CAPÍTULO 63: ¡JODIDAMENTE MÍO!Lana sintió cómo sus sentidos comenzaban a traicionarla. La habitación parecía cerrarse a su alrededor, y su cuerpo, normalmente ágil y fuerte, se volvía pesado, como si el aire mismo se convirtiera en plomo. Miró a Enzo, que permanecía tranquilo, imperturbable.—¿Qué me hiciste? —logró preguntar, su voz cargada de un miedo que intentó ocultar sin éxito—. ¿Qué me diste?Enzo se levantó lentamente y caminó hacia ella con la seguridad de un depredador acercándose a su presa. Se detuvo detrás de su silla, inclinándose para susurrarle al oído con una mezcla de frialdad y seducción que le heló la sangre.—¿Dónde está mi hijo, Svetlana? —dijo con voz grave y controlada.Lana luchó por mantenerse firme, pero las palabras comenzaron a escapar de sus labios como si no le pertenecieran.—Deberías haber sido fiel —susurró ella, casi como un lamento—. Debiste esperarme… y también a él.En cuanto lo dijo, quiso tragarse las palabras. Sus ojos se abrieron de golpe al
CAPÍTULO 64: SIN CLÁUSULAS, SIN SALIDAS.Svetlana sintió el ardor de las lágrimas queriendo brotar, pero las contuvo. Fiodor se lo había repetido una y otra vez durante los primeros meses: las lágrimas eran una prueba de debilidad.—Слёзы бесполезны, дочь. (Las lágrimas no sirven de nada, hija.)Había dedicado días, semanas y meses a entrenarse para bloquear esas emociones, a borrar a Enzo de su mente. Pero él, con una sola mirada, había deshecho todo su arduo trabajo. A pesar de todo, debía intentarlo. Si no era por ella, sería por su hijo. Él era lo único que había hecho bien en su vida, y haría lo que fuera necesario para protegerlo.Sacudió la cabeza, decidida.—No es tuyo, Enzo. No eres más que mi donante de esperma.La mandíbula de Enzo se tensó, y sus ojos azules ardieron con furia.—Ese niño… lo llevé en mi estómago durante nueve meses. Lo alimenté con mi propio cuerpo. Dormí a su lado y calmé sus pesadillas, hasta el momento en que me arrancaste de las montañas y me enjaulast
CAPÍTULO 65: UNA JAULA DE ORO.Durante todo el viaje en el avión, Enzo y Svetlana no cruzaron palabras. Cada uno estaba sumido en sus propios pensamientos, atrapado en un mar de emociones y recuerdos. Lana miraba por la ventana, observando las nubes que pasaban rápidamente, pero su mente estaba lejos, estaba en su bebé.Lo extrañaba profundamente, y la idea de que Enzo pretendiera buscarlo la llenaba de inquietud. ¿Iniciaría una guerra para traerlo de vuelta? Su mente trabajaba desesperadamente en una salida, una forma de escapar. Estaba segura de que tanto ella como su bebé tenían que irse definitivamente de ese oscuro mundo al que había sido condenada.Por otro lado, Enzo luchaba con sus propios sentimientos.Pensaba en el bebé, en la felicidad que le daba saber que ahora tenía un hijo. Un pequeño llevaba su sangre, y esa sola idea lo llenaba de ilusión. Sin embargo, la ira lo consumía al recordar cómo la mujer que amaba, por quien sería capaz de dar la vida, le había mentido tan fr
CAPÍTULO 66: ELLA O YO.Después de entrar en la habitación, Lana se dio cuenta de que era la de Enzo. Las cosas personales de él y todo en ella gritaban masculinidad. La decoración era sobria y elegante, con muebles oscuros de madera maciza, y el aroma a cuero y sándalo impregnaba el aire.La cama, amplia y cubierta con sábanas negras de satén, parecía haber sido el escenario de muchas noches de pasión. Y de repente, imágenes de Enzo y Greta juntos en esa misma cama invadieron la mente de Lana, provocándole náuseas. Sus manos se cerraron y el dolor en su pecho era sordo. Los celos y el dolor se entrelazaban en su interior, formando un nudo imposible de deshacer.Parpadeó varias veces, tratando de evitar llorar, tragándose su rabia. Respiró profundo y se consoló con el pensamiento de que pronto volvería a ver a su bebé.Esa idea le dio fuerzas para mantenerse firme.De repente, la puerta se abrió y se giró solo para ver a Enzo de pie mirándola. Manteniendo la dureza en su rostro, ella
CAPÍTULO 67: HABRÁ OTRAS QUE QUIERAN.Él rompio el beso solo un instante para hacer su declaración.—Pero recuerda algo… —continuó él, dejando esta vez un reguero de besos por su cuello—. Y es que solo a mí puedes pertenecer. Soy el único hombre que existirá en tu vida. ¿Entendido?Ella apenas pudo asentir, perdida en la marea de sensaciones que él provocaba. Él la llevó hacia la cama, su cuerpo cubriendo el de ella mientras continuaba besándola. Su boca dejó un rastro ardiente, enviando escalofríos que la hicieron arquearse bajo él.—Eres mía —sentenció con un tono bajo, casi peligroso—. Y siempre lo serás.Ella sintió cómo su voluntad se disolvía por completo, cada palabra suya, cada caricia, afirmando su poder sobre ella. Los botones de su blusa ya estaban a medio desabrochar, los dedos de Enzo moviéndose con una habilidad que mezclaba urgencia y deseo. Sus labios dejaban besos húmedos y pequeños mordiscos en la piel suave al inicio de sus senos, marcando su territorio con un fervo
CAPÍTULO 68: LAS AMANTES SON VERGUENZA.La mañana llegó demasiado pronto para Svetlana, quien ya estaba despierta desde horas antes. No había dormido en toda la noche; la discusión con Enzo seguía atormentándola. Su mente, traidora, la había llevado por caminos oscuros, recreando escenarios donde él había pasado la noche. El pensamiento la hizo apretar el estómago, un dolor que parecía no tener fin. Pero, a pesar de morirse por dentro, decidió que no podía permitirse más flaquezas.Tenía que actuar.Su prioridad ahora era encontrar la forma de huir, de escapar de esa prisión que Enzo había creado a su alrededor. Sabía que la seguridad en la casa era más estricta que nunca, pero no pensaba rendirse.Mientras bajaba las escaleras, escuchó voces en el vestíbulo. Al llegar al último tramo, la vio.Greta.Estaba de pie, con una sonrisa altiva, supervisando cómo el ama de llaves arreglaba un centro de mesa, como si fuera la dueña de la casa.Svetlana alzó una ceja, deteniéndose por un momen
CAPÍTULO 69: LA MUJER DEL CAPO.En la entrada de la opulenta mansión, el deportivo rojo rugía con el motor en marcha. Svetlana, con frialdad, miró a los guardias.—Abran la puerta. Ahora.Los hombres tragaron saliva y negaron con sus cabezas.—Lo siento, señora, pero las órdenes fueron claras, no podemos dejarla salir.Las manos de Lana se apretaron sobre el volante mientras el niño a su lado gemía de dolor. Su rabia aumentó exponencialmente. Salió del auto y se plantó frente a los hombres.—Escúchenme bien, imbéciles. Hay un niño que necesita atención médica. Si no abren esa puerta ahora mismo, les aseguro que recordarán este día por el resto de sus miserables vidas.Los hombres se miraron nerviosos, pero mantuvieron su posición.—Señora, no...Y antes de que uno de ellos pudiera terminar, Svetlana ejecutó un movimiento preciso y letal. Su pierna se elevó en una patada que impactó directamente en la mandíbula del guardia, enviándolo al suelo. Luego se giró hacia el otro, sus ojos bri
CAPÍTULO 70: INSTINTO MATERNAL.Un Maybach negro se detuvo frente al imponente hospital, la puerta trasera se abrió y Enzo descendió abrochando la chaqueta de su traje de tres piezas gris. Su rostro era una máscara de dureza y elegancia calculada. Dos de sus hombres lo siguieron de cerca, atentos a cada paso mientras él cruzaba la entrada del hospital con un propósito claro: buscar a su esposa.Alfred, su amigo, lo esperaba cerca de la recepción. Enzo apenas lo miró, su ceño fruncido mientras avanzaba hacia él.—¿Dónde está?Alfred hizo un gesto con la cabeza, señalando hacia los ascensores.—En el área de pediatría —respondió con tono neutro.Enzo se detuvo en seco, girando el rostro hacia su amigo con evidente confusión.—¿Pediatría? —repitió, como si no hubiera escuchado bien.—Sí. Te dije que estaba con un niño. Y por lo que pude averiguar, hizo bien. El chiquillo está siendo intervenido. Tenía apendicitis.La expresión de Enzo se suavizó ligeramente, aunque el resto de sus rasgo