CAPÍTULO 113: NADIE PUEDE DETENERLO.Esa noche, Enzo entró en su habitación con el rostro cansado; las sombras bajo sus ojos delataban la batalla interna que libraba. Su mente seguía atrapada en la conversación con Dima.Justo en ese momento, Svetlana salió del baño, envuelta en un camisón de seda que se ajustaba a su figura con una sensualidad que dejaba poco a la imaginación. Al ver a su marido, su rostro se iluminó, pero al instante vio la preocupación en él.—Enzo —dijo, acercándose—. Te ves agotado. ¿Qué te preocupa tanto?Enzo se dejó caer en la cama y comenzó a quitarse la camisa, revelando su torso tonificado. Svetlana se subió detrás de él con una gracia felina, ayudándole a quitarse la prenda.—Déjame ayudarte a liberar esa tensión —susurró.Mientras sus manos comenzaban a masajear sus hombros, Enzo sintió cómo el estrés se deslizaba lentamente. Svetlana se acercó más, dejando suaves besos en su cuello, dejándolo sentir su aliento cálido y provocador.—Estás tan estresado, a
CAPITULO 114: PATÉTICA.Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, Dima saboreaba su whisky con una satisfacción que le recorría las venas. La sensación de triunfo inminente vibraba en su interior como una melodía oscura y adictiva. Su plan estaba funcionando a la perfección, y pronto Enzo Bianchi estaría muerto. Después, sería el turno del estúpido de Iván. En cuanto a Svetlana, desde el momento en que la había visto, supo que la quería para él. No solo le atraía su belleza, sino lo que representaba: como hija del Pakham, tenerla a su lado consolidaría su liderazgo. Pensaba convertirla en su esposa, sin importar lo que ella quisiera. Y el niño… bueno, tendría una muerte rápida. Sonrió al imaginar el escenario, un cuadro perfecto de poder y victoria, y tomó otro sorbo de whisky, ansioso por llegar al desenlace de su obra maestra.De repente, uno de sus hombres apareció en la puerta, interrumpiendo su momento de gloria. —Señor… hay una mujer que desea verlo —informó el hombre con
CAPÍTULO 115: JUEGO MENTAL.Enzo estaba en su estudio, con el ceño fruncido y los ojos fijos en la pantalla de su computadora. Llevaba horas buscando pistas, tratando de encontrar cualquier rastro de Dima y Greta. No iba a descansar hasta que ambos estuvieran bajo tierra.Pero más allá de su odio, lo que realmente lo atormentaba era el miedo. Temía por la seguridad de su hijo y de Svetlana. Sabía que Dima era un hombre cruel y calculador, y cada minuto que pasaba sentía que el peligro se acercaba más.Mientras tanto, Cassio movía todos sus contactos en la ciudad, haciendo llamadas y reuniéndose con personas que podrían tener información. Iván, por su parte, había intentado contactar con algunos hombres en Rusia, aquellos que aún eran leales al Pakham.Pero ninguno había tenido suerte.La tensión en el ambiente era palpable, y el silencio solo hacía que la frustración creciera.De repente, el sonido de un correo electrónico rompió el silencio. Enzo levantó la mirada rápidamente hacia l
CAPÍTULO 116: SOLO DIVERSIÓN.Cassio se acercó rápidamente al monitor y señaló.—¡Allí, detén el video ahí!Enzo, que estaba justo a su lado, frunció el ceño con impaciencia.—¿Qué? ¿Qué estás viendo? —preguntó.Cassio ladeó la cabeza, mirando fijamente la pantalla.—Bueno... creo que vi el logo de un tren. No lo sé... solo adelántalo un poco más.Enzo bufó, pero hizo lo que Cassio le pidió. Avanzó el video unos segundos más, y de repente:—¡Ahí!—¡Joder, decídete! —protestó Enzo, apretando los dientes.El ambiente se tensó por un momento, pero después de que todos se calmaron, Cassio tomó aire y propuso:—Escuchen, tenemos que analizar este video. Si lo hacemos, podríamos encontrar alguna pista sobre dónde se esconde Dima.Iván, que estaba sentado en una esquina, levantó una ceja, escéptico.—¿Y qué te hace pensar que eso nos llevará a algo?Cassio señaló la pantalla, donde pausó la imagen.—Miren esto. ¿Lo ven? Es el logo de una estación de trenes...La imagen mostraba un símbolo de
CAPITULO 118: ALGO MUCHO PEOR.Enzo estaba al borde de la exasperación, caminando de un lado a otro mientras se mesaba los cabellos. Cassio lo miraba con firmeza, con los brazos cruzados y la postura tensa.—No está yendo solo, Enzo. Voy a ir contigo.—No necesito que vayas —replicó Enzo, alzando un poco la voz—. Tienes que quedarte aquí y cuidar de Lana, ya lo hablamos.Pero Cassio no parpadeó, ni retrocedió un centímetro.—Lo hablamos, sí, pero no significa que vaya a obedecerte. No pienso quedarme aquí mientras te metes en la boca del lobo. ¿Qué clase de amigo sería si lo hiciera? Voy contigo, te guste o no.Mientras la tensión crecía entre los dos, Ivan observaba desde un rincón, con los brazos cruzados. Finalmente, se decidió a intervenir.—Creo que el que debería ir soy yo. Después de todo... Dima sigue siendo mi padre, ¿no? Además, tenemos cuentas pendientes.Ambos, Enzo y Cassio, lo miraron al mismo tiempo, sorprendidos por la propuesta. Pero Enzo negó rápidamente con un gesto
CAPITULO 119: ODIA LAS PIÑAS COLADAS.El sonido de los disparos era ensordecedor. Pero Enzo y Cassio se movían como podían, cubriéndose detrás de cajas y columnas mientras devolvían el fuego.—¡Enzo, a la derecha! —gritó Cassio, disparando con precisión hacia un hombre que intentaba flanquearlos.Enzo asintió y se giró para cubrir el lado opuesto.—¡No te distraigas, Cassio! ¡Mantén la cabeza baja!Cassio soltó una carcajada seca mientras recargaba su arma.—¿Y perderme la diversión? Ni en sueños.Pero entonces sucedió. Un disparo resonó más cerca de lo habitual, y el cuerpo de Cassio se sacudió violentamente. El impacto lo hizo tambalearse hacia atrás, llevándose una mano al costado. La sangre comenzó a empapar su camisa, oscura y espesa.—¡Cassio! —gritó Enzo, corriendo hacia él mientras disparaba a ciegas para mantener a raya a los hombres de Dima.Cassio se dejó caer contra una columna, respirando entrecortadamente. Su rostro estaba pálido, pero aún mantenía una sonrisa desafiante
CAPITULO 120: CARA A CARA.Enzo abrió la puerta y se encontró con una habitación oscura. Todavía podía escuchar los disparos a lo lejos y sentir el calor de la explosión en el aire. Caminó hacia adelante con el arma levantada, atento a cualquier ruido. Pero había solo silencio.—¡Dima! —gritó —. ¡Sal de una puta vez!No hubo respuesta. Enzo avanzó más, encontrándose con un pasillo que llevaba a otra habitación.—¡Sal, maldito! ¿No querías verme? Bien, aquí estoy. ¡Sal ahora!De repente, sintió un movimiento a su derecha. Giró rápidamente, apuntando el arma hacia la sombra, pero antes de que pudiera reaccionar, sintió el frío cañón de una pistola contra su nuca. Su corazón se detuvo por un instante.—Ya te escuché, Enzo —dijo una voz fría y sarcástica —. Pero... como te dije, te falta paciencia.Enzo giró lentamente, manteniendo su arma levantada. Frente a él estaba Dima, con una sonrisa burlona en el rostro y sus ojos brillando con una diversión oscura.—¿Cómo estás? —dijo Dima, con u
CAPITULO 121: EL VERDADERO CULPABLE.El guardaespaldas de Dima soltó a Enzo con brusquedad, haciendo que su cuerpo golpeara el suelo polvoriento fuera de los túneles de la estación. A su alrededor, el panorama era desolador: los hombres de Dima estaban en pie, armados, mientras los de Enzo yacían muertos, esparcidos por el suelo.Enzo, se puso de pie. Estaba golpeado, con el rostro cubierto de sangre seca y fresca, su camisa desgarrada y el cuerpo tambaleante. Pero a pesar del dolor, sus ojos seguían fijos en Dima, llenos de rabia y determinación.Por su parte, Dima lo observó con satisfacción, como si disfrutara cada segundo de su caída. Una sonrisa malvada se formó en sus labios mientras sacaba su arma y cargaba el peine con un clic metálico.—Viniste hasta aquí por una verdad, ¿no, Enzo? —dijo, con su habitual tono burlón y despreocupado—. Bien, yo cumplo mis acuerdos. Por eso voy a decirte que, durante años, has sido un imbécil.El corazón de Enzo latió con fuerza, desesperado. Y u