CAPITULO 59: SE QUE MIENTE.Ambos fueron un lío de miembros y respiraciones agitadas mientras ella le quita la camisa, Enzo le arrancó el suéter gris ajustado a su piel. Lana apenas habia conseguido quitarle el cinturón cuando la empujó de nuevo contra la barra. Jadeó sorprendida cuando Enzo le bajó los vaquero hasta los tobillos, incluyendo sus bragas, luego fue por el sujetador y en el momento en que estuvo desnuda, dio un paso atrás admirando su cuerpo.―Eres jodidamente gloriosa ―susurró pasando un trago y con la entrepierna doliendo.Lana le dio una sonrisa provocadora al momento que abria las piernas lentamente y dejo que una mano bajara entre sus muslos. Si Enzo fuera un hombre más joven y menos experimentado, habría entrado en erupción allí mismo ante la visión de la mujer que le ha robado el sueño por meses, apenas está aguantando.—Es solo sexo —murmuró, Lana con una sonrisa fingidamente fría—. No lo confundas con nada más. Me deseas… te deseo…Enzo se quedó inmóvil por un i
CAPÍTULO 60: PLAN DE ESCAPE.La habitación estaba envuelta en un silencio elegante, interrumpido solo por el leve crujido de la chimenea encendida. Fiodor, con su cabello canoso bien peinado hacia atrás, permanecía de pie junto a la cuna. Observaba al pequeño bebé dormido, con su pecho subiendo y bajando al ritmo de sus inocentes suspiros.Se llevó una mano a la boca, intentando silenciar la tos que rasgaba su garganta. Había empeorado en los últimos meses, lo sabía, pero no podía dejar que eso lo distrajera.Bajó la mirada al niño nuevamente y sintió cómo su corazón se llenaba de orgullo. «Él será el próximo Pahkam», la sombra de una sonrisa adornó sus labios. «Pero necesito más tiempo… más tiempo para enseñarle todo lo que necesita saber».Sus ojos se suavizaron, y el pensamiento de Svetlana, su hija, cruzó su mente.—Tu madre aprendió rápido —murmuró con un tono cálido, como si el pequeño pudiera escucharlo—. Estoy seguro de que será una gran líder.Se quedó unos segundos más en si
CAPÍTULO 61: COBRO DE DEUDAS.Iván estaba sentado frente a su padre, con los brazos cruzados y la mandíbula tensa. La tensión en la habitación era palpable. Entonces, el teléfono de Iván vibró sobre la mesa, rompiendo el silencio. Él frunció el ceño al ver un número desconocido en la pantalla. Dudó un momento antes de contestar.—¿Bueno?—¿Iván? —La voz al otro lado de la línea fue casi un susurro, pero él la reconoció de inmediato.Se puso de pie tan rápido que la silla detrás de él rechinó contra el suelo.—¡Svetlana! —murmuró con urgencia—. ¿Dónde estás? ¿Cómo estás? ¿Qué te hizo ese desgraciado?—Iván, no tengo mucho tiempo para hablar, pero estoy bien —respondió ella rápidamente, con un tono que intentaba sonar firme, aunque él notó el nerviosismo en sus palabras.La impotencia lo invadió, y sintió cómo el nudo en su pecho se apretaba. Saber que Enzo estaba cerca de ella hacía que su sangre hirviera.—Voy por ti ahora mismo. —Su voz fue baja, pero cargada de una furia que casi qu
CAPÍTULO 62: CENA FORZADA.De nuevo en la habitación, Svetlana caminaba de un lado a otro, inquieta. La puerta se abrió de golpe y Enzo entró cargando un par de bolsas en las manos.—¿Qué es eso? —preguntó ella, fingiendo indiferencia.—Es la ropa que usarás esta noche.—¿Ropa para qué?—Para cenar. Juntos. —Él le dio una sonrisa ladeada—. Como un lindo matrimonio.Por un momento, Svetlana no dijo nada. Parpadeó, confusa, como si intentara descifrar si él estaba bromeando. Luego, su expresión se transformó en un desafío evidente. Sus ojos brillaron con esa chispa que a Enzo tanto le divertía y le irritaba a partes iguales. Se cruzó de brazos y arqueó una ceja con actitud.—Perfecto. Así corro el riesgo de acuchillarte durante la cena.Enzo dejó escapar una risa grave que mezclaba satisfacción y diversión oscura, tomó las bolsas y las dejó sobre la cama con deliberada lentitud.—No hagas promesas que no podrás cumplir, amore —dijo—. Y si de repente se te ocurre rechazar estas bolsas, d
CAPÍTULO 63: ¡JODIDAMENTE MÍO!Lana sintió cómo sus sentidos comenzaban a traicionarla. La habitación parecía cerrarse a su alrededor, y su cuerpo, normalmente ágil y fuerte, se volvía pesado, como si el aire mismo se convirtiera en plomo. Miró a Enzo, que permanecía tranquilo, imperturbable.—¿Qué me hiciste? —logró preguntar, su voz cargada de un miedo que intentó ocultar sin éxito—. ¿Qué me diste?Enzo se levantó lentamente y caminó hacia ella con la seguridad de un depredador acercándose a su presa. Se detuvo detrás de su silla, inclinándose para susurrarle al oído con una mezcla de frialdad y seducción que le heló la sangre.—¿Dónde está mi hijo, Svetlana? —dijo con voz grave y controlada.Lana luchó por mantenerse firme, pero las palabras comenzaron a escapar de sus labios como si no le pertenecieran.—Deberías haber sido fiel —susurró ella, casi como un lamento—. Debiste esperarme… y también a él.En cuanto lo dijo, quiso tragarse las palabras. Sus ojos se abrieron de golpe al
CAPÍTULO 64: SIN CLÁUSULAS, SIN SALIDAS.Svetlana sintió el ardor de las lágrimas queriendo brotar, pero las contuvo. Fiodor se lo había repetido una y otra vez durante los primeros meses: las lágrimas eran una prueba de debilidad.—Слёзы бесполезны, дочь. (Las lágrimas no sirven de nada, hija.)Había dedicado días, semanas y meses a entrenarse para bloquear esas emociones, a borrar a Enzo de su mente. Pero él, con una sola mirada, había deshecho todo su arduo trabajo. A pesar de todo, debía intentarlo. Si no era por ella, sería por su hijo. Él era lo único que había hecho bien en su vida, y haría lo que fuera necesario para protegerlo.Sacudió la cabeza, decidida.—No es tuyo, Enzo. No eres más que mi donante de esperma.La mandíbula de Enzo se tensó, y sus ojos azules ardieron con furia.—Ese niño… lo llevé en mi estómago durante nueve meses. Lo alimenté con mi propio cuerpo. Dormí a su lado y calmé sus pesadillas, hasta el momento en que me arrancaste de las montañas y me enjaulast
CAPÍTULO 65: UNA JAULA DE ORO.Durante todo el viaje en el avión, Enzo y Svetlana no cruzaron palabras. Cada uno estaba sumido en sus propios pensamientos, atrapado en un mar de emociones y recuerdos. Lana miraba por la ventana, observando las nubes que pasaban rápidamente, pero su mente estaba lejos, estaba en su bebé.Lo extrañaba profundamente, y la idea de que Enzo pretendiera buscarlo la llenaba de inquietud. ¿Iniciaría una guerra para traerlo de vuelta? Su mente trabajaba desesperadamente en una salida, una forma de escapar. Estaba segura de que tanto ella como su bebé tenían que irse definitivamente de ese oscuro mundo al que había sido condenada.Por otro lado, Enzo luchaba con sus propios sentimientos.Pensaba en el bebé, en la felicidad que le daba saber que ahora tenía un hijo. Un pequeño llevaba su sangre, y esa sola idea lo llenaba de ilusión. Sin embargo, la ira lo consumía al recordar cómo la mujer que amaba, por quien sería capaz de dar la vida, le había mentido tan fr
CAPÍTULO 66: ELLA O YO.Después de entrar en la habitación, Lana se dio cuenta de que era la de Enzo. Las cosas personales de él y todo en ella gritaban masculinidad. La decoración era sobria y elegante, con muebles oscuros de madera maciza, y el aroma a cuero y sándalo impregnaba el aire.La cama, amplia y cubierta con sábanas negras de satén, parecía haber sido el escenario de muchas noches de pasión. Y de repente, imágenes de Enzo y Greta juntos en esa misma cama invadieron la mente de Lana, provocándole náuseas. Sus manos se cerraron y el dolor en su pecho era sordo. Los celos y el dolor se entrelazaban en su interior, formando un nudo imposible de deshacer.Parpadeó varias veces, tratando de evitar llorar, tragándose su rabia. Respiró profundo y se consoló con el pensamiento de que pronto volvería a ver a su bebé.Esa idea le dio fuerzas para mantenerse firme.De repente, la puerta se abrió y se giró solo para ver a Enzo de pie mirándola. Manteniendo la dureza en su rostro, ella