Capítulo doce
Me visto en un dos por tres, no sé como haré para conseguir más ropa, pero algo tengo que hacer. Tiro todo los cuadernos en la bolsa y salgo corriendo escaleras abajo pasando por la sala de estar donde le grito a mi madre.
—Elizabeth, adiós—abro la puerta.
—Espera, Sara—me detengo y me da una bolsa chocolate y un jugo de cartón.
—Ahora si, corre que llegas tarde.
—Pensé que como tu Matías trabajaba allí no me dejarías ir.
—No me lo digas mucho que lo estoy reconciderando.
—Ay Elizabeth —besa mi mejilla.
Suspira—No significa que porque él este ahí te prohibire ir, es solo simplemente que tú nunca te rindes y das todo de ti,
Capítulo treceSiempre he pensado que mis acciones ayudando a la gente son buenas, pero no sé que hice yo para que Dios me castigara de esta forma.Tengo cuarenta y cinco minutos aquí en este carro que por cierto habla solo lo típico según él y también llevo ese mismo tiempo escuchando la misma musica. Este hombre no se cansará de escuchar la cancioncita esa de madagascar.¿A que le recordará?Suspiro—No te cansas de escuchar lo mismo —esto algo impresionante.—No, me gusta —y sigue cantando con su voz supuestamente sacada de ángeles, pero está más desafinado que un gallo nuevo tratando de cantar por las mañanas.—¿Cuando llegaremos? ¡Tengo hambre! —digo mirando por la ventana, viendo como la
Capítulo catorceCamina rápido hasta que se detiene y voltea hacia atrás, suelta mi mano y suspira. Junto mis cejas—¿A dónde vamos y quiénes eran esos?—Vamos a una tienda que se vea decente y vendan trajes para hombres porque no puedo llegar así a la compañía y que me vean cientos de personas—se detiene en frente de dos tiendas y las analiza. Ruedo los ojos, este hombre busca y observa, pero no se decide por ninguna, giro mi rostro y veo un almacén con un letrero en grande donde esta plasmado Baratillo.¿No puede ser diferente a Texas, no?Lo jalo y entramos arrimandonos contra la gente para abrir paso, cosa que para él es fácil, no será tan difícil encontrar ropa para mí y para él aquí, al menos que él sea una niñita.&n
Capítulo quinceAún no puedo creer lo que vi.O sea, no me sorprendería algo así de él debido a su bipolaridad, pero no conocía ese lado oscuro de su persona.Mira que pegarle a un paparazzi.Y yo pues... Yo quedé en medio del fotógrafo fragante y el millonario Ricky Ricón, el cual no sé ni como pude sacar de ahí entre tanta gente.Realmente parecía guardaespaldas.Tal vez cuando ya tenga setenta y deje de ser forence tome una desición a ser guardaespaldas porque se me da muy bien, aunque creo que tengo que practicar para que mi cliente no salga despilfarrado.Aquí en el auto nuevamente estoy sin decir ni una sola palabra al igual que Don mastodonte que por cierto no le voy a volver a hablar más.
Capítulo dieciséisVuelvo a la realidad con la cajera—Gracias por llamarlos y sacarlos de aquí, sentía que me ahogaba y perdón si no le preste atención, ahora ¿Cuánto es?—digo abriendo la cartera de Don Ricachón.Sonríe con amabilidad—Son veintiocho dólares con treinta centésimos.Ven por que me gusta comprar en baratillos, esto esta barato y bonito, elegante y lo mejor de todo es que son ropas de marca a buen precio. Abro a billetera y lo primero que veo son cantidades enormes en un solo papel. Esperen un momento, ¿Este hombre solo tiene billetes de cien y quinientos?Reviso los bolsillos extras y solo encuentro un montón de targetas de crédito.¿Con qué clase de extraterrestre me he encontrado?Es una perso
Capítulo diecisieteTodos los mosaicos en el suelo se llenan de sangre. Lo jalo y me empuja.Ah si.Lo jalo y lo empujo, el gira hacia mí enojado y frunzo mis cejas—Te calmas y te metes ahí adentro, muevete, ¡ya!—mi cara roja debe estar dando un buen espectáculo para todo el país, volteo a los paparazzi—Y en cuanto a ustedes, pueden dejar de molestar a los demás, todos tienen una privacidad y a ustedes no les gustaría que cuando esten en sus casas de la peor forma le tomen fotos ni mucho menos estar diciendo cosas sin sentido.Abro la puerta de auto y me monto.—La culpa la tuviste tú, te hubieses escondido hasta que yo estuviera ahí, pero no—ahora soy yo.Él creé que me voy a dejar mandar—MIRA TÚ NO ME VENGAS A D
Capítulo dieciochoTomo la mochila y la sigo hasta llegar al ascensor donde preciona el tercer botón y este desciende haciéndome marear. Nunca me acostumbraré a los ascensores. Se abren las puertas y me voltean a mirar más de treinta adolecentes.—Aquí es donde darán las instrucciones para el concurso —y se va dejándome ahí, camino con cierto recelo hacia todos y presto atención a lo que dice el señor y señora de al frente.—Bueno, si están aquí es porque ustedes son los mejores de sus instituciones, cabe decir que la competencia empezará mañana y será una prueba diagnóstica y ahí sacamos quién está preparado y quien no, ahora como son las seis de la tarde los vamos a juntar para dormitorios—buscan una lista y empiezan llamando uno por uno hasta que escucho m
Capítulo diecinueve—Sara—escucho una voz a lo lejos—Sara, levántate son las seis y a las siete tenemos que estar en los estacionamientos—siento algo caliente encima mío y abro los ojos de par en par.—Paola, por favor, yo soy rápida para bañarme y alistarme, entra tu primero—la tiro al otro lado de la cama y me volteo dándole la espalda tapándome de pies a cabeza con la colcha.—Esta bien, pero será tu culpa si luego nos... —su voz se va apagando, espero que terminé la oración y lo que escucho son ronquidos y una respiración fuerte.Me destapo y salgo de la cama, entro al baño y me subo el pantalón de pijama para no mojarlo con el agua que cae, abro el grifo y lleno de agua el platito donde se pone el jabón y corro hacia ella.
Capítulo veinteEn los estacionamiento están todos esperando como ayer. Paola y yo bajamos—Gracias—el señor asiente y yo cierro la puerta corriendo para colocarme con Paola en la fila y subir escaleras.Al final está la secretaria de él—Buenos días, síganme, por favor —caminamos detrás de ella manteniendo el orden de la fila y llegamos a una sala con sillas separadas distancialmente, en cada una de éstas hay una hoja, un bolígrafo, un lápiz y un borrador—Pueden ubicarse donde gusten y cuando salgan van bajando por donde llegaron —todos asentimos —el hiace estará listo y no se moverá de nuestra planta. Sin más que decir les dejo a su profesor Santiago para que de reglas—lo señala y empieza a caminar con paso decidido hacia la salida.—Chicos, de esto fue de lo q