Albert levanta el folleto, lo gira de lado a lado. Se incorpora y comienza a revisar aquel folleto. A primeras luces, realmente no entiende de que va aquello, sin embargo, al leer las instrucciones en el reverso de la portada, una duda se siembra en su cabeza. —¿Una prótesis abdominal? Pero para qué Marta tiene esto. —Se pregunta a sí mismo. En ese momento sólo se le ocurre llamar a su asistente. Presiona el botón del teléfono y desde allí, le pide ir hasta su oficina. —Pérez, venga un momento por favor. —Le ordena. —En seguida señor —contesta y mirando a Lugo agita sus manos— Aquí va arder Troya —murmura. —Apúrate y ve a ver que quiere el Sr Miller, quizás te esté llamando para algo diferente. Pero sí es para eso, no dejes de venir a contarme. Me muero de la curiosidad. Blas, sale de la oficina, va hasta la oficina. Toca la puerta un par de veces antes de entrar. Abre cuidadosamente, camina hasta el escritorio, se coloca de frente a Albert y de forma audaz pero discreta,
—¿Terminaste de preparar tu maleta? —Blas pregunta, agitado. —Sí, tengo todo listo —dice mostrando la maleta de 21kg. —¡Joder, Maca! ¿Qué llevas dentro un cadáver? —bromea. —Apenas algunas cosas para la celebración. Unos tres vestidos y por supuesto mis zapatos, macke up, accesorios y un regalo para Antonella y su bebé.—Bien, vamos. Macarena sale arrastrando la pesada maleta, mientras Blas niega con su cabeza y cierra la puerta del apartamento con triple seguro. —¡Ayúdame, tío! —exclama Macarena, intentando bajar la maleta por la angosta escalera. —Debiste meterte dentro de la maleta. Así podría llevarla más cómodamente —replica Blas.— tómala por debajo que yo la sostengo aquí arriba. Ambos bajan las escaleras, salen del edificio y suben al uber que los espera estacionado en la entrada. El chofer abre la cajuela de su coche, baja para ayudar al moreno con la maleta. —Pesa como si llevarán a alguien dentro —bromea el hombre, rascando su cabeza. Minutos más tarde,
Marta entra a la habitación quitándose aquella molesta prótesis sin imaginar que Albert está sentado justo frente a ella, observándola en silencio. Un aplauso sonoro se escucha en medio de la oscuridad de la habitación. Aunque Marta intenta arreglarse con rapidez, la luz se enciende, de pronto. —No te molestes en volver a ponértela, Marta. —La voz grave de Albert retumba en la habitación. —Albert puedo explicarte —responde visiblemente angustiada.—No, no necesito que me expliques nada. ¿Cómo mierda pudiste hacer algo así? Jugar conmigo y sobre todo con nuestros hijos. —la toma de ambos brazos y la sacude con fuerza— Dime, maldita sea. ¿Cómo puedes fingir de esa manera y mentirle a Sam y Shirley, eh? —Trata de calmarte por favor, me estás haciendo daño. —¿Daño? ¿Qué sabes tú lo que es eso? Nunca has tenido que sufrir, siempre te has encargado de ser tú quien hiere, quien daña. —Albert la suelta de forma abrupta. Marta cae de rodillas y desde allí, le suplica a Albert que
Mientras Albert es llevado a la comandancia para declarar sobre lo ocurrido con Marta. En Nápoles, Antonella se prepara para dar un sí de rendición. Angelo se sostiene la mano de Antonella, ambos están de frente al juez que oficiará la boda civil. Detrás de ellos, sentados al lado derecho Mauro, Estefanía y su hijo. Del lado contrario, Blas y Macarena. Apenas miradas esquivas hay entre ellos. Blas finge estar emocionado por la boda de su amiga, mientras Marcos permanece absorto en sus pensamientos. —¿No piensas saludarlo? —interroga Macarena en voz baja. —Cállate Maca, es el momento de nuestra Anto. Lo demás simplemente no existe. —Vamos tío, que te ha mirado cuando entramos. —No insistas Maca, lo nuestro ya no es. La voz del juez sobresale de resto cuando pregunta:—¿Antonella Moretti, acepta usted al Sr Angelo Paulini como esposo? Antonella cierra los ojos y en fracción de segundos aparecen frente a ellas, los únicos instantes de felicidad que como mujer vivió junto
Angelo bebe copa tras copa para calmar su frustración. A pesar de sus esfuerzos por hacer feliz a Antonella, no lo consigue, puede ver la tristeza en sus ojos y eso es letal para él. Había sido egoísta, queriendo tenerla a su lado, en vez de dejarla libre de aquel compromiso. —¿No crees que está bebiendo mucho? —cuestiona el guardaespaldas. —Se supone que es mi boda, debo celebrarlo. —El sarcasmo en sus palabras es explícito. —Es mejor que pare de beber. —recomienda. —No sabes lo que se siente amar a alguien con todo tu ser, querer verla feliz y a pesar de ello, no ver ese brillo en sus ojos, ese brillo que aparece cuando nombra al hombre que realmente ama. Creo que cometí el peor error de mi vida, Miguel. —No se castigue de esa manera, la Sra Antonella lo quiere, ha estado a su lado. —Me quiere pero no me ama. Y sabes, creo que merezco más que su compasión y su agradecimiento por salvarla de Fabiano. —Entiendo perfectamente lo que siente. —dice y Angelo lo mira confundi
Antonella es atendida por el médico, quien se encarga de los detalles finales, cortar el cordón umbilical y cerciorarse de extraer la placenta. Además de verificar que el bebé esté completamente bien. La ternura y el deseo de proteger a su pequeña Isabella es inminente en la pelirrubia, mas al mirar su delicado rostro y su cabello oscuro, no puede dejar de pensar en Albert. En tanto, de regreso en su casa, Albert se siente angustiado, una rara sensación lo invade: miedo, ansiedad, impotencia; una de ellas o tal vez todas juntas. La sola idea de no volver a tener a sus hijos cerca, lo aterra; el miedo de haber perdido a Antonella para siempre aunado al hecho de sentirse atado de manos ante ambas situaciones, lo llenan de frustración.En cambio, en su mansión, Marta se muerde los codos de a ira al saber que Albert fue puesto en libertad, a pesar de su denuncia. Sin embargo, por otro lado se siente satisfecha al saber que él no podrá acercarse a sus hijos y ese, sí es el peor de los
Esa mañana, al despertar, Angelo se entera del nacimiento de la niña, a través del guardaespaldas, quien lo ayuda a asearse y vestirse para llevarlo hasta la habitación donde está Antonella y que pueda ver a la bebé. —Felicidades, mi amor. Ya nuestra hija está con nosotros. —Se acerca a ella. Aunque Antonella sonríe, siente incomodidad cada vez que Angelo enfatiza la palabra “nuestra”. ¿Realmente la sentía como suya o sólo lo decía para hacerla sentir bien? En realidad, Angelo siempre deseó ser padre de una niña, pero la vida sólo le dio la oportunidad de tener un hijo. Un hijo del cual no ha sabido nada desde hace cinco años, pero que aún así, sigue siendo su único descendiente. Al ver a la pequeña, en brazos de Antonella, siente mucha ternura. —¿Puedo cargarla? —pregunta y ella asiente. Angelo toma a la niña entre sus brazos y le sonríe. Se ve tan contento que Antonella siente que ha sido injusta por pensar mal de él. Es como si en el fondo buscase una excusa para achacarl
La noticia del nacimiento de la hija de Antonella, llega a los oídos de Albert de boca de Blas. —Me alegra mucho por ella. —Sí, mi geme está realmente feliz. —¿Es niño o niña? —Niña y se llama Isabella como su abuela. Albert siente una emoción inexplicable: una mezcla de ternura y paz que lo envuelve, dos cosas que llevaba varios meses sin experimentar. —Qué bueno, por lo menos ella podrá tenerla a su lado. Blas lo mira compasivo “si él supiera toda la verdad, si Albert supiera que aquella niña es su hija”, piensa. Mas, aquel secreto no le pertenece, por lo que debe guardar silencio. —Necesito que me contactes a un buen abogado —ordena. —Sí, señor. ¿En qué especialidad lo necesita? —Blas pregunta, suponiendo que es para algo relacionado con el caso de su hermano.—Voy a luchar por la custodia de mis hijos. —afirma con severidad, lo cual despierta las dudas en su asistente ¿Habría descubierto la verdad del falso embarazo?—¿Ocurrió algo? —Sí, mi ex mujer me den