interior.Los flashes de las armas iluminaban el cuarto como fotografías en cada segundo, el soldado desangrándose dejaba caer sus hombros indicando que se habían acabado sus fuerzas al quedar sin vida.Darryl se voltea hacia sus atacantes y apenas trata de rugir las balas rompen sus dientes y abren su nariz, está desesperado, cuatro soldados disparándole con rifles automáticos y el Sargento Román gastándole cartuchos en su cuerpo los golpeaban con fuerza empujándolo hacia atrás.— ¡¿Ya se
— Vamos a seguirlos un poco, veamos qué es lo que trama este ejército. — Leo daba como idea.— Esta bien, es eso lo que haremos, pero tenemos que tener muchísimo cuidado. — James aceptaba.— Esa tanqueta se ve muy intimidante, debe pesar toneladas y con esa ametralladora montada muy capaz puede llegar a disparar una cantidad de balas impresionante. Dentro tendrán un cajón con una correa de balas para no tener que recargar.— Si, da la impresión de que se enfrentan a miles de soldados.— Pero la verdad es que están cazándonos, definitivamente nos quieren muertos, no quieren capturarnos o si no al menos traerían una jaula como la de los leones en el zoológico.— Simplemente saben que no es posible encerrarnos en una jaula, por más fuerte que sea el hierro siempre estará la posibilidad de que doblemos los barrotes o rompa
El tiempo parecía haberse pausado un momento, el espacio intacto y a la vez inmóvil se detenía dejando en una especie de juego de ajedrez letal al Sargento General Román Palacios contra Darryl. Lastimosamente era la escena en la que uno de los dos saldría de pie mientras que el otro con suerte aun respirando. Era imposible que los dos pudieran salir ilesos o que algo los interrumpiera, se veían y sus miradas chocaban con furia, Román apretaba sus puños lentamente y Darryl expandía sus garras.— Sin tu escopeta no eres nadie, es lo gracioso de los humanos, acostumbrar a pelear a la mayor distancia posible, pero es porque sufren de miedo mientras que yo me alimento de él. — Darryl comenzaba a recobrar aliento.— ¿Quién dice que perdí mi escopeta? — El Sargento Román Palacios se inclina rápidamente impulsándose y corriendo en direcci&oacu
Increíblemente tenso era el magnetismo del ambiente, generalmente todos tenían los vellos de sus brazos erizados. Sin excepción alguna, inclusive James y Leo tenían esa extraña sensación de la boca seca mientras resonaba un disparo tras otro. Ni si quiera un ave se posaba en las cercanías, sobre todo los escopetazos intercalados que podían hacerte imaginar el peor de los combates. — Rayos… Se están matando allí dentro. — Leo comenta. — Si, pero no podemos acercarnos más. Siguen muchos soldados afuera que están muy alertas de cualquier movimiento, más bien tenemos suerte de que no han sospechado de nosotros aunque algunas lanzan muchas miradas hacia atrás, aparentemente no quieres participar. — Ese sargento entró, si lo matan allí dentro ten la seguridad de que el resto de los soldados se marchará. No van a quedarse solo para perder sus vidas, en este momento sin alguien que los dirija y cada vez más en minoría no mantendrán por mucho tiempo su posició
— Vamos, Sargento. Usted es el victorioso, ha matado a la bestia y ahora se merece un descanso. — El soldado ayudaba al Sargento General Román Palacios le felicitaba.— “Es un héroe. ¡Así se hace! Usted merece respeto. Sabía que podía matarlo. Larga vida al Sargento Román. Con la mayor fuerza y astucia se consigue lo imposible.” — Eran algunos de los halagos que recibía Román mientras salía del santuario.El Sargento Román se sentía inmerso en la grandeza, ni si quiera le prestaba atención al dolor sino más bien se centraba en la sensación de estar caminando por la alfombra roja después de haber ganado un premio. Finalmente tenía la dicha de poder decir que había matado a un hombre-lobo, no solo lo había asesinado, sino que además lo había hecho con una daga estando cuerpo a cuerpo.
El campo estaba preparado para cualquier intruso, solo una pequeña bandera roja clavad en el suelo a los alrededores del campamento limitaba el área indicando que a partir de allí estaba prohibido caminar.Solo quedaba una cosa por hacer y era esperar, todos los soldados estaban recogiendo sus cosas y por lo rápido que se estaba oscureciendo no tenían más tiempo de más cosas, una pequeña fogata estaba siendo apagada señalando que era la hora de dormir.Aunque los escalofriantes ruidos del Bosque Negro por la noche no dejaban descansar del todo, habían soldados que ni si quiera podían mantener sus parpados cerrados, sabían que estaban en la zona roja, el lugar más peligroso en el que se les hubiese ocurrido descansar.Pero todo quedaba en manos del Sargento Román y su estrategia para tender una trampa al resto de los licántropos, esa fue la noche en que m&aacu