Efusivas todas nos saludamos y las chicas enseguida quisieron salir, pero las detuve aún teníamos que esperar, Aimé estaba en la terraza pegada al móvil, ella no perdía tiempo, entretuve a las chicas por unos minutos, pero la que faltaba no tardó en entrar.

Una vez todas juntas salimos del lugar dejando a Giuseppe a cargo de todo, aun ni siquiera era hora del almuerzo, pero se me hacía que esto fuese algo grande por lo que me deje hacer.

Una limusina nos esperaba afuera, no estábamos solas, la seguridad de Aimé nos seguiría, pero cuando tomamos el camino contrario a la ciudad me di cuenta de que nos iríamos al aeropuerto, allí nos guiaron al acceso privado y sin mucho papeleo subimos al avión privado familiar, allí compartimos algunas copas de champagne antes de descender en Roma, allí en otra limusina nos dirigimos a una hermosa tienda, una tienda de vestidos.