Capítulo veintiocho: Necesidades, sentimientos y derechosHabía estado practicando ese mismo discurso durante toda la mañana, por lo que Teresa se dijo que no tenía motivo alguno para romper a llorar. Pensó que ya era poco atractiva, como para añadir unos ojos y unos labios irritados. Además, Ermine había aparecido en la puerta con una bandeja que contenía platos con fruta, huevos, queso, tostadas y un pedazo de tarta. Ermine la miraba entristecida.Con rapidez se enjugó las lágrimas, vio que Angelo le quitaba la bandeja a Ermine de las manos y le daba las gracias.—Come, Teresa —ordenó Angelo con un tono que no dejaba lugar para argumentos. En silencio, la joven tomó uno de los platos y lo invitó para que comiera también él—No, gracias, no tengo apetito.Su negativa no la sorprendió, pues hacía mucho tiempo que no comían juntos y mucho más todavía que no habían disfrutado de una comida sin rencor y amargura. Se sirvió el pedazo de tarta y lo probó.Fue Angelo el que rompió el silenc
Capítulo veintinueve: ¿Volverás?—Sí... no... —confundida, se obligó a mirarlo a los ojos. Habían transcurrido muchos meses desde la última vez que él disfrutó de su cuerpo. Sin embargo, recordaba la joven, hubo un tiempo en que él fue su amo y un esclavo para ella, a la vez— ¡Oh, esta situación es imposible! —gritó Teresa con angustia— ¡El divorcio hubiera sido una solución mucho más conveniente para ambos!—No, desde mi punto de vista –opinó Angelo— Soy hombre de palabra y prometí aceptarte, para bien o para mal, hasta la muerte.—Las cosas cambian... le indicó Teresa y bajó la vista, pues no podía soportar el dolor que le producía su mirada de censura. Angelo también había prometido que la amaría y eso no incluía que tomara a Angélica Andronicos como amante.—Pero no todo —señaló Angelo— Entonces, ¿todavía tienes intención de vivir cerca de aquí, cuando pueda encontrarte una propiedad adecuada, y ver a los mellizos con regularidad? —ella asintió— ¿No tienes intención de volver a In
Capítulo treinta: Petición inesperada—¿Volverás pronto con nosotros, mamá? —preguntó Victoria. Esa era la pregunta que más temía Teresa. Durante todos esos meses, los niños parecían haber aceptado sus idas y venidas, pero en el fondo del corazón, ella siempre había sabido que sólo era cuestión de tiempo.—Oh, estaré muy cerca —explicó de inmediato— En realidad, tenemos que hacer muchos planes. ¡Puede ser muy excitante para todos nosotros! —intentó comunicar a sus palabras un tono de optimismo, algo que estaba muy lejos de sentir.—¿Todavía estás enfadada con papá? —le preguntó Stefano. —No, por supuesto que no, yo... —confundida, sólo pudo pensar que no sería conveniente informarles acerca del estado de su relación, puesto que de esa manera podría preocuparlos— ¡Pues antes le gritabas! —la acusó su hijo.–¡Él le gritaba a mamá! —intervino Victoria— Gina ponía la música muy fuerte, aunque de todas maneras escuchábamos los gritos.—Las voces de las personas siempre se escuchan muy alt
Capítulo treinta y uno: Me robaste mi hombría—¡Eso es ridículo! —exclamó Teresa y lo miró sorprendida—. ¿Cómo podría ir a algún lado contigo? ¡Soy tu ex mujer! —Sólo estamos separados —la corrigió Angelo con frialdad—. Eso no significa que no podamos cooperar. El tribunal fijó límites, es verdad, pero porque nosotros le pedimos que lo hiciera. Si por mutuo acuerdo decidimos cruzar esos límites, no seremos penalizados por ello —levantó una ceja, invitándola a que hiciera algún comentario, pero al ver que ella no respondía, añadió—: Supongo que ya les has dicho a los niños que van a seguir juntos. Como Stefano sabe que tengo la intención de llevarlo a Capri, Victoria supondrá que ella también irá a la isla. La solución es simple. Como estarás conmigo, el novio de Gina no pondrá ninguna objeción para que ella nos acompañe. Ella se hará cargo de los niños y tú y yo podremos dedicarnos a nuestros respectivos asuntos. Además... —la recorrió con la mirada— me parece que necesitas unas vaca
Capítulo treinta y dos: Loca por completoTeresa salió como un bólido de la villa sin responder a las palabras de Angelo, sin tan siquiera esperar la limusina que éste le había ofrecido para que la llevara, no quería que nadie pudiera ver las lágrimas en su rostro, no habría soportado la lástima una vez más. Aquella sensación de sentirse algo tan indigno, tan insignificante como solamente él podía hacer que se sintiese en esos momentos. Fue caminando hasta el apartamento de Lorna, y el andar hizo que se le pasara la tristeza y comenzara a ver las cosas de una forma más positivas.—¡Estás loca, loca por completo! —exclamó Lorna West con las manos apoyadas en las caderas. Estaba mirando cómo Teresa hacía su maleta—. Has pasado todo ese dolor y sufrimiento para no tener que volver a ver a ese hombre y ahora te propones irte de vacaciones con él —levantó la voz—. Sinceramente, Tessa, necesitas ir al psiquiatra.—No sería la primera vez —comentó Teresa sonriendo brevemente.—No es bueno qu
Capítulo treinta y tres: Amar—¿Te sientes bien, Teresa? —Angelo la observó, mientras ella se apartaba un mechón de cabello de su frente que el viento no dejaba de batir apenas pisaron tierra firme.—Sí, estoy bien —respondió ella. Se sentía un poco cansada y pensó que se debía a la tensión de estar al lado de Angelo, cuando poco antes había decidido firmemente expulsarlo por completo de su vida. Por supuesto, nunca se le había ocurrido dejar de ver a sus hijos; había contado con preparar las visitas de manera que no tuviera que encontrarse con él.—El descanso te sentará bien —opinó Angelo.—Es probable que a los dos nos beneficie un poco de paz y tranquilidad —comentó Teresa. Le sorprendió que pudieran hablar de manera civilizada, como seres humanos normales. Pensó que si Angelo mantenía las distancias, como le había prometido, esas vacaciones si resultarían beneficiosas para ella.Diez minutos después, Teresa contemplaba la vieja granja con ojos nostálgicos y una intensa expresión
Capítulo treinta y cuatro: Amarte a ti mismaAngelo observó a su esposa.—Yo... tú... íbamos a hablar de otras cosas, me parece —le recordó Teresa.Notó que Angelo entornaba los ojos en un gesto de desaprobación, ya que había querido volver al tema original. Sintió que los músculos del estómago se le tensaban por el pánico. Angelo se había declarado desarmado por la decisión judicial; sin embargo, no había señales de ello en la manera orgullosa que tenía de levantar la cabeza o en la expresión de su rostro.—Ah, sí —su sonrisa era benigna y al mismo tiempo amenazadora—. Si necesitas refrescarte la memoria respecto a cómo llegar al pueblo o a las tiendas... —hizo una pausa y levantó las cejas. —Gracias, estoy segura de que lo recordaré —respondió Teresa.—Lo suponía —dijo con satisfacción—. En ese caso, no necesitarás ningún consejo de mi parte. La mayoría de los días trabajaré en mi habitación; puedes decirles a los niños que los veré en la playa cuando tenga tiempo. ¿Estás de acuerd
Capítulo treinta y cinco: Cena de celebración—Teresa, no me iré hasta que me contestes —manifestó Angelo con impaciencia.La joven se dijo que no debería tener tanto miedo de encontrarse con él. Además, pensó, la puerta no tenía cerradura; lo único que tenía que hacer Angelo para abrirla era empujarla. Le sorprendió que no lo hubiera hecho ya.—¡Espera! —pidió Teresa. Se puso una bata de satén y la cerró sobre su cuerpo medio desnudo.Fue a abrir la puerta y ver a Angelo, cuando comprendió que había esperado verlo todavía en traje de baño. Se tranquilizó un poco al ver que estaba equivocada.—¿Me permites un momento? —preguntó Angelo. Tenía el cabello húmedo y vestía una camisa gris y pantalones cortos.—Por supuesto —respondió Teresa, turbada. Se apartó para que él entrara. Él la recorrió con la mirada.—¿Duermes bien, Teresa? —le preguntó. Inquieta por la manera que tenía de mirarlo, la joven sólo pudo asentir. Intentó disimular su agitación al ver que él se acercaba a la cama de m