La luna se alzaba sobre la ciudad, proyectando sombras largas y siniestras sobre el paisaje. Nicolás, envuelto en un abrigo oscuro, se movía con cautela entre los callejones cercanos al hospital donde Adrian estaba ingresado. Había pasado días en la clandestinidad, evitando a la Sombra y sus hombres que lo buscaban incesantemente. Sabía que no podía regresar al cuartel de la resistencia; la Sombra tenía ojos en todas partes, y cualquier movimiento en falso podría costarle la vida. Sin embargo, su misión era clara: debía llegar hasta Adrian.El hospital estaba rodeado por una seguridad férrea. Nicolás había observado durante horas el movimiento de los guardias, cada cambio de turno y cada patrulla que circulaba en los alrededores. Sabía que no sería fácil, pero tenía una ventaja: nadie esperaba que alguien como él, un hombre que todos creían derrotado, se atreviera a acercarse a Adrian en su estado vulnerable.Oculto en la oscuridad, Nicolás observaba la entrada principal del hospital,
El sonido agudo de las alarmas resonó por todo el hospital, llenando los pasillos de un caos palpable. Nicolás, agazapado en la pequeña sala de mantenimiento, supo en ese instante que su oportunidad de acercarse a Adrian se estaba desvaneciendo rápidamente. Podía escuchar las pisadas apresuradas de los guardias que corrían hacia su ubicación, y con cada segundo que pasaba, la tensión aumentaba.—Maldición —murmuró para sí mismo, su mente trabajando a toda velocidad para encontrar una salida.Las alarmas no solo estaban atrayendo a los guardias, sino también alertando al personal del hospital. Algunos pacientes fueron evacuados de sus habitaciones, mientras que otros permanecían confinados en zonas seguras. La confusión se expandía por cada piso.Nicolás sabía que debía actuar rápido. Miró alrededor en busca de una ruta de escape alternativa. La ventana por la que había entrado no era una opción, y enfrentarse directamente a los guardias en los pasillos sería un suicidio. Sus opciones
Nicolás sabía que estaba agotando sus opciones. Después de escapar de los guardias por los pasillos del hospital, había logrado mantenerse en las sombras, pero su suerte no duraría para siempre. Llevaba demasiado tiempo en movimiento, demasiado tiempo luchando en una guerra silenciosa contra un enemigo invisible. Y ahora, sentía cómo las fuerzas de la Sombra lo cercaban, cada vez más cerca.No pudo escapar por mucho más tiempo.Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Un equipo de guardias de seguridad, más entrenados que los anteriores, lo emboscaron en uno de los pasillos laterales. Nicolás peleó con todas sus fuerzas, lanzando golpes desesperados, pero su resistencia estaba agotada. Fue derribado, su cuerpo aplastado contra el frío suelo del hospital mientras uno de los guardias le sujetaba las muñecas y las esposaba con violencia.—Lo tenemos —dijo uno de los hombres, levantándolo sin piedad del suelo—. Llévenlo con Adrian.Los guardias lo arrastraron por el hospital, sin preocu
La mansión Alarcón, que alguna vez había sido símbolo de poder y riqueza, ahora se reducía a un esqueleto de lo que fue. Las llamas que habían devorado sus muros se extinguían lentamente, dejando tras de sí un paisaje devastado: columnas rotas, techos colapsados, y un aroma espeso de humo mezclado con los recuerdos de una dinastía que alguna vez gobernó la ciudad. Los bomberos, exhaustos, terminaban de apagar los últimos focos, mientras la policía acordonaba el área, impidiendo que nadie se acercara demasiado. Pero en medio del caos, Nicolás Valverde se mantenía oculto, observando desde una distancia segura.Sabía que la destrucción de la mansión era una advertencia. La Sombra estaba decidida a borrar todo rastro de los Alarcón, y por extensión, cualquier esperanza de recuperar algo valioso de ese legado. Sin embargo, él no podía simplemente desaparecer. Había llegado por algo, algo que Aitana le había mencionado antes de morir, y no se marcharía sin ello.Su corazón latía con fuerza
El cuartel de la resistencia estaba en silencio, solo interrumpido por el leve murmullo de los equipos de monitoreo y el constante sonido de los ventiladores que mantenían el aire limpio en aquella base oculta. Helena caminaba por los pasillos oscuros y húmedos, con la cabeza llena de pensamientos. El hijo de Nicolás, un pequeño de poco más de un año, descansaba en una cuna improvisada en una de las habitaciones del cuartel. Había pasado tanto desde que Aitana murió, y Nicolás parecía sumergido en una tormenta interna que no lo dejaba descansar.Helena no podía evitar preguntarse si todo aquello había valido la pena. ¿La lucha? ¿El sacrificio? Sabía que la resistencia tenía sus propios intereses, y aunque inicialmente se habían unido para derrocar a la Sombra, ahora los líderes parecían tener ideas mucho más ambiciosas.Nicolás había vuelto al cuartel poco después de la destrucción de la mansión Alarcón, aún en shock por todo lo ocurrido. Desde entonces, su mirada estaba vacía, y su e
El cuartel de la resistencia estaba más activo que nunca. Los líderes organizaban nuevas estrategias, sus hombres iban y venían, y la tensión se sentía en el aire. Nicolás, en medio del caos, intentaba encontrar una manera de escapar, de salir de esa trampa en la que se había metido. Ya no era solo su vida la que estaba en peligro, sino la de Helena y, sobre todo, la de su hijo. No podía permitirse fallarles ahora.Helena, cargando al niño, lo seguía de cerca mientras recorrían los pasillos oscuros del cuartel. Su expresión estaba llena de preocupación, pero también de determinación. Sabía que Nicolás estaba planeando algo, pero no estaba segura de qué. Solo confiaba en que él haría lo que fuera necesario para protegerlos.—Tenemos que salir de aquí —murmuró Nicolás, con el rostro tenso, mientras empujaba una puerta que daba a un pasillo menos concurrido—. Ya he hecho bastante por ellos. Si seguimos aquí, nos arriesgamos demasiado.Helena lo observó de reojo, notando el cansancio en s
La sala de operaciones del cuartel de la resistencia estaba en completo silencio. Nicolás, Helena y un grupo de los líderes rebeldes observaban la pantalla de la computadora, donde se desplegaban archivos que hasta ese momento habían estado ocultos, sellados en la pequeña USB que Aitana le había entregado. Esa información era la llave que revelaría la verdad sobre las intrincadas redes de corrupción que conectaban no solo a la Sombra, sino también a aquellos en los más altos niveles de poder y finanzas mundiales.El silencio fue roto por el sonido de las teclas mientras uno de los técnicos de la resistencia navegaba a través de los archivos. Nicolás y Helena intercambiaron una mirada cargada de tensión. Esto podría cambiarlo todo.—Aquí está… —dijo finalmente el técnico, deteniéndose en un archivo cifrado—. Esta es la pieza que conecta todo. Parece un informe detallado sobre las transferencias de activos que Aitana había hecho justo antes de su muerte.—¿Qué dice? —preguntó Helena, ac
Nicolás Valverde observaba en la pantalla de su computadora cómo el mundo financiero se desmoronaba ante sus ojos. Titulares sobre la corrupción de las empresas que habían estado vinculadas al grupo Alarcón y las Sombras aparecían sin cesar. La información que habían extraído de la USB era un arma poderosa, una bomba que había destruido la credibilidad de aquellos que alguna vez gobernaron con impunidad. Pero entre todo ese caos, Nicolás veía algo más: una oportunidad.Apagó la pantalla, pero las ideas seguían rodando en su mente. Miró hacia la pequeña cuna improvisada en una esquina del cuartel. Su hijo dormía plácidamente, ajeno a la tormenta que se desataba a su alrededor. Era increíble pensar que en medio de todo el caos, ese pequeño ser humano representaba su única razón de seguir adelante.Helena, que había estado en silencio a su lado, finalmente rompió el silencio:—¿Qué piensas hacer ahora? —preguntó, observándolo con una mezcla de curiosidad y preocupación.Nicolás suspiró,