Un silencio denso e incómodo se adueñó de los presentes. Nohemi no sabía por qué, pero su instinto le decía que esa afirmación lanzada por la mujer llamada Camerina, tenía unas implicaciones profundas, que cambiarían el resto de su vida.Su reacción inmediata fue negarse, pero dudó. ¿A qué se estaba negando exactamente?―Eso tiene sentido ―dijo con lentitud, Zeke.―Es imposible ―cortó Charles―. Tengo veinte años conociéndola, viví con ella durante diez años, Nohemi jamás demostró acti… ―se detuvo de inmediato y frunció el ceño, como si comenzara a contemplar las cosas desde otra perspectiva.Dos emociones predominaron en Nohemi, cada una luchando a muerte dentro de su ser. Excitación y pánico. Eran dos serpientes que se enredaban entre sí, buscando sofocar a la otra, enterrando sus colmillos de forma violenta, con la única intención de aniquilarse.―Saben, sería buena idea que me explicaran con claridad lo que está sucediendo ―exigió la pelirroja, apretando el tenedor con fuerza―. Sie
―Quiero irme a casa ―pidió en voz baja la pelirroja, que en el silencio de la habitación se escuchó con claridad.Camerina la miró con algo de compasión, sus ojos ―capaces de ver el vínculo― podían notar las fluctuaciones emocionales de la mujer. Comprendió que existían heridas sin sanar, producto de experiencias pasadas.En cambio, Charles, soltó un suspiro cansado; él mejor que nadie sabía la culpa que embargaba a Nohemi. Decidió contarles a ambos lo sucedido, porque estaba seguro de que ella no iba a hacerlo y los otros dos necesitaban comprenderla.Veinte años atrás pensó que eran tonterías las acusaciones de la abuela materna de Julie, después de todo, la mujer perdió a su única hija en un catastrófico accidente de autos.Para Zeke la situación era desesperante, dividido entre el deseo de hacerla protegerla y la necesidad de tenerla a su lado, por un instante no supo qué hacer.―Nohemi ―llamó el doctor Turner después de un rato, cuando los temblores del cuerpo de la pelirroja dis
Zeke notó que Nohemi parecía en un estado adormecido y vulnerable. Se dejaba guiar y manejar por él, asintiendo o negando a sus preguntas solo con leves movimientos de su cabeza.Cuando llegaron al vestíbulo, la pelirroja recuperó un poco la concentración, como si hubiese despertado de un letargo. Miró el auto frente a ellos en la entrada del hotel y luego al hombre que sostenía la puerta del carro esperando con paciencia a que entrara.Al principio se sintió un poco confundida, el vehículo de lujo era demasiado elegante y llamativo, nada parecido a lo que esperaba en realidad. Nohemi creyó que se subiría a un taxi, dejando atrás todo eso de las bestias, brujas y fantasías, que Charles y los otros estaban explicándole. Luego comprendió que, quizás, su jefe intentaba ser cordial, otorgándole un trasporte privado que la llevaría de vuelta a su dormitorio.―Gracias ―musitó, entrando al auto. No estaba segura a quién se lo había dicho, sin embargo, no tuvo la capacidad para que determinar
Brian llevaba horas sin poder comunicarse con Nohemi. En otras circunstancias no tendría problemas con eso, ni estaría lleno de tanta ansiedad; no obstante, la situación era diferente.Desde el sábado en la mañana se encontraba en un estado de angustia que poco a poco lo estaba llevando al borde. Todo sucedió tan rápido que no tuvo oportunidad de poner en sobre aviso a Nohemi, y explicarle lo que pasaba.Al final, ocurrió lo que tanto temió, incluso cuando dudó que la pelirroja iba a enterarse por las noticias, tomando en cuenta que ella estaba en un evento laboral.Las continuas negativas a hablar le causaban desazón, pero comprendía muy bien que en ese momento no tenía derecho alguno a presionarla, sin embargo, a medida que pasaban las horas, no lograba contener todas esas emociones agotadoras, que solo le ofrecían imágenes mentales cada vez peores.Todo explotó al ver la pantalla de su móvil, los dos amigos de su novia le enviaron respuestas, más o menos, similares.Megan Rogers:N
Nohemi llegó al laboratorio al mediodía del lunes. No le importaron las miradas de medio lado que recibió de sus compañeros de trabajo, simplemente se dejó caer en su silla, encendió el computador y dejó que este comenzara su proceso sin decir nada.Los ojos disimulados se convirtieron en preocupados, ella supuso que, para esa hora, todos sabrían lo sucedido.―Nohemi ―llamó Megan dubitativa―, Brian me llamó anoche y…―No quiero hablar de eso ―cortó con voz seca, la pelirroja mantenía sus ojos pegados a los códigos que se procesaban a una velocidad vertiginosa en la pantalla. Era norma de la compañía que, al momento de que se apagara o prendiera, se ejecutaran programas de rastreo y protección, con la finalidad de confirmar la seguridad y prevenir el espionaje industrial.Todos se echaron vistazos fugaces, en sus ojos apareció un entendimiento tácito.―Está bien, no hablaremos de eso ―convino Max con tranquilidad, luego cambió el tono―. Solo queremos saber qué haces aquí.―Aquí trabajo
Zeke no soltó la mano de Nohemi durante todo el trayecto, inclusive, fue más allá y entrelazó sus dedos con ella, exponiendo ante todo el mundo que ambos mantenían una relación más íntima de la que parecía a primera vista.Después de dejarle la comida en la puerta, Zeke regresó a su hotel; su mal humor hizo que la convivencia en la suite fuese casi imposible.Esa mañana, tras desayunar con Calvin (el resto de los empleados fueron enviados al restaurante) este se quejó abiertamente de su mal humor.―Parece que alguien se olvidó de que es mi subordinado ―mencionó Zeke con voz contenida, el otro emitió un sonido a mitad de camino entre un ronquido y un bufido.―Me faltan, exactamente, tres minutos para empezar mi turno ―remarcó Calvin con fastidio―. ¿Hasta cuándo estaremos aquí? ―preguntó―. Extraño a mi esposa… ―finalizó en un susurro triste, jugando con su tenedor y los huevos revueltos.―Espero que no demasiado ―respondió con honestidad. Esperaba, en verdad tenía la esperanza, de que N
El tenedor que sostenía un trozo de pollo se quedó suspendido en el aire a mitad de camino entre su boca y el plato. A Nohemi le tomó alrededor de un minuto completo procesar su pregunta, luego su expresión cambió de la sorpresa a la confusión.―¿Qué? ―preguntó dejando el cubierto en el plato.―Sí, este pent house es tuyo ―explicó Zeke con naturalidad―. Lo compré para ti, es un obsequio ―dijo como si estuviese entregándole un caramelo―. Si no te gusta podemos mirar otros sitios, mi secretario me envió la información de otros tres lugares. ―Extendió la mano al aire y casi como por arte de magia una tableta plateada apareció en su mano, facilitada por la mujer que los recibió en la entrada. Él deslizó el dedo, luego depositó la misma en la mesa, empujándola gentil en su dirección―. Mira, esta son las otras opciones. No hay casas cerca de la universidad, así que solo buscó edificios residenciales. De todos, este es el mejor y está listo para mudarse.―Ya va, detén tus caballos un minuto
Abrió la puerta de su dormitorio a primera hora de la mañana, ya ni siquiera se sorprendía de ver a una mujer apostada frente a su cuarto, sosteniendo una bolsa que contenía su desayuno.―Buenos días, doctora Lund ―la saludó con cordialidad. La mujer poseía esa clase de belleza apacible, una que era agradable al ojo pero no destacaba. Siempre llevaba su largo cabello oscuro recogido, fuese en una trenza o en una cola de caballo, y su ropa formal ayudaba a que se mimetizara con su entorno, porque nada en ella llamaba la atención.―Buen día, Barb ―respondió, tendiéndole un vaso térmico con café―. ¿Cómo dormiste?―Muy bien, gracias por preguntar ―expresó afable. Tendió la bolsa en su dirección―. El desayuno de hoy es un emparedado. Práctico para comer en el auto.Ya no valía la pena quejarse, Nohemi rememoró la discusión con Zeke tras el ultimátum; cualquiera que los hubiese visto en ese momento pensaría que eran una pareja de larga data riñendo. Al final, ella abandonó el penthouse, fru