Llegaron al Restaurante Pazzo, donde trabajaba Valeria, cuando llegaron ella debió recibirlos, pero al verlos abrió sus ojos verde ámbar sorprendida, un vestigio de rabia cruzó su rostro, la madre de Lucca se adelantó — Buenas noches, señorita Valeria.
Ella reaccionó, se dio cuenta de que ellos eran clientes del Restaurante, debía cumplir con su trabajo y con una sonrisa, los saludó dándoles la bienvenida y deseándol
Lucca se le acercó la tomó por el cuello y la besó enloquecido con una furia desbordante, ella lo empujó con sus dos manos y con lágrimas en los ojos la alejó de su cuerpo—No vuelvas a tratarme así, no soy tú cualquiera— él se quedó viéndola y molesto salió de la cocina y del apartamento arrojando la puerta.Ella se recostó de la encimera de la cocina, se cubrió el rostro sin
Lucca se fue caminando con ayuda de su bastón, mientras pensaba en las palabras que le había dicho Cristóbal. Tenía razón. Y de inmediato pasaron las imágenes de la pelea en el Restaurante y recordó cuando el hombre llamado Paolo le preguntó a Valeria "¿Está es la bestia de la que estás enamorada? ¿Vas a preferirlo a él que a mí?". «No puedo creerlo. Valeria le dijo a ese hombre que m
Lucca se quedó observándola un momento y aunque en su interior eso es lo que más temía respondió con seguridad. Valeria quedó destrozada, se acostó en la cama, pero el olor de Lucca estaba impregnado en las sábanas, las cambió, sin embar su esencia seguía allí, por lo que se acostó en la cama de su prima, se quedó dormida a la una de la madrugada llorando. Cuatro meses después se casaron, primero en una boda civil en Caracas y luego celebraron dos bodas una en la Iglesia de San Rafael de Tabay, en Mérida, Venezuela, donde adornaron las calles y la plaza, era un gran acontecimiento porque Valeria y su familia eran muy queridas en el pueblo, su padre la entregó orgulloso al hombre de quien ella se enamoró un caluroso día de verano en Guayaquil.Todos lloraron de la emoci&oacutCAPÍTULO 27. RECONCILIACIÓN
CAPÍTULO 28. LA FELICIDAD
HISTORIA DE ANASTASIAAnastasia paseaba de un lado a otro esperando ser atendida por el abogado del consulado, tenía que hacer hasta lo imposible por ayudar a su amiga a que superara esa difícil situación, jamás se imaginaron que al salir de Venezuela la desgracia se cernería sobre ella. Valeria siempre había sido una chica alegre, a pesar de haber perdido a su madre a temprana edad, porque nunca le faltó amor, su abuela se lo dio de sobra y aunque era una mujer de carácter, también era cariñosa. Sin embargo, a partir de lo que le había sucedido tenía miedo que se llenara de odio.De repente sintió que su estómago comenzó a dolerle, intentó distraerse pensando en otra cosa, porque ya había esperado mucho tiempo para que la atendieran y no podía perder la oportunidad de entrevistarse y buscar ayuda para su amiga. Esperó diez minutos más, pero su dolor se intensificó tanto que debió salir corriendo a buscar un sanitario, en su carrera no se dio
Su primera impresión había sido darle un empujón y alejarlo, pero luego ese beso fue tan perturbador que decidió disfrutar un poco más hasta que separaron por falta de aire, sin darse cuenta él había caminado con ella hasta uno de los pasillos con pequeños kioscos que estaban desocupados.—¿Qué diablos piensas que está haciendo? ¿Cómo se le ocurre traerme hasta aquí y con cuál intención? ¿Con qué derecho se atreve a besarme? —Indagó la chica muy molesta.—¡Ay ya! Deja el escándalo, es cierto que yo tomé la iniciativa de besarte, pero no te vi desagradada ni apartándome, sino que gustosamente me respondiste —pronunció el hombre con una media sonrisa de suficiencia.Anastasia por un momento se quedó en blanco, inte
A Anastasia su rostro se le cubrió completamente de carmesí, pero para simular su vergüenza, esbozó una sonrisa y se disculpó con la mujer —Discúlpeme, Melissa, soy Anastasia la amiga de Valeria, no sabía que este era su asiento, pero ya se lo dejo libre — diciendo eso se levantó de la silla y comenzó a alejarse, pero en ese momento Cristóbal la tomó de la muñeca, llamándola.—Anastasia yo… —Ella lo interrumpió.—No se preocupe señor Cristóbal, siento mucho haberlo incordiado —pronunció con seriedad liberando su mano, cuando alzó la vista vio a un hombre que se acercaba a ella con una hermosa sonrisa, era un hombre bastante imponente, alto, cabellos tan oscuros como la noche, nariz romana, mandíbula cuadrada y los ojos de un hermoso a