Capítulo 118
Desde que decidí tener un trabajo secundario, mis días han estado llenos de dibujos. Apenas termino los bocetos, paso al coloreado, y cuando la obra está lista, la subo a internet. Y así continúa el ciclo.

El sonido de la puerta abriéndose me hizo levantar la mirada instintivamente. Era Daniel quien entraba. Estaba por volver a mi trabajo cuando se acercó: —Voy a tomar café, ¿qué quieres tomar tú? —Lo pensé un momento y respondí—: Té, por favor.

Daniel me preparó una taza de té y, al ver las hojas verdes flotando en la hermosa taza de porcelana, decidió prepararse uno para él también en lugar del café. Colocó mi taza a mi izquierda y se sentó: —¿Cómo te ha ido últimamente con el trabajo?

Tomé un sorbo de té; el sabor amargo inicial daba paso a una frescura que relajaba cuerpo y mente. —No encuentro ni un momento libre en todo el día —respondí honestamente—, es agotador, pero me hace feliz.

Cuando recién me divorcié, después de años como ama de casa desconectada del mundo laboral, no sa
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