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Capítulo ochenta 

La miro a ella y luego a él—Hola Sara, te presento a mi novio—junto mis cejas. 

¿Este patán no la trataba mal? 

Mi mirada se desvía a él y me sonríe coqueto. 

Ya entiendo. 

Observo a Julieta y niego, cómo es que después de tantas cosas que él le hizo ahora esté con ese payaso. Las niñas en ocaciones son masoquitas, o más bien, tontas. 

—Uno es compañía, pero dos son bultos—dejo la bandeja de comida y tomo solamente el agua. 

—¡Hey! —Julieta toma mi brazo y lo safo de su agarre—¿qué pasa? —sinceramente quiero decirle mil y unas palabras por hacer esa locura, pero eso a mi no me compete. 

Que lo descubra el

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