— Cuéntame, amigo. ¿Se te ocurre algo para contener a tu gran bestia dentro de ti? Tenemos que pensar rápido y actuar enseguida. Anochecerá y créeme que no quiero estar muy cerca cuando eso pase. — Leo tenía un ligero toque de broma.

— Vale, estaba pensando que esta vez podríamos encadenarme. De manera que casi ni pueda moverme, con la intención de que pase toda la noche sin si quiera poderme rascar la oreja con la pata. ¿Es buena idea?

— Si, pero para eso necesitamos un par de cadenas largar y muy gruesa, que podamos darte un par de vueltas y asegúrate con varios candados. Echaste mi puerta abajo y esta vez quiero irme por algo un poco más seguro.

— Excelente, ¿Dónde podríamos conseguirlas ahora mismo? — James pregunta emocionado de que esta vez tenía la esperanza de que funcionara.

— Es un poco extraño ¿no? Querer apresarte a ti mismo porque sabes que no podrás controlarte.

— Si, Leo. Exactamente así se siente… Sé que Dios nos escucha quizás