Al día siguiente: 17 de julioSaberla tan cerca y lejos a la vez ha sido una tortura para mí. La noche se me hizo eterna, no entiendo como pasamos de aquellos días de ensueño a esta mezcla de rabia y pesadilla. Algo que debía ser bueno ha terminado poniéndonos en veredas opuestas que me ha llevado a hacer cosas que no quería.Salgo de mi cuarto en medio de todas mis contradicciones, y al llegar a la cocina, me sorprendo al verla a ella comiendo helado a cucharadas directamente del recipiente, eso sin mencionar el corto camisón que aun lleva puesto y que podría resultar ser una gran herramienta para distraerme. Miro la hora tratando de asegurarme de que no me he quedado dormido y me doy cuenta de que todo está en orden.—¿Helado a las ocho de la mañana? —pregunto y su mirada lo dice todo.—¿Acaso hay un horario para comer helado? ¿o es que también me lo prohibirás? —me reta.«Respira profundo» me digo a mí mismo tratando de tranquilizarme ya que no quiero volver a tener un nuevo enfren
Miro el papel donde anoto esas reglas de convivencia que se ha inventado y no puedo entender en qué momento sucedido todo esto. Haizea volteo mi mundo patas arribas y no tengo manera de defenderme de lo que ella causa en mí. Ahora, por si fuera poco, hay una guerra entre los dos y un bebé de por medio que todavía me cuesta creer que sea una realidad.“No entrar a los cuartos sin permiso” leo en voz alta y niego con mi cabeza sin dejar de pensar en que antes no podíamos ni siquiera soltarnos, y ahora no nos podemos ni ver.“No opinar de lo que come el otro ni de lo que viste” sonrió con esto y es que empiezo a creer que buscara torturarme lentamente.Continúo leyendo las normas de convivencia, las prohibiciones que ha puesto y que han levantado un muro entre los dos, y no dejo de pensar en que serán unos meses muy difíciles para ambos. Sin embargo, me cuestiono que pasara después cuando nazca el bebé.¿Cómo será nuestra vida cuando tengamos a nuestro hijo? ¿Cómo viviremos? ¿Cómo pasare
Horas más tardeYa es de noche cuando finalmente escucho que alguien entra a la casa. Admito que me ha costado un mundo no llamarla, enviarle un mensaje de texto, o ir a buscarla. Me desesperaba no saber nada de ella, y mucho más después de hablar con mi abogado y enterarme que no se ha quedado ni con un centavo mío después de firmar la sentencia de divorcio.Nunca se me paso por la cabeza que ella estuviera conmigo por dinero, lo nuestro fue claro desde un principio, de eso no tengo dudas. Sin embargo, me da miedo que un día decida irse lejos a escondidas de mí y que nada ni nadie pueda ayudarme a recuperarla.Rápidamente voy hacia el salón y al ver las condiciones en las que se encuentra mi corazón se acelera. Su cabello desordenado, su ropa dañada, y su maquillaje corrido. Me fijo en sus ojos y están rojos de tanto llorar.—Haizea, ¿Qué paso? —pregunto asustado acercándome a ella.Ella no dice nada, de repente solo rompe en llanto y me abraza como si me necesitara como nadie en est
Camino como un loco por el salón de la casa tal y como si fuese un león enjaulado, pero es que la preocupación me esta ganado y mantener la compostura es prácticamente imposible. Por si esto fuera poco, no dejo de pensar en esa nota, o mejor dicho en la amenaza que me han hecho.Miro una vez más la puerta de mi cuarto y me doy cuenta de que no conseguiré nada observándola todo el tiempo. Me siento en el sofá y saco la nota del bolsillo. La leo, la vuelvo a observar, y analizo cada palabra como tratando de encontrarle un mensaje oculto, pero mi mente simplemente no consigue hacerlo.Tomo mi celular y llamo a la única persona que puede llegar a ayudarme, una con quien hace años no hablo. No sé si las respuestas puedan estar en el pasado, pero al menos debo intentarlo.—Aren, ¿y ese milagro? ¿acaso extrañas tu vieja vida? —me pregunta Miguel y trato de no reír.—Esos tiempos ya quedaron atrás, yo ya he hecho lo mío —le explico a Miguel.—Entonces, ¿a qué se debe esta llamada? —insiste.—
Mi cabeza no deja de darle vueltas a todo lo que ha pasado con Haizea. Tengo miedo, demasiado miedo diría yo y es que sé en lo que estamos metidos, o mejor dicho en lo que yo la he metido. Estoy tan perdido en mis pensamientos que apenas me doy cuenta de que ella ha entrado a la cocina.—¿Qué haces aquí? Deberías estar descansando —la regaño.Ella no me hace caso, se para a mi lado y apoya sus manos sobre la encimera mientras que me mira fijamente.—¿Quiénes eran? —cuestiona firmemente y sé que no se quedara tranquila hasta que le diga la verdad.—¿Por qué no nos sentamos y te explico todo? —propongo y se cruza de brazos.Su mirada está llena de rabia y no es para menos, estuvo en riesgo por mi culpa. Quisiera alejarla de todo esto, pero es imposible, no quiero que mi bebé este lejos de mí.—Explícamelo ahora —exige.—Ven —insisto y la tomo de la mano para que juntos vayamos a la sala.Con mucho cuidado hago que venga conmigo y ambos nos sentamos en el sofá. Ella no deja de mirarme co
Al día siguiente: 18 de julioEl estrés y la preocupación no me han permitido dormir. Ahora no son los problemas de la empresa los que me mantienen en vilo si no el peligro que corre ella, el bebé, y hasta incluso yo. Cuando todo aquello sucedió, yo me sentía igual, y es que en el fondo sabía que el peligro por meterse con los negocios de esa gente era inminente.Tenía otros planes para nosotros, solo quería mantener a Haizea cerca de mi para poder ver como ese bebé crecía dentro suyo, pero ahora no es solo eso lo que me hace querer tenerla a mi lado. En estos instantes siento que debo protegerla de absolutamente todo.El sonido del timbre hace que deje mi taza de café a un lado, y rápidamente voy a la puerta sabiendo que debe ser el guardaespaldas que ha llegado. No sé cómo es el hombre que ha enviado la DEA, pero sí sé su nombre; Erick.Apenas abro, me encuentro con un hombre de casi mí misma altura de cabello oscuro corto, y ojos miel. Admito que me preocupa un poco que luzca como
Estoy en el despacho que tengo en la casa y no dejo de pensar en ella. Trato de concentrarme en el trabajo, pero esto es simplemente imposible. En mi cabeza solo se pasa ella y ese maldito camisón que llevaba puesto y que llego para desordenar todos mis sentidos. Soy un caos completo por su culpa y comienzo a darme cuenta de que las cosas comienzan a cambiar con ella.«¿Por qué no lo quiero admitir?» me cuestiono con culpa. Lo que me pasa con Haizea va mucho más allá del buen sexo que teníamos y ese acuerdo que habíamos hecho. A pesar de que me doy cuenta de cómo han cambiado mis sentimientos, admito que me da miedo siquiera pararme frente a ella y contarle la verdad.No quería enamorarme, no quería volver a convertirme en víctima de mis sentimientos, y así todo, ella me volvió a poner de rodillas frente al amor. Comienzo a darme cuenta de lo vulnerable que me estoy convirtiendo con ella y no quiero. Me niego a permitir que una mujer vuelva a tenerme a sus pies, sobre todo cuando ella
Nunca fui de los hombres que fueran a bares de mala muerte. Mucho menos pagaría por sexo. No creo en eso, no disfruto como otros hombres usan a las mujeres pagándoles, sabiendo el asco que hay detrás de esa industria. Por eso es por lo que no son ellas las que me traen aquí, sino el alcohol y la clandestinidad. Ir a uno de los finos bares que suelo concurrir en diferentes ocasiones, no era algo conveniente; no cuando quiero olvidarme de todo.—¿Qué hace un hombre como tú en un sitio como este? —me pregunta una mujer de cabello oscuro y ojos mar.—Perdóname, no estoy en busca de compañía —me excuso y sigo caminando por el bar mientras que el ruido de la música extremadamente vulgar invade mis sentidos.Llego hacia una de las mesas y tomo asiento sin siquiera querer mirar a la pasarela donde se pasean unas chicas con casi nada de ropa y bailan a cambio de algunos billetes.—Si no buscas compañía, ¿Qué buscas en un sitio como este? —escucho la voz de la mujer una vez más.Miro hacia mi c