CAPITULO 120: CARA A CARA.Enzo abrió la puerta y se encontró con una habitación oscura. Todavía podía escuchar los disparos a lo lejos y sentir el calor de la explosión en el aire. Caminó hacia adelante con el arma levantada, atento a cualquier ruido. Pero había solo silencio.—¡Dima! —gritó —. ¡Sal de una puta vez!No hubo respuesta. Enzo avanzó más, encontrándose con un pasillo que llevaba a otra habitación.—¡Sal, maldito! ¿No querías verme? Bien, aquí estoy. ¡Sal ahora!De repente, sintió un movimiento a su derecha. Giró rápidamente, apuntando el arma hacia la sombra, pero antes de que pudiera reaccionar, sintió el frío cañón de una pistola contra su nuca. Su corazón se detuvo por un instante.—Ya te escuché, Enzo —dijo una voz fría y sarcástica —. Pero... como te dije, te falta paciencia.Enzo giró lentamente, manteniendo su arma levantada. Frente a él estaba Dima, con una sonrisa burlona en el rostro y sus ojos brillando con una diversión oscura.—¿Cómo estás? —dijo Dima, con u
CAPITULO 121: EL VERDADERO CULPABLE.El guardaespaldas de Dima soltó a Enzo con brusquedad, haciendo que su cuerpo golpeara el suelo polvoriento fuera de los túneles de la estación. A su alrededor, el panorama era desolador: los hombres de Dima estaban en pie, armados, mientras los de Enzo yacían muertos, esparcidos por el suelo.Enzo, se puso de pie. Estaba golpeado, con el rostro cubierto de sangre seca y fresca, su camisa desgarrada y el cuerpo tambaleante. Pero a pesar del dolor, sus ojos seguían fijos en Dima, llenos de rabia y determinación.Por su parte, Dima lo observó con satisfacción, como si disfrutara cada segundo de su caída. Una sonrisa malvada se formó en sus labios mientras sacaba su arma y cargaba el peine con un clic metálico.—Viniste hasta aquí por una verdad, ¿no, Enzo? —dijo, con su habitual tono burlón y despreocupado—. Bien, yo cumplo mis acuerdos. Por eso voy a decirte que, durante años, has sido un imbécil.El corazón de Enzo latió con fuerza, desesperado. Y u
CAPITULO 122: ¡NO TE ATREVAS A DEJARME!Svetlana se quedó paralizada por un instante, el disparo aún resonando en su mente, pero cuando vio a Enzo desplomarse en el suelo, algo en su interior se rompió. Sus piernas reaccionaron antes que su mente, y salió corriendo hacia él, gritando con toda la fuerza de su alma:—¡Enzo! ¡No! ¡Dios, no!Se arrodilló a su lado y sus manos temblorosas buscaron su rostro. La camisa blanca de Enzo ahora era un lienzo rojo, con la sangre brotando de una herida en su pecho.—¡No, no, no, Enzo! —balbuceó, sus lágrimas cayendo sobre él mientras intentaba cubrir la herida con sus manos—. ¡Todo va a estar bien! ¡Vas a estar bien, te lo juro! ¡Te lo juro!Enzo abrió los ojos apenas un poco. Pero su respiración era irregular, débil, y cuando intentó hablar, apenas se escuchó un susurro:—Amore...—¡Shhh! —ella lo interrumpió, desesperada—. ¡No hables! No gastes fuerzas, ¿me oyes? ¡No lo hagas! Vamos a sacarte de aquí. ¡Por favor, no te atrevas a dejarme!Su voz
CAPÍTULO 123: TIENES QUE VIVIR.En el hospital, Svetlana caminaba de un lado a otro en la sala de espera. Sus pasos eran rápidos y erráticos, casi tanto como el torbellino de emociones en su interior. Su ropa seguía manchada con la sangre de Enzo, y sus manos temblaban, no podía respirar con normalidad. Su pecho subía y bajaba rápidamente mientras las lágrimas le quemaban los ojos. Se aferraba a la esperanza de que alguien saliera de esa maldita puerta y le dijera que Enzo iba a estar bien, que todo iba a pasar como una pesadilla más. Pero con cada minuto que pasaba, la espera la devoraba viva.—¿Por qué no dicen nada? —susurró para sí misma, con la voz rota de dolor.Sus ojos, rojos e hinchados de tanto llorar, miraban cada pocos segundos hacia las puertas del quirófano, esperando algún movimiento.—¡Esto es culpa mía! —dijo de repente, rompiendo el silencio.Iván, sentado en una de las sillas, la miró sin saber que decir o que hacer, en un momento como ese, en el que vives la incer
CAPITULO 124: LE HARÉ PAGAR.Iván intentaba calmar a Svetlana, que aún sollozaba contra su pecho. Sus manos le acariciaban la espalda con torpeza, buscando reconfortarla aunque no sabía cómo. El silencio del hospital era roto únicamente por los murmullos distantes de los pasillos y el peso de su respiración entrecortada.De repente, el sonido de su teléfono rompió ese frágil momento. Iván tensó los hombros y sacó el dispositivo de su bolsillo con rapidez. Contestó de inmediato.—¿Sí?—Señor... —la voz masculina del otro lado era tensa, nerviosa—. Habla Giulio.—¿Qué pasa? —preguntó Iván, apartándose apenas de Svetlana, aunque sus ojos seguían atentos a ella.—Cassio... y otros hombres heridos. Están siendo tratados en el hospital Saint Juda ahora mismo.Iván cerró los ojos y apretó los labios, soltando una maldición por lo bajo. Se pasó una mano por la cara, cansado, mientras una sensación de frustración comenzaba a apoderarse de él. Svetlana, que había levantado la cabeza al notar el
CAPITULO 125: LO UNICO QUE NECESITABA.Una semana después, Iván apareció con nueva información importante. Fue la única razón por la que Svetlana se apartó del lado de Enzo, pero antes de irse, dejó órdenes claras para que él permaneciera protegido, rodeado de hombres de confianza. No podía arriesgarse a que Dima intentara algo más.Cuando entró al estudio de la mansión, Iván ya estaba ahí, sentado tras el escritorio con expresión seria. Un sobre descansaba frente a él.—Ok, dime qué tienes —dijo Svetlana mientras tomaba asiento frente a él, dándole una mirada afilada.Iván abrió el sobre y sacó una fotografía, que deslizó sobre el escritorio hacia ella. Svetlana tomó la imagen y la observó con atención. Era un hombre de unos cuarenta años, con cabello gris corto y una cicatriz profunda sobre la ceja derecha.—Se llama Renato Rodríguez —comenzó Iván—. Es miembro de un cartel de México, lleva años haciendo negocios en el mercado negro. Y Dima planea cerrar una venta con él en un mes, l
CAPITULO 126: CAZADOR CONVERTIDO EN PRESA.Después de despertar, la recuperación de Enzo fue sorprendentemente satisfactoria. El médico, mientras revisaba sus signos vitales, se permitió una sonrisa llena de asombro. Svetlana, con el corazón todavía acelerado, no pudo contener las lágrimas de gratitud. Una y otra vez agradeció en silencio que Dios hubiera escuchado sus oraciones. Pero, a pesar de esa luz de esperanza, la sombra de Dima seguía pesando sobre ellos. Nada se había resuelto, y el peligro permanecía.Y esa tarde, en la habitación de hospital, Enzo y Svetlana discutían con una intensidad que iba en aumento.—Lana, lo dejaré en claro: tú no vas a enfrentarte a Dima sola. Eso no va a pasar —dijo Enzo con firmeza.Svetlana resopló, frustrada.—Enzo, puedo manejarlo. Puedo vencerlo. Además, Ivan irá conmigo. No estaré sola.Enzo se acomodó en el sofá al pie de la cama, cruzando los brazos con un gesto testarudo.—Dije que no. No voy a dejar que te pongas en riesgo así.Svetlana
CAPITULO 127: LINDA BIENVENIDA.Dima la miró con furia, dándose cuenta de que había caído en una trampa.—¡¿Qué crees que estás haciendo?! —espetó, alzando la voz—. ¿Tienes idea de con quién estás jugando?Svetlana dio un paso más cerca, hasta quedar a unos pocos metros de él. Sus ojos se clavaron en los de Dima con una intensidad que lo hizo retroceder ligeramente.—Oh, claro que lo sé. —se rio fríamente—. Estoy jugando con un hombre que creyó que podía destruir mi vida. Y ahora, yo estoy aquí para destruir la tuya.Dima intentó dar un paso hacia ella, pero los hombres de Svetlana lo detuvieron de inmediato, apuntándole directamente al pecho.—Esto no va a terminar bien para ti, Svetlana. —Intentó sonar amenazante, pero había un leve temblor en su voz.Ella inclinó la cabeza, como si lo estudiara con curiosidad. Luego, se acercó un poco más, quedando lo suficientemente cerca como para que él pudiera sentir su presencia, pero no tanto como para permitirle reaccionar.—Oh, Dima… —susur