El aire fresco del patio parece cargarse de tensión mientras el reloj avanza inexorablemente hacia las diez de la mañana. la ceremonia de bienvenida está poco de comenzar, y la directora, con voz firme pero amable, anuncia a través de los altavoces que los participantes para la carrera de relevo tendrán 10 minutos de preparación. Layeska, sentada en el borde de su asiento, comienza a tamborilear con los dedos sobre sus rodillas. Sus ojos recorren el patio una y otra vez, buscando a Inna, pero solo encuentra un vacío que comienza a llenar su pecho de preocupación. Sus pies, que minutos antes se balanceaban llenos de esperanza, ahora cuelgan inmóviles.Desde su posición en los asientos traseros, Dmitry observa cada pequeño cambio en el rostro de la niña. Nota cómo sus hombros se encorvan ligeramente y cómo sus labios tiemblan, tratando de mantener una sonrisa que amenaza con desvanecerse. Sin decir nada, revisa su reloj: faltan cinco minutos para las diez. Su mirada se dirige al teléfon
—¡Papi!La emoción de Layeska es tanta, que al ver que su padre se acerca, no puede evitar exclamar con fuerza mientras que la sonrisa en su rostro se mantiene tan grande como puede y su mirad brilla con una ilusión que Dmitry solo había llegado a ver durante su cumpleaños y navidad.Una vez que se encuentra junto a ellas, Dmitry mete las manos en los bolsillos de su chaqueta y mira fijamente a Inna, misma que sigue hincada junto a Layeska.—Sí viniste —dice con un tono que, aunque intenta sonar casual, se encuentra lleno de alivio.Colocándose de pie, Inna le regresa la mirada fija y hace un leve movimiento con sus cejas.—¿Lo dudaste? —pregunta mientras deja sus manos sobre los hombros de Layeska, misma que los observa con interés.—¿Me culpas? —Dmitry tiene que controlarse para no decir cosas de más, por lo que opta en solo levantar la mano que sostiene su celular y mostrarlo ante ella—. No contestaste el mensaje.—Si bueno…—colocando sus manos abiertas sobre los oídos de Layeska,
La algarabía de los niños y la emoción por los juegos no baja ni un poco, por el contrario, con cada juego que pasa esta solo parece avivarse más mientras los padres y niños se dispersan por el patio. En las gradas, Inna se acomoda sobre un banco, cansada pero satisfecha por la nueva victoria conseguida junto a Katya en la quinta ronda de la carrera. Tomando sus tazones, se inclina hacia adelante y empieza a calzarse. La tensión de los músculos apenas comenzaba a relajarse, pero cuando sus piernas se ajustan a los stilettos, esta relajación se acaba. Su corazón sigue acelerado por la adrenalina de la competencia. A su lado, Katya, también se muestra emocionada mientras abrazada a su madre, y esta la observa atentamente, con una sonrisa de satisfacción en su rostro.—Gracias por correr con ella—son las primeras palabras que ella y Ekatrina cruzan.—Fue un placer—dice con sinceridad—. Es una niña encantadora.De repente, la presencia de alguien a su costado le hace levantar la vista, de
Cuando Inna llega a las caballerizas, el sol se encuentra por llegar a su punto más alto en el cielo, pero, aun así, la brisa que da de lleno contra su rostro se siente frío. Al entrar a las caballerizas, el aroma a heno fresco y cuero la envuelve. Sus ojos escudriñan el espacio con total atención, buscando alguna señal de él. Los caballos relinchan suavemente, algunos sacuden sus crines mientras mastican, pero Dmitry no está allí. Inna suspira con frustración y avanza hacia la última cabina, esperando encontrarlo allí junto al caballo alazán que a Dmitry tanto parece gustarle. Pero el espacio está vacío, salvo por el murmullo de un trabajador que ajusta una montura en la cabina contigua.Con una ligera mueca de disgusto, Inna se da la vuelta y sale al aire libre. La luz del sol la golpea de lleno mientras sus ojos recorren el patio en dirección al redondel. Allí, un grupo de caballericeros entrenan a los ejemplares más prometedores, preparándolos para la próxima exhibición en la fer
El cielo se encuentra nublado, anunciando una tormenta, y la brisa fría solo refuerza ese anuncio. Ese mismo aire frío es el que acaricia las mejillas de Inna mientras se inclina para colocar un ramo de flores frescas sobre la tumba del doctor. La lápida, tallada con sencillez, muestra un gravado igualmente sencillo, “Dr. Andrei Volkov, hijo, esposo y amigo ejemplar", está grabado con una tipografía sobria, acompañado de las fechas que resumen el tiempo que duró el doctor. Inna se persigna lentamente, sus dedos rozando su frente, pecho y hombros para después limpiar las lágrimas que salen de sus ojos. Luego, se sienta en el pequeño banco de madera frente a la tumba, construido precisamente para esos momentos de visita. Su rostro, generalmente compuesto y sereno, se suaviza. Con voz baja, apenas un susurro, comienza a hablar. —Perdóname por no haber venido antes... —murmura, sus palabras quebradas por la culpa—. Todo se siente tan caótico. Estoy intentando no perder la cabeza con to
༺ Abrau-Dyurso / Rusia. ༻ ༻ Siete Años Atrás. ༺ ¿Cómo es que todo esto había podido pasar? Anastasia apenas siente el frío metal de las esposas rodeando sus muñecas. Las luces de los flashes la ciegan una y otra vez, pero no de la manera que ella lo había soñado. El vestido de encaje blanco que eligió con tanto cuidado, que debía ser el símbolo de su felicidad, ahora está cubierto de manchas intensamente rojas. La sangre, la misma sangre que cubre sus manos, tiñe de carmesí la tela inmaculada. Su mente no puede procesar lo que está sucediendo; unas horas atrás, estaba riendo, emocionada por su nueva vida, por el futuro que iba a compartir con el hombre que amaba. Ahora, todo lo que queda es el eco sordo de su respiración entrecortada, su mirada vacía y el caos a su alrededor. —¡¿Señorita Ivanova?! ¡Anastasia! —grita uno de los periodistas mientras las cámaras estallan a su alrededor, como si el horror frente a ellos fuera solo otro espectáculo para cubrir. Ellos no ven lo que ella
El sonido monótono de los ventiladores en la sala de juicio apenas es audible sobre el murmullo de los asistentes. Es el quinto día del juicio, y la tensión se vuelve cada vez mayor a medida que impregna el aire como una tormenta a punto de estallar. Anastasia está sentada en el banquillo de los acusados, sus manos frías y temblorosas descansan sobre sus rodillas, y la marca roja de las esposas marca su piel, aunque ya no las lleva puestas.El traje negro que lleva es otorgado por la prisión, su corazón duele al pensar que en esos días su madre no se ha acercado a ella, ni siquiera ha asistido a las sesiones del juicio. Eso le deja en claro que, para su madre, ella es la culpable, y esa es la única sentencia que le marca.Hoy es el último día del juicio, el día en que Nikolay testificará. El hombre al que ama, al que alcanzó a darle el sí antes de que la tormenta comenzara. El único que puede salvarla de esta pesadilla. Anastasia había esperado este momento como un quien espera un sal
༻ Siete Años Después. ༺—¿Estás seguro de lo que estás diciendo? —pregunta mientras corta un trozo de la carne de su plato y la lleva a su boca.—Nuestros hombres ya confirmaron la información —responde con seguridad mientras mantiene su mirada fija en el pelinegro—. A estas horas ya el fúnebre debe estar llegando al pueblo.Tras esas palabras, el pelinegro se queda momentáneamente en silencio. Dejando de lado su plato de comida, extiende su mano y toma su copa, la observa un momento antes de dar un trago corto y degustar el sabor del vino.Cuando la noticia de que el viejo doctor había muerto, él sinceramente esperó por un momento que aquello no fuera más que un simple rumor. Por cinco largos años había estado buscando dónde se había metido aquel hombre y ahora que por fin había logrado dar con su paradero, se hallaba con la desagradable noticia de su muerte.—¿Quién queda que pueda ayudarnos a obtener la información que quiero? — pregunta de vuelta mientras extiende su mano para dej