La carta había llegado a sus manos gracias a un hombre bien arreglado, el traje color blanco y un broche de tulipán adornando el cuello de la camisa de vestir, los zapatos negros relucientes y el pantalón pulcramente planchado, destacaban en el lugar tan casual que se encontraba comiendo con sus acompañantes de trabajo.
De alguna forma, David Alberto no pudo verlo a los ojos, ni otra característica que no fuera la vestimenta. Tal vez el temor de ser descubierto, como el de un niño a punto de hacer una travesura, o porque le recordó un poco a su padre.
— Buenas tardes —saludó el hombre, interrumpiendo sin preocupación alguna.
— Buenas...
A pesar de tenerlo frente de ella, luciendo todo tranquilo mientras come el desayuno que le preparó, no puede quitarse esa sensación de lejanía. ¿Por qué? Duda mucho que se haya molestado porque salieron sin él hace dos noches, pero ¿pudo haber contribuido en algo?La nota en el refrigerador no estaba en donde ellos la dejaron, eso calma un poco su nerviosismo, pero se seguía preguntando en dónde estaba su joven Imre.Cuando llegaron, lo primero que hizo fue revisar la oficina, en donde se encontró un escritorio limpio y vacío, al igual que el sofá y la silla. Frunció el ceño, ¿acaso se había ido a dormir a la cama? Con aquella pregunta en mente, fue a ver en el dormitorio y se encontró con la misma imagen
— ¡¡Eres una mierda!! —grita David Alberto, señalando al hermano de Begum, quien alza como bandera una toalla blanca— ¡Deja eso en donde estaba!— No necesitan tantas toallas —señala Yaro, acercándose a la salida— y yo no pienso compartir con Abraham.— Te aseguro que su idiotismo no es contagioso.— No me pienso arriesgar.Begum suelta suspiro cansado, es obvio que esa riña iba a seguir más tiempo. No entiende por qué su hermano y su Imre se llevan tan mal, ¿era alguna clase de normativa entre hombres o se debía por ser de la misma edad? Para ella, lucen como dos perros ladrando de casa en casa, pero al estar enfr
Frente al teatro, David Alberto observa sin ánimo la entrada del lugar, pues a pesar de lucir un increíble diseño e impresionantes puertas, el saber lo que ocurre ahí dentro le repele totalmente. Baja la mirada a su reloj de muñeca, ya era hora de entrar y dentro de poco iban a comenzar los vergonzosos procesos de aceptación. Sólo espera no encontrarse con Daddy.Mete sus manos a los bolsillos de su pantalón y cierra los ojos, respirando por su cuenta para controlar los acelerados latidos de su corazón y así evitar que le de un ataque de pánico, aunque las probabilidades de que eso pase son mínimas; el medicamento más recuerdos frescos de Begum le mantendrán a raya.Definitivamente iba a lograrlo; entraría ahí y salvarí
El silencio que reina en el lugar es tal que David Alberto puede escuchar sus propios latidos e incluso la respiración acelerada de Abraham, lo cual entiende perfectamente porque está seguro que su mejor amigo ha identificado fácilmente quien es la que yace en el escenario con banderillas clavadas en la espalda, como si de un toro en la final de una corrida se tratara.Las palabras que le ha dado no han sido al azar, pero tampoco están en un lugar donde claramente les dijeron que guardaran silencio; no quiere saber qué pasa si no hacen caso.David Alberto recuerda el día de la graduación de preparatoria y lo bien que se la pasó con sus amigos y compañeros de clase, también lo mucho que se rio cuando lo escogieron como rey del baile. Sabía que era popular, pero
Begum pasea nerviosamente por toda la habitación del hotel, apenas han pasado quince minutos desde que David Alberto se fue y ella no puede ni tomar asiento, ¿y si algo había pasado? Lo duda, ya que, las ventas de Ninochka nunca han terminado en conflicto, pero ¿qué pasaba con esas personas que les estaban cazando? se pasa las manos por el cabello y se sienta en la cama, vuelve a ponerse de pie y sigue rondando por el lugar.No tuvo que haberlo dejado ir.No es que no supiera de ese dolor que aparece en las mejillas cuando uno sonríe por mucho tiempo, pero sí pasó demasiado para que volviera a sentirlo. Por cinco años tuvo que mantener la mirada baja, las manos atadas y la boca cerrada, todo bajo completa sumisión por miedo a que algo horrible le pudiese haber pas
Si su orgullo todavía fuera lo más importante para él, alejaría el oscuro cuerpo del suyo y actuaría como una mierda egocéntrica con un humor retorcido y diría comentarios tan horribles que ni le importaría quién resultara herido o simplemente se levantaría y se iría de ahí, alejándose lo más que pudiese, sin embargo, ya no es así.Observa con sumo detalle el rostro de su compañera, luce cansada y no duda que se haya mantenido despierta toda la noche solo por cuidar de que no le diera un ataque o sufriera un episodio nocturno. ¿Cómo ella podía seguir haciendo tanto por él? Si seguía así, solo haría del "adiós" algo sumamente doloroso.Atrae cuidadosamente contra sí
La expresión en el rostro de Arlyn no le pasa desapercibida, definitivamente está molesta con ir en el mismo vehículo que Abraham, pero por lo que escuchó por parte de Yaro es que la hermana de David Alberto tampoco soporta estar con Teresa. Pobre mujer, si seguía así iba alejar a sus hijos más de lo que ya estaban.Escucha la risa de su padre, lo busca rápido con la mirada y al encontrarlo, no duda en reunirse con él, pues David Alberto se encuentra arreglando los últimos detalles del contrato para rentar los autos.—¿Todo bien? —pregunta su padre en cuanto ella se pone a su lado, apoyándose en él.—Sí, sólo quería
El clima en Ciudad Juárez es una de las cosas que Begum sigue sin entender, en las mañanas podría hacer frio o calor, en las tardes un fuerte viento iba a levantar la tierra y en la noche una oscura calma iba a caer, sin embargo, había ocasiones que se invertían o como amanecía iba a oscurecer, pero hoy, viendo la caja de madera donde yacen las cenizas de Teresa Herrera Cabriales, escucha nuevamente el cielo caer en forma de lluvia.Desde que amaneció, la lluvia no ha cesado y duda mucho que vaya hacerlo, pues las nubes siguen tan juntas y oscuras que no dejan entrar ningún rayo de sol a través de ellas. Dejando de lado que ya pasan las dos de la tarde.Voltea a ver el reloj que yace en la mesa de centro, perdiéndose en el lento andar de las manecillas del reloj. David Alberto no ha llegado, cosa que le preocupa muchísimo, pues el pobre no ha dejado de ir a las estaciones correspondientes en b