CAPÍTULO 61: COBRO DE DEUDAS.Iván estaba sentado frente a su padre, con los brazos cruzados y la mandíbula tensa. La tensión en la habitación era palpable. Entonces, el teléfono de Iván vibró sobre la mesa, rompiendo el silencio. Él frunció el ceño al ver un número desconocido en la pantalla. Dudó un momento antes de contestar.—¿Bueno?—¿Iván? —La voz al otro lado de la línea fue casi un susurro, pero él la reconoció de inmediato.Se puso de pie tan rápido que la silla detrás de él rechinó contra el suelo.—¡Svetlana! —murmuró con urgencia—. ¿Dónde estás? ¿Cómo estás? ¿Qué te hizo ese desgraciado?—Iván, no tengo mucho tiempo para hablar, pero estoy bien —respondió ella rápidamente, con un tono que intentaba sonar firme, aunque él notó el nerviosismo en sus palabras.La impotencia lo invadió, y sintió cómo el nudo en su pecho se apretaba. Saber que Enzo estaba cerca de ella hacía que su sangre hirviera.—Voy por ti ahora mismo. —Su voz fue baja, pero cargada de una furia que casi qu
CAPÍTULO 62: CENA FORZADA.De nuevo en la habitación, Svetlana caminaba de un lado a otro, inquieta. La puerta se abrió de golpe y Enzo entró cargando un par de bolsas en las manos.—¿Qué es eso? —preguntó ella, fingiendo indiferencia.—Es la ropa que usarás esta noche.—¿Ropa para qué?—Para cenar. Juntos. —Él le dio una sonrisa ladeada—. Como un lindo matrimonio.Por un momento, Svetlana no dijo nada. Parpadeó, confusa, como si intentara descifrar si él estaba bromeando. Luego, su expresión se transformó en un desafío evidente. Sus ojos brillaron con esa chispa que a Enzo tanto le divertía y le irritaba a partes iguales. Se cruzó de brazos y arqueó una ceja con actitud.—Perfecto. Así corro el riesgo de acuchillarte durante la cena.Enzo dejó escapar una risa grave que mezclaba satisfacción y diversión oscura, tomó las bolsas y las dejó sobre la cama con deliberada lentitud.—No hagas promesas que no podrás cumplir, amore —dijo—. Y si de repente se te ocurre rechazar estas bolsas, d
CAPÍTULO 63: ¡JODIDAMENTE MÍO!Lana sintió cómo sus sentidos comenzaban a traicionarla. La habitación parecía cerrarse a su alrededor, y su cuerpo, normalmente ágil y fuerte, se volvía pesado, como si el aire mismo se convirtiera en plomo. Miró a Enzo, que permanecía tranquilo, imperturbable.—¿Qué me hiciste? —logró preguntar, su voz cargada de un miedo que intentó ocultar sin éxito—. ¿Qué me diste?Enzo se levantó lentamente y caminó hacia ella con la seguridad de un depredador acercándose a su presa. Se detuvo detrás de su silla, inclinándose para susurrarle al oído con una mezcla de frialdad y seducción que le heló la sangre.—¿Dónde está mi hijo, Svetlana? —dijo con voz grave y controlada.Lana luchó por mantenerse firme, pero las palabras comenzaron a escapar de sus labios como si no le pertenecieran.—Deberías haber sido fiel —susurró ella, casi como un lamento—. Debiste esperarme… y también a él.En cuanto lo dijo, quiso tragarse las palabras. Sus ojos se abrieron de golpe al
CAPÍTULO 64: SIN CLÁUSULAS, SIN SALIDAS.Svetlana sintió el ardor de las lágrimas queriendo brotar, pero las contuvo. Fiodor se lo había repetido una y otra vez durante los primeros meses: las lágrimas eran una prueba de debilidad.—Слёзы бесполезны, дочь. (Las lágrimas no sirven de nada, hija.)Había dedicado días, semanas y meses a entrenarse para bloquear esas emociones, a borrar a Enzo de su mente. Pero él, con una sola mirada, había deshecho todo su arduo trabajo. A pesar de todo, debía intentarlo. Si no era por ella, sería por su hijo. Él era lo único que había hecho bien en su vida, y haría lo que fuera necesario para protegerlo.Sacudió la cabeza, decidida.—No es tuyo, Enzo. No eres más que mi donante de esperma.La mandíbula de Enzo se tensó, y sus ojos azules ardieron con furia.—Ese niño… lo llevé en mi estómago durante nueve meses. Lo alimenté con mi propio cuerpo. Dormí a su lado y calmé sus pesadillas, hasta el momento en que me arrancaste de las montañas y me enjaulast
CAPÍTULO 65: UNA JAULA DE ORO.Durante todo el viaje en el avión, Enzo y Svetlana no cruzaron palabras. Cada uno estaba sumido en sus propios pensamientos, atrapado en un mar de emociones y recuerdos. Lana miraba por la ventana, observando las nubes que pasaban rápidamente, pero su mente estaba lejos, estaba en su bebé.Lo extrañaba profundamente, y la idea de que Enzo pretendiera buscarlo la llenaba de inquietud. ¿Iniciaría una guerra para traerlo de vuelta? Su mente trabajaba desesperadamente en una salida, una forma de escapar. Estaba segura de que tanto ella como su bebé tenían que irse definitivamente de ese oscuro mundo al que había sido condenada.Por otro lado, Enzo luchaba con sus propios sentimientos.Pensaba en el bebé, en la felicidad que le daba saber que ahora tenía un hijo. Un pequeño llevaba su sangre, y esa sola idea lo llenaba de ilusión. Sin embargo, la ira lo consumía al recordar cómo la mujer que amaba, por quien sería capaz de dar la vida, le había mentido tan fr
CAPÍTULO 66: ELLA O YO.Después de entrar en la habitación, Lana se dio cuenta de que era la de Enzo. Las cosas personales de él y todo en ella gritaban masculinidad. La decoración era sobria y elegante, con muebles oscuros de madera maciza, y el aroma a cuero y sándalo impregnaba el aire.La cama, amplia y cubierta con sábanas negras de satén, parecía haber sido el escenario de muchas noches de pasión. Y de repente, imágenes de Enzo y Greta juntos en esa misma cama invadieron la mente de Lana, provocándole náuseas. Sus manos se cerraron y el dolor en su pecho era sordo. Los celos y el dolor se entrelazaban en su interior, formando un nudo imposible de deshacer.Parpadeó varias veces, tratando de evitar llorar, tragándose su rabia. Respiró profundo y se consoló con el pensamiento de que pronto volvería a ver a su bebé.Esa idea le dio fuerzas para mantenerse firme.De repente, la puerta se abrió y se giró solo para ver a Enzo de pie mirándola. Manteniendo la dureza en su rostro, ella
CAPÍTULO 67: HABRÁ OTRAS QUE QUIERAN.Él rompio el beso solo un instante para hacer su declaración.—Pero recuerda algo… —continuó él, dejando esta vez un reguero de besos por su cuello—. Y es que solo a mí puedes pertenecer. Soy el único hombre que existirá en tu vida. ¿Entendido?Ella apenas pudo asentir, perdida en la marea de sensaciones que él provocaba. Él la llevó hacia la cama, su cuerpo cubriendo el de ella mientras continuaba besándola. Su boca dejó un rastro ardiente, enviando escalofríos que la hicieron arquearse bajo él.—Eres mía —sentenció con un tono bajo, casi peligroso—. Y siempre lo serás.Ella sintió cómo su voluntad se disolvía por completo, cada palabra suya, cada caricia, afirmando su poder sobre ella. Los botones de su blusa ya estaban a medio desabrochar, los dedos de Enzo moviéndose con una habilidad que mezclaba urgencia y deseo. Sus labios dejaban besos húmedos y pequeños mordiscos en la piel suave al inicio de sus senos, marcando su territorio con un fervo
CAPÍTULO 68: LAS AMANTES SON VERGUENZA.La mañana llegó demasiado pronto para Svetlana, quien ya estaba despierta desde horas antes. No había dormido en toda la noche; la discusión con Enzo seguía atormentándola. Su mente, traidora, la había llevado por caminos oscuros, recreando escenarios donde él había pasado la noche. El pensamiento la hizo apretar el estómago, un dolor que parecía no tener fin. Pero, a pesar de morirse por dentro, decidió que no podía permitirse más flaquezas.Tenía que actuar.Su prioridad ahora era encontrar la forma de huir, de escapar de esa prisión que Enzo había creado a su alrededor. Sabía que la seguridad en la casa era más estricta que nunca, pero no pensaba rendirse.Mientras bajaba las escaleras, escuchó voces en el vestíbulo. Al llegar al último tramo, la vio.Greta.Estaba de pie, con una sonrisa altiva, supervisando cómo el ama de llaves arreglaba un centro de mesa, como si fuera la dueña de la casa.Svetlana alzó una ceja, deteniéndose por un momen