La carretera se extendía frente a ellos, como un sendero interminable hacia lo desconocido. A pesar de haber recorrido kilómetros alejándose de la devastación del pueblo, Nicolás no podía sacarse de la cabeza un solo pensamiento: debía regresar a la ciudad. Sabía que la Sombra no descansaría hasta terminar lo que había empezado, y la única manera de detenerlos era enfrentarlos en su propio terreno.Helena, sentada a su lado, observaba su perfil mientras conducía. La tensión en los hombros de Nicolás era palpable, como si el peso de todo lo que había ocurrido lo aplastara. Sabía que él estaba sumido en sus pensamientos, y temía lo que su decisión implicaría. No podían volver atrás, pero avanzar significaba exponerse a un peligro que ni siquiera comprendían del todo.—Nicolás… —rompió el silencio, su voz suave pero preocupada—. Sé lo que estás pensando.Él no respondió de inmediato, manteniendo la mirada fija en el horizonte, pero finalmente asintió.—No tenemos muchas opciones, Helena
La luz tenue de la mañana apenas comenzaba a filtrarse a través de las cortinas deshilachadas del motel cuando Nicolás se levantó de la cama. Había dormido poco, con la mente todavía atrapada en el laberinto de planes y estrategias que podrían salvar sus vidas. Helena seguía dormida, respirando tranquilamente. Era uno de esos momentos en los que Nicolás sentía que debía protegerla a toda costa. La había arrastrado a su mundo caótico, y ahora ella lo pagaba con su libertad.Se acercó a la ventana y corrió ligeramente la cortina para observar la carretera. Todo estaba tranquilo, o al menos lo parecía. Pero la sensación de que estaban siendo vigilados, seguidos, no se disipaba.—¿No has dormido? —Helena murmuró, con los ojos aún entrecerrados.Nicolás se giró, esbozando una sonrisa cansada.—Un poco, pero no lo suficiente. Tenemos que salir pronto, no podemos quedarnos aquí por mucho tiempo.Helena asintió lentamente, incorporándose en la cama. La fatiga en su rostro era evidente, pero t
El reloj marcaba las seis de la tarde cuando la llamada llegó al despacho de Adrián. La oficina estaba bañada por una luz tenue, el sol apenas brillaba sobre las montañas que rodeaban la mansión donde operaba. Sus ojos se entrecerraron mientras sostenía el teléfono, con el ceño fruncido, esperando la noticia que cambiaría el curso de su día.—Señor, hemos perdido el rastro de Nicolás Valverde —dijo una voz al otro lado de la línea. Era uno de sus agentes, encargado de seguir cada movimiento de Nicolás desde que huyó del pueblo.—¿Qué significa que lo han perdido? —La voz de Adrián era baja pero amenazante.—Hemos seguido su rastro hasta la costa, estaba dirigiéndose hacia el puerto, pero... desapareció. Los coches que enviamos no lo encontraron. Creemos que está buscando un medio para regresar a la ciudad.Un silencio tenso se apoderó del despacho. Adrián, sentado en su enorme sillón de cuero, tamborileó con los dedos sobre el escritorio de caoba mientras meditaba lo que acababa de es
Nicolás se tambaleaba mientras lo empujaban hacia una vieja fábrica abandonada, con Helena agarrada de su brazo, tan desconcertada como él. Los hombres que los escoltaban eran silenciosos y eficientes, sus movimientos precisos y rápidos. Al llegar a una puerta de metal oxidada, uno de ellos la abrió con un chirrido agudo, revelando un pasillo oscuro y estrecho. Nicolás intercambió una mirada con Helena, quien parecía tan asustada como él, pero en su rostro también se reflejaba una mezcla de curiosidad y desconfianza.—Adelante —dijo uno de los hombres, inclinando la cabeza hacia el pasillo.Nicolás asintió, sin muchas opciones más que obedecer. Sabía que, si de verdad hubieran sido parte de la Sombra, ya estarían muertos o mucho peor. Sin embargo, algo en la situación no encajaba. Estos hombres no tenían el mismo aire frío y calculador que los miembros de la Sombra. Había algo diferente en ellos.Al llegar al final del pasillo, fueron conducidos a una sala iluminada por una única bomb
Nicolás se sentó en la vieja mesa de madera, tamborileando los dedos sobre la superficie desgastada mientras la Resistencia exponía su plan. El aire en la sala era denso, cargado de tensión. Iván, el líder del grupo, acababa de terminar de trazar el siguiente paso, un paso que ponía en duda todo lo que Nicolás había creído posible.—El próximo movimiento —dijo Iván, con tono serio—, es acabar con los Alarcón. Aitana está demasiado involucrada con Adrián y la Sombra. Si queremos desmantelar todo el sistema, ella debe caer.Nicolás, que había estado escuchando en silencio hasta ese momento, alzó la vista rápidamente, sus ojos brillando con incredulidad. La mención de Aitana había despertado un conflicto en su interior que no esperaba sentir.—¿Aitana? —preguntó, intentando mantener su tono neutral, aunque su sorpresa era evidente—. ¿Están diciendo que debemos matarla?Iván asintió sin dudar, como si la decisión fuera tan lógica como respirar.—Es la única forma. Ella está demasiado impl
Aitana se encontraba en su oficina, contemplando las luces de la ciudad que titilaban a lo lejos, como un recordatorio constante del poder que tenía en sus manos. Sabía que la misión que estaba a punto de llevar a cabo marcaría un punto de no retorno. Era su oportunidad de demostrarle a Adrián que podía manejar lo que fuera necesario, incluso si eso significaba "destruir" a la familia Estrada, que había sido su último objetivo. Pero, en lo profundo, Aitana deseaba que algo sucediera. Algo que evitara que todo terminara en violencia.Frente a ella, su equipo más cercano esperaba instrucciones. Eran operativos bien entrenados, todos leales a la Sombra y a la familia Alarcón. Sabían que esta no era una operación ordinaria. No solo se trataba de un golpe estratégico para despojar a los Estrada de su gran avance tecnológico, sino también de una prueba de lealtad y poder. Si Aitana fallaba, sabía que Adrián lo vería como una señal de debilidad. Y en la Sombra, la debilidad significaba el fi
La noticia se difundió más rápido de lo que Aitana podría haber imaginado. Lo que había sido una misión cuidadosamente planeada se había transformado en un desastre de proporciones colosales. No solo habían fallado en robar el prototipo, sino que ahora había pruebas contundentes que vinculaban directamente a los Alarcón con el intento de robo de tecnología. Una operación que debía haber sido silenciosa y discreta se había convertido en un escándalo nacional, y la familia Alarcón estaba en el ojo del huracán.Aitana se encontraba en su despacho, mirando la pantalla de su computadora, donde una serie de titulares brillaban como dardos envenenados:**"Los Alarcón, implicados en escándalo de robo de tecnología"****"Intento de espionaje industrial sacude a la familia más poderosa del país"****"El oscuro imperio de los Alarcón: ¿hasta dónde llega su influencia?"**Su corazón latía con fuerza, pero su rostro permanecía impasible, aunque su mente estaba en caos. El escándalo había llegado a
La mañana había comenzado tranquila en la oficina de Aitana. Su equipo estaba ocupado en el manejo del desastre de las últimas horas, tratando de reparar lo irreparable y mantener bajo control la reputación de los Alarcón. Las noticias del escándalo de espionaje seguían circulando, y la familia estaba en boca de todos, pero Aitana había aprendido a mantenerse fría bajo la presión.Sin embargo, esa calma se rompió de golpe cuando Clara, su asistente, irrumpió en la oficina con el rostro pálido y las manos temblorosas.—Señora Alarcón… —la voz de Clara se quebraba mientras intentaba hablar—. Han… Han asesinado a dos miembros de los Estrada.Aitana se quedó inmóvil. Las palabras de su asistente la golpearon como una tormenta inesperada. No se lo podía creer.—¿Qué has dicho? —preguntó, como si quisiera confirmar que había escuchado mal.—Los encontraron esta mañana —dijo Clara, con un hilo de voz—. Los noticieros ya lo están reportando. Están insinuando que la familia Alarcón está detrás