Capítulo 30
Dafne caminaba bajo la torrencial lluvia. En cuestión de segundos, ya estaba helada y empapada hasta los huesos.

Aún llevaba su vestido elegante y sus zapatos de tacón alto, lo cual dificultaba aún más su tarea. Por eso, dio una patada a sus zapatos y se arrodilló directamente en el barro bajo la lluvia.

César estaba sentado en el balcón del segundo piso de su mansión, bebiendo champán frío y observando todo eso.

Para subir las escaleras, tenía que realizar tres acciones: arrodillarse, hacer una reverencia y luego levantarse para subir. Tendría que repetir estos pasos hasta llegar a la cima de la montaña.

Los escalones de piedra dura y escarpada desgastaron sus rodillas, las plantas de los pies, las palmas de las manos y la frente.

Sin embargo, eso no parecía ser suficiente para César. Se levantó de la silla y apoyó sus brazos en la barandilla blanca del balcón, como si estuviera contemplando un excelente teatro. Gritó:

—Señorita Veras, si solo subes las escaleras en silencio, Buda no
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