Capítulo veintiséis: ReencuentroTeresa llevaba un vestido blanco de corte sencillo, con cuello redondo, mangas holgadas que ocultaba sus delgados brazos y una falda plisada que disimulaba su delgadez.A pesar del fuerte calor de la tarde, el color del vestido le ayudaba a reflejar los intensos rayos del sol, mientras caminaba como un autómata por las calles desiertas.Se le había erizado el vello de los brazos; un extraño estremecimiento parecía recorrerla por entero, persistentemente, helándole la sangre.Vestía de blanco, pero con la extraña indiferencia que empezó a dominarla desde que se celebró el convenio, pensó que debería vestir de negro, puesto que ese era el color del luto... ¿Acaso no había perdido casi todo por lo que alguna vez vivió? ¿Acaso no estaba cerca, en ese momento, de renunciar a lo último que le quedaba?Se dijo que esa caminata la tranquilizaría, le daría tiempo para ensayar lo que le diría a Angelo. No habría lágrimas ni acusaciones, decidió firmemente. Había
Capítulo veintisiete: ¿A qué has venido?Teresa no perdió el sentido por completo. Antes de que la depositara sin esfuerzo sobre el sofá, el oxígeno volvió a circular por su cerebro. ¡Y pensar que se había creído preparada para soportar el impacto del encuentro con Angelo en esas condiciones! Resultaba claro que había subestimado el poder de su presencia o tal vez su propia fragilidad.—Toma, bébete esto y te sentirás mejor —le entregó una copa con licor.—¿Metaxa? ¿Para mí? ¡El día de Santo Domingo es en enero, no en junio!Teresa vio cómo los nudillos de Angelo se ponían blancos al asir con fuerza la copa. ¡Su comentario lo había hecho reaccionar! Parecía que no había olvidado la última vez que la vio con una copa en la mano, cuando le dijo con tono sarcástico que para ella todos los días eran como la fiesta de Santo Domingo. En aquel momento la joven no comprendió a qué se refería y Angelo tuvo que explicarle, con fría superioridad, que ese era el día en que ciertas mujeres festeja
Capítulo veintiocho: Necesidades, sentimientos y derechosHabía estado practicando ese mismo discurso durante toda la mañana, por lo que Teresa se dijo que no tenía motivo alguno para romper a llorar. Pensó que ya era poco atractiva, como para añadir unos ojos y unos labios irritados. Además, Ermine había aparecido en la puerta con una bandeja que contenía platos con fruta, huevos, queso, tostadas y un pedazo de tarta. Ermine la miraba entristecida.Con rapidez se enjugó las lágrimas, vio que Angelo le quitaba la bandeja a Ermine de las manos y le daba las gracias.—Come, Teresa —ordenó Angelo con un tono que no dejaba lugar para argumentos. En silencio, la joven tomó uno de los platos y lo invitó para que comiera también él—No, gracias, no tengo apetito.Su negativa no la sorprendió, pues hacía mucho tiempo que no comían juntos y mucho más todavía que no habían disfrutado de una comida sin rencor y amargura. Se sirvió el pedazo de tarta y lo probó.Fue Angelo el que rompió el silenc
Capítulo veintinueve: ¿Volverás?—Sí... no... —confundida, se obligó a mirarlo a los ojos. Habían transcurrido muchos meses desde la última vez que él disfrutó de su cuerpo. Sin embargo, recordaba la joven, hubo un tiempo en que él fue su amo y un esclavo para ella, a la vez— ¡Oh, esta situación es imposible! —gritó Teresa con angustia— ¡El divorcio hubiera sido una solución mucho más conveniente para ambos!—No, desde mi punto de vista –opinó Angelo— Soy hombre de palabra y prometí aceptarte, para bien o para mal, hasta la muerte.—Las cosas cambian... le indicó Teresa y bajó la vista, pues no podía soportar el dolor que le producía su mirada de censura. Angelo también había prometido que la amaría y eso no incluía que tomara a Angélica Andronicos como amante.—Pero no todo —señaló Angelo— Entonces, ¿todavía tienes intención de vivir cerca de aquí, cuando pueda encontrarte una propiedad adecuada, y ver a los mellizos con regularidad? —ella asintió— ¿No tienes intención de volver a In
Capítulo treinta: Petición inesperada—¿Volverás pronto con nosotros, mamá? —preguntó Victoria. Esa era la pregunta que más temía Teresa. Durante todos esos meses, los niños parecían haber aceptado sus idas y venidas, pero en el fondo del corazón, ella siempre había sabido que sólo era cuestión de tiempo.—Oh, estaré muy cerca —explicó de inmediato— En realidad, tenemos que hacer muchos planes. ¡Puede ser muy excitante para todos nosotros! —intentó comunicar a sus palabras un tono de optimismo, algo que estaba muy lejos de sentir.—¿Todavía estás enfadada con papá? —le preguntó Stefano. —No, por supuesto que no, yo... —confundida, sólo pudo pensar que no sería conveniente informarles acerca del estado de su relación, puesto que de esa manera podría preocuparlos— ¡Pues antes le gritabas! —la acusó su hijo.–¡Él le gritaba a mamá! —intervino Victoria— Gina ponía la música muy fuerte, aunque de todas maneras escuchábamos los gritos.—Las voces de las personas siempre se escuchan muy alt
Capítulo treinta y uno: Me robaste mi hombría—¡Eso es ridículo! —exclamó Teresa y lo miró sorprendida—. ¿Cómo podría ir a algún lado contigo? ¡Soy tu ex mujer! —Sólo estamos separados —la corrigió Angelo con frialdad—. Eso no significa que no podamos cooperar. El tribunal fijó límites, es verdad, pero porque nosotros le pedimos que lo hiciera. Si por mutuo acuerdo decidimos cruzar esos límites, no seremos penalizados por ello —levantó una ceja, invitándola a que hiciera algún comentario, pero al ver que ella no respondía, añadió—: Supongo que ya les has dicho a los niños que van a seguir juntos. Como Stefano sabe que tengo la intención de llevarlo a Capri, Victoria supondrá que ella también irá a la isla. La solución es simple. Como estarás conmigo, el novio de Gina no pondrá ninguna objeción para que ella nos acompañe. Ella se hará cargo de los niños y tú y yo podremos dedicarnos a nuestros respectivos asuntos. Además... —la recorrió con la mirada— me parece que necesitas unas vaca
Capítulo treinta y dos: Loca por completoTeresa salió como un bólido de la villa sin responder a las palabras de Angelo, sin tan siquiera esperar la limusina que éste le había ofrecido para que la llevara, no quería que nadie pudiera ver las lágrimas en su rostro, no habría soportado la lástima una vez más. Aquella sensación de sentirse algo tan indigno, tan insignificante como solamente él podía hacer que se sintiese en esos momentos. Fue caminando hasta el apartamento de Lorna, y el andar hizo que se le pasara la tristeza y comenzara a ver las cosas de una forma más positivas.—¡Estás loca, loca por completo! —exclamó Lorna West con las manos apoyadas en las caderas. Estaba mirando cómo Teresa hacía su maleta—. Has pasado todo ese dolor y sufrimiento para no tener que volver a ver a ese hombre y ahora te propones irte de vacaciones con él —levantó la voz—. Sinceramente, Tessa, necesitas ir al psiquiatra.—No sería la primera vez —comentó Teresa sonriendo brevemente.—No es bueno qu
Capítulo treinta y tres: Amar—¿Te sientes bien, Teresa? —Angelo la observó, mientras ella se apartaba un mechón de cabello de su frente que el viento no dejaba de batir apenas pisaron tierra firme.—Sí, estoy bien —respondió ella. Se sentía un poco cansada y pensó que se debía a la tensión de estar al lado de Angelo, cuando poco antes había decidido firmemente expulsarlo por completo de su vida. Por supuesto, nunca se le había ocurrido dejar de ver a sus hijos; había contado con preparar las visitas de manera que no tuviera que encontrarse con él.—El descanso te sentará bien —opinó Angelo.—Es probable que a los dos nos beneficie un poco de paz y tranquilidad —comentó Teresa. Le sorprendió que pudieran hablar de manera civilizada, como seres humanos normales. Pensó que si Angelo mantenía las distancias, como le había prometido, esas vacaciones si resultarían beneficiosas para ella.Diez minutos después, Teresa contemplaba la vieja granja con ojos nostálgicos y una intensa expresión