Capitulo 28

Maena sonrió satisfecha al ver cómo se venía abajo el hombre que tenía delante.

'Ahora sabes lo que sufrí cada vez que metías tu p*ne en el muy pero muy usado orificio de esa p*tica. No fuiste el primero..., y ciertamente no serás el último'. Río.

Maena miró a Fernando fijamente a los ojos, y él se apocó hasta más no poder. Sabía cuán peligrosa ella era.

'¿Cómo fue? ¿Disfrutaste el sabor de tu propia medicina? El dolor que te destroza el alma cuando tu destino se deshace a manos de otro es insoportable, ¿verdad?'.

Fernando asintió con poca entereza y sus ojos se llenaron de lágrimas mientras, adolorido, apretaba los dientes.

Por lo que Maena pudo deducir, su lobo le había dado la espalda, se negaba a compartir su dolor y lo había despojado de la habilidad que le permitía sanar con rapidez. Maena sonrió con tristeza, ante la última muestra de cordialidad entre ella y quien fuera la pareja que le habían elegido.

Maena le acarició la cabeza y le dijo que no hablara. Con su cara tan
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