2

Alexander

La puerta de mi oficina se cierra con un sonido suave, pero el eco resuena en mi cabeza, marcando el comienzo de algo que ya no tiene marcha atrás. Sofía ha firmado el contrato. La veo desde mi escritorio, observando cómo camina hacia la salida, y no puedo evitar que una pequeña sonrisa se curve en mis labios. No es una sonrisa de satisfacción, sino de una certeza oscura. Esta mujer no tiene ni idea de lo que acaba de aceptar.

Mientras la observo alejarse, una mezcla de excitación y desafío se enreda en mi pecho. Sofía Moretti ha entrado en mi mundo. Un mundo que está más allá de lo que cualquier persona, incluida ella, podría comprender en este momento. La cláusula en ese contrato no es solo un formalismo, es una sentencia. Ella no está aquí por casualidad, y yo no soy el tipo de hombre que deja las cosas al azar.

Lo que acaba de firmar la vincula a mi vida de una manera que ni ella ni yo podemos prever completamente. Sé que lo está sintiendo, aunque no lo admita. Ese aire de confusión que me regaló antes de marcharse me dice más que cualquier palabra podría. Las mujeres como ella no suelen verse atrapadas tan fácilmente. Pero Sofía tiene algo que me intriga, algo que me hace querer arrastrarla más hacia mi terreno, a pesar de lo que eso pueda significar para ambos.

Me levanto de mi silla, sintiendo la presión de todo lo que está en juego. Caminar hacia la ventana, ver la ciudad que se extiende ante mí, me ayuda a ordenar mis pensamientos. En mi mundo, el control lo es todo. Y por mucho que intente controlar esta situación con Sofía, sé que algo dentro de mí, algo primitivo, está empezando a cambiar. La forma en que su mirada se ha cruzado con la mía, esa chispa que encendió algo más allá del contrato, me hace cuestionar cuánto de este juego puedo mantener bajo mi dominio.

Con un suspiro, vuelvo a mi escritorio. La calma de la oficina me rodea, pero dentro de mí, una tormenta comienza a gestarse. Esta mujer va a desestabilizar mi mundo, lo presiento, y no sé si debo temer o desearlo.

Al día siguiente, Sofía llega a la oficina puntual, como una sombra, entrando por la puerta sin una palabra. La veo desde mi lugar, observando cómo se adapta al espacio. Es interesante verla intentando ajustar sus pasos en un entorno que claramente le es extraño, pero lo hace con una calma exterior, como si estuviera dispuesta a encajar.

"Sofía", la llamo con una calma que no siento. Ella se detiene, dándose la vuelta con la misma seriedad que el primer día. La mirada que compartimos es más intensa que nunca. Y aunque no lo diga en voz alta, sé que hay una atracción ahí, bajo la superficie, que ambos estamos dispuestos a ignorar por ahora.

"¿Estás lista para tu primer día?", pregunto, y su respuesta llega en un tono de voz medido, pero con una pequeña chispa de inseguridad.

"Sí", responde, aunque puedo ver en sus ojos que no está tan segura. Lo bueno de las personas como Sofía es que no pueden ocultar todo lo que sienten, aunque lo intenten. La observo mientras se mueve entre las mesas, encontrando su lugar, pero sus pasos siguen siendo vacilantes. Un par de veces, se detiene, mirando alrededor, intentando encontrar su sitio en este caos controlado que he creado.

Es entonces cuando me doy cuenta de algo. Todo en ella refleja una necesidad de control, de encajar en un lugar donde no cabe. Y esa es una de las razones por las que la he elegido. Sofía es más fuerte de lo que cree, pero no lo sabe aún.

La veo acomodarse detrás de su escritorio, la luz de la mañana reflejándose sobre su cabello. Hay algo tan vulnerable en ella en este momento, una frágil fachada de profesionalismo que no puede ocultar la incertidumbre que hay detrás. Me siento extraño al observarla así. Soy el tipo de hombre que mantiene a todos a una distancia segura, y sin embargo, con Sofía, es como si el espacio entre nosotros se estuviera desmoronando, obligándome a acercarme más de lo que me gustaría.

El día transcurre con normalidad, pero hay algo en el aire que no puedo ignorar. Cada vez que me acerco a ella, el aire se vuelve más denso, más electrificado. A cada paso, la tensión se va acumulando, y sé que ella la siente también. Los pequeños roces de nuestras manos al pasar un documento, el cruce fugaz de nuestras miradas, el susurro de nuestras voces en el mismo espacio. Todo está cargado de una energía que ambos intentamos contener, pero que cada vez es más difícil.

En algún momento de la tarde, después de un par de reuniones que terminan siendo más largas de lo previsto, me quedo observando a Sofía mientras organiza algunos papeles en su escritorio. Está tan concentrada en lo que hace que no nota cuando me acerco. La suavidad de su cuello, la curva de sus hombros bajo la chaqueta, me hacen pensar en lo que no puedo tener. Es un pensamiento peligroso, y lo aparto de inmediato. Pero algo dentro de mí no se relaja. Algo en su presencia me atrae de una manera que no puedo explicar, y aunque quiero mantener mi control, me siento más y más arrastrado hacia ella.

No puedo evitarlo.

"Sofía", la llamo suavemente, y ella se vuelve hacia mí, la sorpresa cruzando su rostro antes de que logre esconderla bajo una máscara de profesionalismo.

"Sí, señor Hawke?" Su tono es distante, pero su respiración está ligeramente acelerada. ¿Lo noto yo solo o también está sintiendo esto?

"Acércate", le ordeno, un suspiro escapando de mis labios cuando ella comienza a caminar hacia mí. Cada paso suyo hace que el aire entre nosotros se espese más. Cuando llega hasta mi escritorio, se detiene a un par de metros de mí. Pero eso no es suficiente. Algo dentro de mí me impulsa a acortar esa distancia. "Más cerca", susurro.

Me mira, el deseo en sus ojos se cruza con la duda, pero no hay escape para ella. Se mueve más cerca, y cuando sus ojos se encuentran con los míos, siento una chispa recorrer todo mi cuerpo, una atracción tan violenta que me cuesta mantenerme impasible.

"Estás tomando todo esto con mucha calma", digo, y mi voz suena más áspera de lo que me gustaría.

"¿Y qué quieres que haga?", responde, desafiante, pero con una frágil incredulidad en su tono. "No sé qué esperar de esto."

"Ya lo sabrás, Sofía. Y pronto descubrirás que este mundo no es tan fácil de navegar."

Su respiración se acelera y puedo ver la tensión en su cuerpo. En ese momento, algo cambia. La tensión se vuelve palpable. El aire entre nosotros está cargado, tanto de atracción como de amenaza, y aunque sé que puedo controlarlo todo, hay algo en ella que empieza a desafiarme. Algo que no puedo ignorar.

Me inclino ligeramente hacia adelante, atrapándola en un juego que no sé si quiero ganar o perder.

"Te has metido en esto, Sofía", susurro, mi voz tan baja que solo ella puede oírla. "Y ahora no hay vuelta atrás."

Y, mientras la miro, veo en sus ojos lo mismo que siento: algo que ya no puedo controlar.

Su respiración se vuelve más profunda, casi audible, y por un segundo, todo a su alrededor parece desaparecer. Sus ojos, esos ojos que al principio parecían tan decididos, ahora reflejan una mezcla de incertidumbre y deseo. Ella lo siente, lo sé. Esa electricidad en el aire, esa atracción que hemos estado ignorando, ahora se hace demasiado evidente. No puedo evitarlo, y parece que ella tampoco. Es una tensión que se ha ido acumulando desde el primer momento en que se sentó frente a mí en esa entrevista. Y ahora, con ella a solo unos centímetros, mi control empieza a desmoronarse.

Sofía se queda quieta, como si esperara que yo diera el siguiente paso. Sus labios, rosados y ligeramente entreabiertos, me llaman, me desafían. Pero no doy el paso. No todavía. Este es mi terreno, mi juego. Y aunque siento que puedo perderlo todo si me dejo llevar por la fuerza que nos conecta, sigo esperando. Esto tiene que ser de mis términos, no de los suyos.

“¿Crees que esto es un juego, Sofía?” pregunto, mi voz grave y casi imponente. No es una pregunta que espere respuesta. En cambio, lo que busco es ver cómo reacciona, cómo maneja la presión, la presión que yo le impongo.

Ella me mira, un destello de algo salvaje brillando en sus ojos. “¿Qué quieres que haga, señor Hawke?” La manera en que dice mi apellido, arrastrando las sílabas, me provoca un retortijón en el estómago. La retención, la confusión y el deseo están escritos en su rostro. Pero se mantiene firme, casi desafiante.

Eso me gusta. Eso la hace interesante.

“No sé si te das cuenta, Sofía”, le digo, mi tono más bajo ahora, más cercano, “pero has firmado un contrato que cambiará tu vida de formas que aún no comprendes. No es solo trabajo. No lo es.” Cada palabra cae sobre ella como un peso, una amenaza que ya no necesita ser verbalizada. Porque sé que la siente. En su cuerpo, en su respiración.

En el silencio que nos rodea, la tensión se vuelve más palpable. Siento que cualquier movimiento, por mínimo que sea, podría destruirlo todo o, tal vez, liberarlo. En ese momento, ella da un paso hacia mí, un pequeño movimiento que se siente como una explosión en el espacio entre nosotros. Es un desafío. Un desafío del que no sé si quiero escapar o abrazar.

Pero ella no habla. Solo se acerca. Su fragancia, un leve susurro de flores y algo más dulce, me envuelve y me deja con una sensación de incomodidad y deseo mezclados. Me inclino hacia ella, acercándome tanto que puedo sentir el calor de su cuerpo. Su mirada, intensa y arrolladora, me atrapa de una manera que me pone al borde.

"¿Qué te gustaría que hiciera, Sofía?" susurro, y mi voz se desliza por su piel como un roce, suavemente. Aún estoy en control, pero algo en su presencia me está retando. Me desafía a perderlo, a dejar que el deseo tome el mando.

Ella traga con dificultad, sus ojos fijándose en los míos mientras sus labios tiemblan levemente. No responde inmediatamente. Y esa es la belleza de todo esto: ella no sabe qué hacer. Ni yo. Pero eso lo hace todo mucho más excitante.

El aire entre nosotros está pesado, denso, como si un solo movimiento pudiera hacer que todo se desmoronara. No quiero que se detenga, pero tampoco quiero que sea demasiado fácil. A veces, el control no es solo cuestión de tener poder, sino de saber cuándo soltarlo, cuándo dejar que la otra persona tome la delantera.

De repente, Sofía da un paso atrás, y aunque no lo esperaba, la sorpresa me recorre. ¿Acaso siente lo mismo que yo? ¿Esa lucha interna entre el deseo y el temor? Quiero atraparla de nuevo, mantenerla cerca, pero sé que este es el momento perfecto para mantener mi distancia, para seguir jugando.

“Lo que no sabes, Sofía”, empiezo, mi tono más bajo y calculador, “es que no solo te he contratado por tu habilidad. Hay algo más... algo que está en ese contrato que ni siquiera tú entiendes todavía.”

La observo, buscando la respuesta en su rostro, en su cuerpo. Algo me dice que ahora está más alerta que nunca, pero su inseguridad es evidente. Sofía no es tonta, pero está enredada en este juego de poder que ni siquiera ha empezado a comprender.

"Yo no... no entiendo a qué te refieres." Su voz es un susurro, pero se oye clara. Sé que la duda la consume, lo sé por la forma en que sus ojos parpadean rápidamente, tratando de procesar lo que está sucediendo.

“No importa si entiendes o no, Sofía. Lo único que importa es que ahora eres mía. Y eso cambia todo.” Mis palabras caen como una sentencia, aunque sé que ella aún no está lista para comprender el peso de lo que acabo de decir.

Con un último vistazo a sus ojos, me doy cuenta de que no puedo seguir jugando con ella de esta manera. O tal vez sí. Porque sé que ella, de alguna forma, lo quiere. Aún no lo sabe, pero el deseo es palpable en sus movimientos, en sus gestos tan pequeños pero tan reveladores. No puedo dejar de mirarla, de esperar a que se rompa, que me dé una señal de que está lista para todo lo que tengo preparado para ella.

Me doy media vuelta hacia mi escritorio, deseando que se aleje, pero también sabiendo que, inevitablemente, el juego no ha hecho más que empezar.

"Sofía", la llamo nuevamente, pero esta vez mi tono es diferente, más serio, más imponente. “No creas que esto será fácil. Te lo advierto.”

Ella no dice nada, pero la forma en que se tensa, cómo sus manos se aprietan contra el escritorio, me dice que la tormenta está por desatarse. Y aunque no tengo miedo de lo que eso signifique, no puedo evitar sentir una ligera emoción al respecto. Porque el control, aunque lo tenga ahora, está a punto de escaparse de mis manos.

“Lo sabrás pronto”, murmuro, mientras ella se aleja, mis ojos fijándose en su figura, deseando que se de cuenta de que no hay vuelta atrás.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App