El día siguiente.

Punto de vista de Camelia:

Después de regresar a casa, de la universidad, llamé a mi madre. Quería hablar con ella desde hace mucho tiempo.

Lucifer me dio un celular y me dijo que el número era imposible de rastrear. Marqué el número de mi madre y sostuve el teléfono contra mi oído.

Sonó un tono. Luego otro, pero todavía nadie recibía la llamada. Entonces, al cuarto tono, se contestó la llamada.

Mi corazón latía con fuerza, por la emoción y felicidad.

"¿Hola, quién es?". Escuché la voz más dulce de mi madre. Por un segundo, no podía creer que realmente estaba escuchando su voz, de nuevo.

"Hola", dije.

"¿Quién es--?", empezó a preguntar, pero se detuvo. "¿Camelia?", preguntó y su voz temblaba.

"Sí, mamá. Soy yo", le respondí. Y desde el otro lado podía escucharla derrumbarse. Mordí mi labio para detener mis lágrimas, pero era demasiado difícil. La felicidad era abrumadora.

Y finalmente perdí el control. Las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas. Unos se