La mansión estaba llena de una inusual energía durante todo ese día, muy diferente a la tranquilidad y el orden frío que solía caracterizarla. En la sala principal, los muebles han sido empujados hacia las esquinas para dar espacio a una actividad caótica, pero de carácter entrañable. Alessandro, con su camisa de vestir ahora manchada de pintura, se sienta en el suelo junto a Thiago, que parece más un pequeño lienzo cubierto de colores que un niño pintando.El proyecto del día: un cartel de bienvenida para Nicole, pero lo que debería ser una tarea simple se ha transformado en un caos divertido. Papeles, pinceles y botes de pintura al frío están dispersos por todos los espacios de la sala de estar. Hay más pintura en el suelo y en las paredes que en el propio cartel, pero a Thiago no parece importarle. Su entusiasmo es evidente mientras intenta con sus manos hacer formas que él mismo no comprende del todo.—Alessandro, ¡mira! —exclama Thiago con una gran sonrisa, mostrando orgulloso su
La cocina es un completo desastre. Harina, especias y restos de ingredientes cubren casi todas las superficies disponibles. Alessandro está de pie frente a la estufa, con una expresión de pura concentración, sosteniendo una cuchara de madera mientras intenta, torpemente, seguir las indicaciones de Bianca, quien lo observa desde un rincón con una mezcla de exasperación y resignación. El aroma a comida griega mezclado con las notas familiares de la lasaña, de Nicole, flota en el aire, aunque nada parece estar saliendo como él planeó.—Señor Alessandro, no, no así. ¡Va todo junto, no separado! —exclama Bianca, con los brazos cruzados, intentando mantener la calma mientras señala el caos frente a él.Alessandro frunce el ceño y, sin voltear, remueve con energía el contenido de una sartén que claramente está a punto de quemarse. Está empeñado en hacer que la cena sea perfecta, a pesar de que la cocina no es su fuerte. Baklava, musaka y lasaña, los platos favoritos de Nicole, son su objetivo
—Pero… ¿qué pasó aquí? —pregunta Nicole, con la sorpresa y la preocupación pintadas en su rostro. Su mirada se detiene en el desastre que se supone es la cocina, con restos de comida esparcidos por todas partes. La cocina dalos mismos aires que la sala, solo que esta parece haber sido víctima de una batalla culinaria, con ingredientes esparcidos por el suelo, y el aroma a quemado impregnando el aire.Alessandro, con el rostro completamente enrojecido por la vergüenza, se apresura a tomar la bandeja humeante de las manos de Bianca, que parece a punto de explotar de frustración. Su ropa está manchada de salsa, y su cabello tiene trozos de harina pegados. Sabe que la situación no tiene vuelta atrás y que su intento de cocinar una cena especial para Nicole ha fracasado estrepitosamente.—¡Bianca, por favor, desactiva la alarma! —le pide, su voz tensa con apuro.Bianca asiente con un gesto rápido y sale de la cocina en busca del panel de control, mientras Alessandro se queda allí, tratando
Nicole se permite sumergirse en el cálido y familiar aroma de la cocina mientras ayuda a Bianca a preparar la cena. El desorden que Alessandro causó parece ahora una anécdota divertida, especialmente cuando Bianca le cuenta el menú que Alessandro intentaba hacer. Musaka, lasaña y baklavas, todos sus platos favoritos. Nicole se siente conmovida. Y aunque no lo diga en voz alta, el gesto inesperado de Alessandro toca una fibra profunda en su corazón. Por ello, no puede evitar esbozar una suave sonrisa mientras mezcla los ingredientes con cuidado, sabiendo que, a pesar del desastre, él había puesto todo su empeño en hacer algo especial para ella, un gesto que nunca hubiese esperado antes.—Siempre ha sido algo torpe en la cocina —dice Bianca con una risita—, pero esta vez realmente quiso esforzarse. Me pidió ayuda desde temprano.Nicole escucha las palabras de la mujer mayor, y aunque se gira para ocultar su sonrojo y sonrisa, suspira con ternura, imaginándose a Alessandro esforzándose po
—Alessandro…— “yo, nunca quise irme”. Son las palabras que se dice a sí misma, pero que su boca se niega a pronunciar. El silencio que cae entre ellos, aunque breve, se siente espeso, lleno de cosas que no se han dicho y que ninguno de los dos parece saber cómo pronunciar. Nicole baja la mirada, sus manos entrelazadas delante de ella, sintiendo el peso de lo que acaban de compartir. Pero antes de que el silencio los consuma por completo, Alessandro da un paso adelante, su voz rompiendo suavemente la tensión que ha comenzado a formarse entre ambos. —Nicole… —comienza, sin quitarle los ojos de encima—. Antes, mencionaste que querías hablar cuando volvieras. Sus palabras son un recordatorio de la conversación que quedó en pausa antes de siquiera comenzar. La mención de ese tema parece traer de vuelta una sensación de incomodidad en Nicole, una que incluso la reciente confesión no le produjo, pero ella trata de no mostrarlo. En su lugar, su mirada se desvía un poco hacia el fondo de la
Luego de asegurarse de que Thiago se encuentra bien dormido, besa su frente y lo arroparlo con cuidado, caminando a la salido, Nicole cierra con suavidad la puerta de la habitación de su hijo. La sonrisa en su rostro refleja la ternura que siente al ver volver a estar con Thiago. Caminando por el pasillo, baja las escaleras lentamente, a esa hora ya todos se encuentran durmiendo, o por lo menos, se pone que debe ser así.Al llegar a la sala, encuentra a Alessandro sentado en el sofá, con papeles y carpetas esparcidos sobre la mesa frente a él. Su ceño ligeramente fruncido le dice que tan concentrado está mientras revisa los documentos. Nicole lo observa por un momento, indecisa sobre qué hacer. Su corazón late con fuerza, pero decide dar el paso.Con un andar silencioso, se acerca y se sienta a su lado en el sofá, casi como si aquella fuera una rutina normal entre ellos. En un gesto casi involuntario, toma una de las carpetas que él estaba revisando y echa un vistazo a los papeles. Al
El sol ilumina suavemente la cocina mientras Nicole se mueve con soltura sirviendo el desayuno. La calidez de la escena es tan notable que nadie con sentido común haría algo para romperla. Todo en esa mañana parecer ser diferente.—Mamá, ¿me enseñas a nadar? —Thiago deja salir su pregunta junto con una sonrisa que ilumina su rostro—. ¡Quiero entrar en la piscina!Nicole le sonríe mientras coloca un plato con tostadas delante de él. No puede evitar pasar la mano por el cabello de su pequeño en un gesto cariñoso, mientras escucha su entusiasmo. Alessandro, sentado al otro lado de la mesa, observa la escena con atención. Hay algo en la manera en que Thiago se emociona que lo hace sonreír por dentro.—No necesitas que tu mami te enseñe —interviene de repente—. Yo puedo enseñarte a nadar.Thiago abre los ojos de par en par, igual que su boquita para luego sonreír con fuerza emocionado por la idea.—¿De verdad? —pregunta con asombro, su mirada rebotando entre Nicole y Alessandro—. ¿Tú me en
—¿Qué…? —comienza a decir, pero la voz se le apaga, sin saber cómo continuar.Alessandro se pasa la mano por el cabello, claramente tenso y frustrado mientras da un paso hacia ella. Una vez junto a Nicole, la abraza con fuerza y hace que su rostro de contra su pecho mientras la abraza y le dice que todo aquello es un absurdo disparate.◊ El reloj marca casi las diez de la mañana, y Alessandro no ha dejado de moverse por la casa con pasos rápidos, como si la energía contenida en su cuerpo buscara escapar en forma de movimiento constante. Su teléfono no ha dejado de sonar, interrumpiendo aún más lo que había comenzado como una mañana tranquila. Cada vez que termina una llamada, su ceño se frunce más, su mandíbula se tensa, y una nueva oleada de ira contenida lo recorre.Nicole lo observa desde el sofá, donde está sentada mientras observa por momentos a Thiago quien se encuentra sentado en el piso mientras pinta. Se supone que ella ya debería estar en la oficina y Thiago debería estar e