Capítulo 292
Al ver la figura, en los profundos ojos de Hans, que ya habían sido ocultados por los deseos, apareció un brillo de sorpresa. Apoyado en su brazo, se sentó en el borde de la cama y levantó con dificultad la mano para hacer un gesto a la chica:

—Ya que has vuelto, ¿por qué te quedas ahí aturdida?

Dafne no respondió.

Como si temiera asustarla, Hans sonrió suavemente y dijo:

—Si no quieres, no te obligaré. Ven aquí, Daf.

Dafne respiró hondo reuniendo el coraje y se le acercó. Hans se sentó en el borde de la cama y la atrajo hacia su regazo. Ella se dejó caer sobre sus piernas.

Él apoyó su frente suavemente contra la de ella, aguantando la irritación con todos su sobrio y la fuerza. Con su última lucidez, Hans le hizo una pregunta:

—¿Por qué regresas?

Ella podía irse. Después de todo, con las circunstancias en las que se encontraba, no podía obligarla a regresar.

—Todavía eres mi acreedora. Te debo tanto dinero y estamos en el período del acuerdo. Sería muy injusto si me fuera.

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