Júpiter Amato Había bebido toda la tarde, estaba en mi oficina y de allí no me quería mover, repasaba en mi cabeza el beso de esta mañana, el rechazo que me había dolido tanto, suelto un suspiro y nuevamente bebo de mí vaso al seco, camino hasta el bar y ya no queda nada para beber, mi móvil no para de sonar, así ha pasado desde temprano, pero no quiero hablar con nadie. Abro la puerta de mi despacho y no hay nadie, busco en la oficina de insumos y no encuentro más licor, camino de vuelta a mi oficina y me dejo caer en el sillón, allí trato de descansar, pero quiero seguir bebiendo, mi mente no me deja tranquilo, las ganas de callar mis pensamientos hacia Esmeralda no me permiten descansar. – ¡Maldita m****a! – rezongo y escucho como el elevador se abre, debe ser o mi primo o Verona, pero para mi sorpresa es mi padre, se me queda viendo y se acerca a mí, se sienta frente a mí y esboza una sonrisa. – ¿Cómo te fue anoche? – pregunta como burlándose, luego suelta una carcajada y yo vo
Esmeralda Desperté, adolorida, con un amargo sabor en la boca y con un ruido en los oídos que cada vez se hacía más fuerte, abrí los ojos y las paredes blancas me abrumaron, trate de sentarme, pero uno de los costados de mi cuerpo dolía y a la vez estaba dormido, me quede recostada por un momento más, tratando de recordar dónde estaba y de repente el sonido de un disparo me sobre salto, lo recuerdo. Inquirí que estaba en un hospital, busqué el timbre para llamar a la enfermera y no me costó dar con él, cuando ella entró enseguida llamó al doctor quien luego de revisarme me comento lo que había sucedido. Un disparo rozó mi costado derecho, provocando que perdiera algo de sangre, eso no ayudó que estuviera algo baja en mi peso. Luego de reprenderme por no llevar una dieta saludable, siendo chef, me comentó que debía guardar algo de reposo, y que mi familia había pedido que me sedaron por la noche, asentí, sabía que si las chicas habían decidido eso era porque me conocían mucho como pa
Júpiter Amato Algunos días habían pasado desde que hable con Esmeralda, y aunque me doliera aceptarlo, ella tenía razón, no puedo pretender que mienta cuando se trata de nuestro matrimonio, ella no lo sabía, creo que ni siquiera se le había pasado por la cabeza casarse en algún momento. Suelto un suspiro y sigo revisando mis documentos, a pesar de estar casi a fin de año, los negocios no descansan, por ello prefiero estar en mi oficina. Tengo pendientes varias reuniones, no he querido salir del país por ella, pero creo que esto no avanzara, ella tiene su carácter y yo el mío, chocamos en muchas cosas, creo que lo mejor sería abordar este tema lo más pasivamente posible. Por lo pronto me sumiría en mi trabajo, no quería estar en casa, haya había invitados que no deseaba ver, mi padre había invitado a los Ivanov a cenar con nosotros el día de año nuevo, por lo que tendría a Vitali, mi amigo, y a Milenka, prima de él e hija del amigo de mi padre. – Te veo distraído ¿pasa algo, querido
Esmeralda Envié el mensaje y luego deje el móvil sobre la mesa, habíamos terminado de atender y luego habíamos comido en el mismo restaurante, las chicas se habían bebido casi toda una botella de tequila y Vodka las estaba subiendo al carro, por mi lado me iría en mi carro, ya que llevaba algunas cosas para comer al otro día. Me rehusaba a cocina el primer día del año, por lo que esa noche había cocinado para dos días, terminé de subir todo al carro y partí tras del carro de Vodka, rápido llegamos a nuestro edificio y luego de aparcar y subir a las chicas bajamos por la comida, grande fue mi sorpresa cuando de la recepción me llamaron e informaron que tenía una visita. – Es tu esposo – advirtió Vodka – estuvo en la pastelería más temprano, poco antes de que cerráramos. Creo que es necesario que hablen – se me quedó viendo – yo me hago cargo de todo, pero en este caso hablen en serio, no discutan – asentí. – Lo haré – presioné el botón con el número uno en el ascensor – te llamo cua
Júpiter Amato Maneje directo a casa una vez que la deje en la puerta de su edificio y la vi entrar, habíamos tenido una salida, realmente fue agradable, no peleamos, no discutimos e incluso pude pedirle lo de los anillos, pensé que se negaría, pensé que me los lanzaría por la cabeza, que se enojaría, me había puesto en un sin número de probabilidades, pero jamás en una en donde Esmeralda fuera tan comprensiva y se pudiera dar cuenta de que yo si llevaba los anillos. Aparque mi carro y entre a la casa, pase directamente hasta mi habitación, allí entre y lance mi abrigo al sillón que tenía al lado de mi cama, pero me di cuenta de que alguien estaba acostado en mi cama, no me acerque más, solo retrocedí y me fui directamente hasta la habitación de mi padre, allí estaba él y tía Verona tomando el té, ya estaban despiertos, me sorprendía. – Llegó el señorito – dijo mi padre, animado, bastante animado – buenos días ¿Cómo está mi nuera? – ni siquiera preguntó por mí, eso provocó mi risa en
Esmeralda Llevaba un par de horas trabajando, Rubí y Zafiro habían vuelto a la universidad por lo que la carga de trabajo había vuelta a ser la misma, en la oficina Diamante entrevistaba a un par de personas, necesitábamos un administrador nuevo y una segunda chef, desde un tiempo a esta parte he querido hacer un curso de cocina más, por lo que necesitaré tarde libres, sumado a eso me gustaría descansar un poco. Por otra parte, me había comprometido con Júpiter a tener más tiempo para salir, últimamente salíamos, pero porque él pasaba por mí a trabajo, salíamos a caminar por ahí, o a tomar un café y con eso nos conformábamos, pero quería más, y era evidente que él también lo deseaba. Poco a poco me había acostumbrado a él, a tenerlo cerca, a contestar sus mensajes, sus llamadas, o solo hablar y aprecias su compañía, me parecía algo increíble que en tan poco tiempo me haya acostumbrado a él y me siga sorprendiendo con sus detalles, o solo sus llamadas, siendo sincera pensé que luego
Júpiter Amato Nervioso, como un niñato, esperaba que la hora de ir por mi cita, era increíble cómo podía haber hecho tanto en un día ¡ni siquiera trabaje! Me dolía el estómago, había perdido las llaves de mi coche y me paseaba buscándolas de un lado a otro de mi habitación, solo había contestado a Esmeralda hoy mi móvil, pero tenía muchos mensajes, no quería que mi buen ánimo cayera, por lo que no quise saber de nada ni nadie más. – Dejarás un hoyo en el piso si sigues haciéndote de esa forma ¿Qué pasa? No es tu primera cita como para que estés nervioso – Verona entró bromeando a la habitación, tratando de apaciguar mi evidente nerviosismo. – No encuentro mis llaves – le digo, mientras desarmo mi cama buscándolas allí nuevamente – ni las del carro, ni las de la casa … – ¿estas? – pregunta y me giro a verlas, ella las tiene en las manos y yo asiento – estaban aquí – dice palmeando el buró - ¿Dónde tienes la cabeza sobrino? – suelto el aire de mis pulmones y tomó las llaves de sus ma
Esmeralda Hasta el momento todo estaba salido a pedir de boca, habíamos paseado, hablado y ahora estábamos cenando, todo era lindo, algo exclusivo y demasiado lujoso para mi gusto, pero él era quien me invitó y se había esforzado para hacer de esta velada algo perfecto, eso se lo debía o más bien me gustaba que sintiera que tenía darme lo mejor, mi amor propio lo aplaudía de pie y vitoreando como camionero, o como Rubí y Diamante lo hacen cuando salimos de compras. Reí sin querer y él tomó mi mano preguntándome ¿Cómo estaba todo? A lo que respondí positivamente, la verdad es que su compañía me agradaba, Júpiter me había demostrado que no solo era un excéntrico millonario, rodeado de lujos y derrochador, era un empresario inteligente, con sentido común, los pies sobre la tierra y que anteponía a su familia por, sobre todo, y eso era algo digno de admiración. Cuando ya estábamos por acabar de cenar, se me ocurrió algo y quise proponérselo. – Todo es muy agradable – dije y él me sonri