La batalla continuó, incluso cuando los seis lobos nos rodearon; la escena me recordó a un ave rapaz, rodeando a su presa antes de que se abalanzara para matar. Los dos éramos luchadores fuertes y hábiles y, sin duda, más fuertes juntos, pero se estaba volviendo muy obvio que esta no sería una pelea fácil, ni siquiera para nosotros.

Clavé los ojos en uno de los lobos, permitiéndole ver la sonrisa desafiante de mi rostro y, tal como esperaba, el lobo me chasqueó sus grandes dientes. Pude ver cómo se le escapaba el control cuando lancé mi puño hacia delante, asestándole un golpe en la cara que le rompió la mandíbula. Antes de que el lobo pudiera reaccionar al ser derribado, los otros cinco entraron en acción.

Tres de ellos atacaron a Devin y los otros dos se abalanzaron sobre mí. Sus garras se clavaron en mi carne, a través de mi traje de cuero, y sus dientes intentaron rozar mi piel mientras ambos lobos luchaban por dominar mi vulnerable estado.

Ambos lobos querían el placer de matar