CAPÍTULO 115: JUEGO MENTAL.Enzo estaba en su estudio, con el ceño fruncido y los ojos fijos en la pantalla de su computadora. Llevaba horas buscando pistas, tratando de encontrar cualquier rastro de Dima y Greta. No iba a descansar hasta que ambos estuvieran bajo tierra.Pero más allá de su odio, lo que realmente lo atormentaba era el miedo. Temía por la seguridad de su hijo y de Svetlana. Sabía que Dima era un hombre cruel y calculador, y cada minuto que pasaba sentía que el peligro se acercaba más.Mientras tanto, Cassio movía todos sus contactos en la ciudad, haciendo llamadas y reuniéndose con personas que podrían tener información. Iván, por su parte, había intentado contactar con algunos hombres en Rusia, aquellos que aún eran leales al Pakham.Pero ninguno había tenido suerte.La tensión en el ambiente era palpable, y el silencio solo hacía que la frustración creciera.De repente, el sonido de un correo electrónico rompió el silencio. Enzo levantó la mirada rápidamente hacia l
CAPÍTULO 116: SOLO DIVERSIÓN.Cassio se acercó rápidamente al monitor y señaló.—¡Allí, detén el video ahí!Enzo, que estaba justo a su lado, frunció el ceño con impaciencia.—¿Qué? ¿Qué estás viendo? —preguntó.Cassio ladeó la cabeza, mirando fijamente la pantalla.—Bueno... creo que vi el logo de un tren. No lo sé... solo adelántalo un poco más.Enzo bufó, pero hizo lo que Cassio le pidió. Avanzó el video unos segundos más, y de repente:—¡Ahí!—¡Joder, decídete! —protestó Enzo, apretando los dientes.El ambiente se tensó por un momento, pero después de que todos se calmaron, Cassio tomó aire y propuso:—Escuchen, tenemos que analizar este video. Si lo hacemos, podríamos encontrar alguna pista sobre dónde se esconde Dima.Iván, que estaba sentado en una esquina, levantó una ceja, escéptico.—¿Y qué te hace pensar que eso nos llevará a algo?Cassio señaló la pantalla, donde pausó la imagen.—Miren esto. ¿Lo ven? Es el logo de una estación de trenes...La imagen mostraba un símbolo de
CAPITULO 118: ALGO MUCHO PEOR.Enzo estaba al borde de la exasperación, caminando de un lado a otro mientras se mesaba los cabellos. Cassio lo miraba con firmeza, con los brazos cruzados y la postura tensa.—No está yendo solo, Enzo. Voy a ir contigo.—No necesito que vayas —replicó Enzo, alzando un poco la voz—. Tienes que quedarte aquí y cuidar de Lana, ya lo hablamos.Pero Cassio no parpadeó, ni retrocedió un centímetro.—Lo hablamos, sí, pero no significa que vaya a obedecerte. No pienso quedarme aquí mientras te metes en la boca del lobo. ¿Qué clase de amigo sería si lo hiciera? Voy contigo, te guste o no.Mientras la tensión crecía entre los dos, Ivan observaba desde un rincón, con los brazos cruzados. Finalmente, se decidió a intervenir.—Creo que el que debería ir soy yo. Después de todo... Dima sigue siendo mi padre, ¿no? Además, tenemos cuentas pendientes.Ambos, Enzo y Cassio, lo miraron al mismo tiempo, sorprendidos por la propuesta. Pero Enzo negó rápidamente con un gesto
CAPITULO 119: ODIA LAS PIÑAS COLADAS.El sonido de los disparos era ensordecedor. Pero Enzo y Cassio se movían como podían, cubriéndose detrás de cajas y columnas mientras devolvían el fuego.—¡Enzo, a la derecha! —gritó Cassio, disparando con precisión hacia un hombre que intentaba flanquearlos.Enzo asintió y se giró para cubrir el lado opuesto.—¡No te distraigas, Cassio! ¡Mantén la cabeza baja!Cassio soltó una carcajada seca mientras recargaba su arma.—¿Y perderme la diversión? Ni en sueños.Pero entonces sucedió. Un disparo resonó más cerca de lo habitual, y el cuerpo de Cassio se sacudió violentamente. El impacto lo hizo tambalearse hacia atrás, llevándose una mano al costado. La sangre comenzó a empapar su camisa, oscura y espesa.—¡Cassio! —gritó Enzo, corriendo hacia él mientras disparaba a ciegas para mantener a raya a los hombres de Dima.Cassio se dejó caer contra una columna, respirando entrecortadamente. Su rostro estaba pálido, pero aún mantenía una sonrisa desafiante
CAPITULO 120: CARA A CARA.Enzo abrió la puerta y se encontró con una habitación oscura. Todavía podía escuchar los disparos a lo lejos y sentir el calor de la explosión en el aire. Caminó hacia adelante con el arma levantada, atento a cualquier ruido. Pero había solo silencio.—¡Dima! —gritó —. ¡Sal de una puta vez!No hubo respuesta. Enzo avanzó más, encontrándose con un pasillo que llevaba a otra habitación.—¡Sal, maldito! ¿No querías verme? Bien, aquí estoy. ¡Sal ahora!De repente, sintió un movimiento a su derecha. Giró rápidamente, apuntando el arma hacia la sombra, pero antes de que pudiera reaccionar, sintió el frío cañón de una pistola contra su nuca. Su corazón se detuvo por un instante.—Ya te escuché, Enzo —dijo una voz fría y sarcástica —. Pero... como te dije, te falta paciencia.Enzo giró lentamente, manteniendo su arma levantada. Frente a él estaba Dima, con una sonrisa burlona en el rostro y sus ojos brillando con una diversión oscura.—¿Cómo estás? —dijo Dima, con u
CAPITULO 121: EL VERDADERO CULPABLE.El guardaespaldas de Dima soltó a Enzo con brusquedad, haciendo que su cuerpo golpeara el suelo polvoriento fuera de los túneles de la estación. A su alrededor, el panorama era desolador: los hombres de Dima estaban en pie, armados, mientras los de Enzo yacían muertos, esparcidos por el suelo.Enzo, se puso de pie. Estaba golpeado, con el rostro cubierto de sangre seca y fresca, su camisa desgarrada y el cuerpo tambaleante. Pero a pesar del dolor, sus ojos seguían fijos en Dima, llenos de rabia y determinación.Por su parte, Dima lo observó con satisfacción, como si disfrutara cada segundo de su caída. Una sonrisa malvada se formó en sus labios mientras sacaba su arma y cargaba el peine con un clic metálico.—Viniste hasta aquí por una verdad, ¿no, Enzo? —dijo, con su habitual tono burlón y despreocupado—. Bien, yo cumplo mis acuerdos. Por eso voy a decirte que, durante años, has sido un imbécil.El corazón de Enzo latió con fuerza, desesperado. Y u
CAPITULO 122: ¡NO TE ATREVAS A DEJARME!Svetlana se quedó paralizada por un instante, el disparo aún resonando en su mente, pero cuando vio a Enzo desplomarse en el suelo, algo en su interior se rompió. Sus piernas reaccionaron antes que su mente, y salió corriendo hacia él, gritando con toda la fuerza de su alma:—¡Enzo! ¡No! ¡Dios, no!Se arrodilló a su lado y sus manos temblorosas buscaron su rostro. La camisa blanca de Enzo ahora era un lienzo rojo, con la sangre brotando de una herida en su pecho.—¡No, no, no, Enzo! —balbuceó, sus lágrimas cayendo sobre él mientras intentaba cubrir la herida con sus manos—. ¡Todo va a estar bien! ¡Vas a estar bien, te lo juro! ¡Te lo juro!Enzo abrió los ojos apenas un poco. Pero su respiración era irregular, débil, y cuando intentó hablar, apenas se escuchó un susurro:—Amore...—¡Shhh! —ella lo interrumpió, desesperada—. ¡No hables! No gastes fuerzas, ¿me oyes? ¡No lo hagas! Vamos a sacarte de aquí. ¡Por favor, no te atrevas a dejarme!Su voz
CAPÍTULO 123: TIENES QUE VIVIR.En el hospital, Svetlana caminaba de un lado a otro en la sala de espera. Sus pasos eran rápidos y erráticos, casi tanto como el torbellino de emociones en su interior. Su ropa seguía manchada con la sangre de Enzo, y sus manos temblaban, no podía respirar con normalidad. Su pecho subía y bajaba rápidamente mientras las lágrimas le quemaban los ojos. Se aferraba a la esperanza de que alguien saliera de esa maldita puerta y le dijera que Enzo iba a estar bien, que todo iba a pasar como una pesadilla más. Pero con cada minuto que pasaba, la espera la devoraba viva.—¿Por qué no dicen nada? —susurró para sí misma, con la voz rota de dolor.Sus ojos, rojos e hinchados de tanto llorar, miraban cada pocos segundos hacia las puertas del quirófano, esperando algún movimiento.—¡Esto es culpa mía! —dijo de repente, rompiendo el silencio.Iván, sentado en una de las sillas, la miró sin saber que decir o que hacer, en un momento como ese, en el que vives la incer