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Capítulo IV: Un dolor insoportable

Los días pasaron de nuevo, cada vez me encerraba más en mi mundo, poco a poco comencé a alejarme de todos y mientras más sola me encontrara, pensaba que era mejor pero el vacío que habitaba dentro de mí se hacía más grande y más profundo. Desesperadamente buscaba una salida, pedía ayuda, quería que alguien me viera, me rescatara de este infierno y dolía como si desgarraran mi piel aun estando viva; pedía ayuda en silencio, quería que me oyeran sin mencionar nada, sin decir una sola palabra. 

Me encontraba sentada en una de las mesas que quedaba en el patio de la universidad, estaba sola; solo observaba a la gente pasar frente a mí. A algunos los conocía de vista; pedía ayuda sin abrir mi boca.

¡Maldita sea, quiero salir de aquí! ¡Ayúdame! 

Yo sonreía, mientras los miraba. 

Ayúdame... me está consumiendo lento, ayúdame...

Pero nadie lo notó. Miré a mi alrededor y no había nadie que pudiera escucharme

—Estoy sola —me levanté de la banca y subí a mi salón. 

¿Quién puede oírme? ¿Quién me ayudará? Sola no puedo, soy muy débil.  Escúchame una vez más y mira hacia mí ¡mírame! ¿acaso no puedes ver lo desesperada que estoy? ¿qué debo hacer para ser escuchada? estoy cayendo lento ¡sácame de aquí! ¡ya no lo soporto! ¡solo llévame! ¡llévame ya!

Miraba al frente, suponiendo que ponía atención a mi clase, fingiendo oír lo que mi profesora decía, mintiendo que era feliz, ocultando que estaba herida. Cuando mis compañeros me hablaban, yo respondía con una sonrisa y cuando ellos me miraban yo les sonreía; pero cada vez me era más difícil y poco a poco, mi sonrisa desapareció. 

Al terminar la clase, tomé mis cosas y salí del salón. 

—¡Alanna! —gritó Janne mientras venía corriendo —¿Te sientes bien? 

—Sí.

—Te hemos notado muy distante con nosotros. 

—No es nada. 

—¿Estás segura Alanna? ¿Tienes algún problema? 

—Estoy bien Janne. Gracias. —mencioné un poco molesta. 

—Lo siento. 

Asentí. 

—Nos ponemos de acuerdo en el grupo sobre el proyecto. Nos vemos Alanna. 

—Nos vemos —me di la media vuelta y continué mi camino. 

Sabía que, si yo seguía así mi temor de quedarme completamente sola se volvería realidad. 

—¡Alanna! 

Su voz me estremeció. Dejé de caminar. Tenía días sin saber de él, sin escucharlo y verlo. 

—Alanna, hola. 

—Hola.

—Yo... lamento no haberte mandado mensaje estos días, estaba ocupado. 

—No te preocupes Iker. 

—¿Iker? ¿tratas de decir que ya no somos novios?

—Yo no he dicho eso.

—¿Sabes qué? Olvídalo. Me voy —se dio la media vuelta y se marchó. 

Lo vi marcharse y encontrarse con su amiga, ambos se fueron juntos. Yo quería llorar, pero no en la universidad, así que esperé a llegar a casa, esperé encontrarme sola en mi habitación. Lo único que hice fue hincarme al lado de mi cama y llorar, sin decir nada. 

Estas eran las cosas de las que yo preguntaba si aún valía la pena seguir, estaba aferrada. Es como si comieras algo que te da alergia y sigues comiendo, aunque sepas el mal que te hace; es como provocar tu propia muerte, morir lento. Cada vez me desesperaba más por salir, por irme de aquí, desaparecer si era necesario. El mal me envolvió durante ese momento y sentí la soledad, podría describirla como un veneno que corre por tu piel y poco a poco te consume, te deja vacío, como si te quedaras desnudo y luego te vuelves vulnerable ante cualquier otro piquete o veneno que se introduzca en ti por más mínimo que sea. 

El pajarito trinó fuerte y levanté mi mirada. Quería volar a mí, pero su ala aún seguía mal, tenía miedo de que por mi culpa no pudiera volar más y tal vez ese era el problema, buscaba respuestas en otro lado. Empecé a comprender que la principal problemática era yo, tal vez por eso Tara se alejó de mí, tal vez por eso mi novio es así conmigo, tal vez por eso mi padre y yo discutimos mucho, tal vez. Recargué mi cabeza sobre mis brazos que estaban puestos en la cama y lloré. Podía oír como el pajarito hacia cada canto más fuerte para que yo dejara de estar mal, pero no podía, tenía miedo de seguir siendo un problema. 

Sentí como la cama se movía, mi piel se enchinó y el trinar del pajarito lo escuchaba más cerca, no sabía que sucedía, mi corazón latía cada vez más rápido, miraba al suelo; el pajarillo tocó mi brazo con su patita, poco a poco levanté mi cabeza; cuando lo vi, no sabía qué hacer, solo sonreí. No entendía como había llegado hasta a mí, no sabía cómo lo había logrado. 

—Quisiera ser como tú pequeño plumífero —toqué con mi dedo su pequeño buche —Tengo que buscarte un nombre, has crecido lo suficiente como para reconocer a qué clase de ave perteneces —me levanté y tomé mi laptop, g****e y cuando por fin creía haber encontrado la especie de mi pequeña ave...

—¡Noooooooo! —se había ido la luz. Rápidamente busqué mi celular y prendí mis datos —Esto no me va a detener —me senté y cuando hice la búsqueda por el navegador, no tenía datos. Me dejé caer en la cama —Me odio —comenté el pajarillo caminó a mí y lo miré —Tu nombre tendrá que esperar —el pajarillo se puso al lado de mi cuello y se acurrucó —Ya no hablo con muchas personas como antes, ya no me escribo con nadie, tanto es así que olvidé ponerle saldo a mi celular. A veces quisiera regresar el tiempo y de saber que esto pasaría, disfrutarlo más y hacer que todo pase más lento para que no hubiese terminado jamás.

Miraba el techo de mi habitación, aún era de día y la luz del sol alumbraba el cuarto. Pensé en el tiempo, todo gira alrededor de él, la tierra, el sol, los seres humanos, el tiempo puede ser estático y todo se basa en él; puedes estar rodeado de muchas personas y en un segundo te quedas solo; puedes estar feliz y en segundo ya no lo eres: puedes estar charlando con alguien que amas y en un segundo ya no lo tienes, todo es en base al tiempo y este ya no regresar. 

Miré a mi pequeño amigo y sonreí.

—Eres lo único que tengo y una de las cosas que no quiero perder jamás —el pajarillo, era algo mágico para mí, podía encontrarme triste pero cada que charlaba con él, era como si absolviera lo feo que había en mi interior y aunque mi amiguito no hablara me hacía bien. En ocasiones, necesitaba que me escucharan, sin decirme nada, sin juzgarme, sin etiquetarme, era el único que me entendía y el único que seguía conmigo después de todo. 

Cerré los ojos.

El agua subía más, ahora estaba en mi cintura, yo estaba asustada y el pajarillo seguía allí, en la ventana, cantando fuerte para mí.

Tengo miedo...puse mi mano en la puerta y me sostuve fuerte. El agua contenía b****a, podía sentir como rozaban mi piel al hacer que la corriente saliera por la puerta, avanzaba lento hacía en frente, mis pies daban pequeños pasos y se pegaban con el piso de la casa, era como si aquel tuviera pegamento, como si alguien me estuviera impidiendo llegar. Dolía, cada que mi pie se alzaba para dar un paso dolía, me desgarraba y sangraba, gritaba del dolor y no avanzaba mucho.

Estás muy lejos... no podré llegar a ti, no lo lograré... el pajarito dejó de cantar y me miró Esto duele, duele demasiado... ¡Duele! agaché mi cabeza. Tomé fuerza y di otro paso, pero algo se había encajado en mi dedo, en el suelo de la casa, había objetos puntiagudos, el agua sucia y la b****a me impedían mirar por donde pisar. Comencé a arrastrar mi pie, pero este ardía ante el pegamento que había, avanzaba poco y el agua subía más; miré hacia mi amiguito y le dije: "No podré hacerlo". Arañas comenzaron a salir del techo y bajan hacia mí. Yo estaba asustada y tenía miedo.

¡Ayúdame!gritaba cerrando los ojos. El pajarillo cantó y cada que el pajarillo cantaba las arañas no bajaban del techo, pero tampoco se iban. Comencé a caminar y gritaba de dolor. Cada que yo me detenía, el pajarito dejaba de cantar y las arañas bajaban. Si avanzaba, esos animales subían por el canto del pajarillo, pero cada paso que daba dolía y mi pie sangraba, ardía. Cada vez era más difícil y doloroso llegar a él, mis fuerzas comenzaron a agotarse, mis piernas temblaban, el agua estaba helada y el avanzar hacia en frente era lo más difícil, animales comenzaban a aparecer, objetos, redes. Estaba estancada, estaba asustada...

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