—Se trata de un resfriado, ya bajó la fiebre y pueden llevarla a casa. —ordena el doctor que examinó a Liv unos minutos atrás—. Traten de no exponerla al frío si no está bien abrigada y denle los medicamentos recetados; ella va a estar bien en pocos días.

Logan, Haylee y yo asentimos, y después de una corta despedida, el médico se marcha del diminuto cubículo. Sin perder el tiempo me acerco a mi hija, quien estaba dormida profundamente y sonrío al ver que está bien.

Uff, qué alivio.

—Disculpen, ya pueden pasar por administración para cancelar la cuenta del hospital y así llevarse a la paciente. —informa una joven enfermera y yo miro a Logan con algo de vergüenza. Con todo el ajetreo se me olvidó mi bolso, incluso él pagó mi taxi al llegar aquí.

El susto que me llevé después de aquella llamada no se lo deseo a nadie.

—No te preocupes, yo pagaré la cuenta… Voy a… —el padre de mi hija todavía estaba visiblemente nervioso, apenas y podía dejar de ver a nuestra pequeña. No podía culparlo,