No sé con certeza a qué se refiere con esa frase, y tampoco puedo preguntarle, puesto que del otro lado de la línea solo escucho los pitidos que indican que estoy sola en la llamada. Despego el móvil de mi oído y permanezco unos segundos mirando el dispositivo como si me hubiera desconectado de la realidad.
—¿Qué pasó?
La voz de Rafael me despierta del trance. Percatándome de mi estado, guardo el teléfono en mi bolsillo y me apresuro a tomar mi mochila.
—Debería irme.
—Pero ¿qué paso?
Vuelve a preguntar, poniéndose de pie con dificultad y observándome extrañado.
—No sé. Eso voy a averiguar. Mi hermano estaba hablando raro.
—¿Sigue siendo un idiota?
La impresión que se llevó Rafael de Marco no es precisamente una muy deseable, a decir verdad.—No, creo que no. De hecho, estuvo ayudándome a evitar a…
No finalizo la frase, debido a la obviedad de esta.
—¿Y confiás en ese patán?
—Ese patán cambió.
Miro el camino que tengo enfrente y me confunde ver una ruta distinta a la habitual para ir a nuestro vecindario. Aquí hay muchos árboles, demasiados.—¿Qué es esto?Pregunto e instantáneamente veo un cartel en la carretera: “Reserva ecológica El Buho”. La carretera se achica y se vuelve de tierra, haciendo que frente a mí ya no vea camino vehicular por el que proseguir. Mi hermano hace una curva y se estaciona cerca de un mirador y desciende el vehículo.Estamos en una altura elevada de la ciudad, cuyo epicentro se aprecia completamente desde aquí. Un enrejado de madera bajo (que no supera mi rodilla) nos separa del precipicio, en cuyo borde se encuentra un catalejo apuntando hacia la vida urbana. Hay un extraño contraste entre naturaleza y urbe en este lugar.Tomo asiento en un banquito de madera en el cual ya se encuentra Marco, que ha descendido del veh&ia
El viento me golpea en la cara y hojas secas y otoñales se mueven en el suelo, chocándose con mis zapatos y sintiéndose como un mero roce. Ninguno de nosotros habla y no hay más sonido que el de la naturaleza. Los ruidos de la urbe no se oyen aquí.Tomo aire y miro a Marco, cuya mirada perdida en los troncos de los árboles finalmente encuentra un rumbo, apuntándome.La duda me carcome, mis sospechas sobre el son infinitas. Me siento culpable, pero…hay una posibilidad de que no esté de mi lado o que ahora se ponga del lado opuesto por su propio bien, para evitar los problemas, ya sea por miedo, cobardía o…simplemente fastidiarme, otra vez.¿Y si se lo menciono? ¿Y si lo afronto? Podría, sí, pero… ¿qué gano? ¿Muestro mi desconfianza y además le doy una idea? No tengo nada con que sobornarlo, sería completamente est&uacu
Al volver a la mesa, dos platos más ya han sido añadidos a la misma, aunque en lugares enfrentados.Sorprendida por la ubicación curiosa que han elegido para sentarse hoy, tomo asiento junto con la esposa del supuesto colega de mi padre, queriendo evitar a toda costa escuchar en mi hombro la respiración de aquel hombre cuyo cinismo se nota desde la otra punta de la habitación. Supongo que elegir mi lugar es la ventaja que me he ganado por haber sido la primera en abandonar el baño.De todas formas, mi hermano aparece segundos después y su rostro es preocupante. No transmite nada, ningún indicio de su posible postura tomada sobre el asunto debatido un minuto atrás.Cuando noto que ya todo el mundo lo hace en silencio y sin ningún comentario de por medio, comienzo a comer y descubro que tengo un hambre descomunal. El único sonido que se oye son los tenedores y las cucharas siendo usadas,
Lo primero que pienso es que algo le sucedió, que necesita ayuda o simplemente tiene esos dolores absurdos otra vez. Pero parece negarse a lo último, diciendo que jamás me molestaría por un simple dolor, que para eso está el hospital y el número que le asignaron, al cual puede llamar cuando quiera.Emily: Como dijiste urgente…Rafael: Es urgente. Necesito que hablemos.Emily: ¿Y por qué no me lo comentaste cuando estaba ahí?“Escribiendo…”Es un simple chat de texto, pero una parte de mi tiembla.Rafael: Porque no estábamos precisamente hablando.No sé qué pensar. Por una parte, lo sucedido en su sillón no fue charlado, ya que me tuve que retirar de forma apresurada, hecho que hace que no tenga ni idea de en qué tipo de relación e
Giro mi cabeza hacia mi hermano, quien entrecierra los ojos, gesto que no sé si emite en muestra de ironía o simple confusión. —¿Sobre?—Sobre ustedes dos. El tono de mi madre es claro, impaciente y carente de vueltas y rodeos. —¿Qué finalmente juntaron el valor para decirle a la pobre que es adoptada? Río entre dientes, haciendo que mi madre me fusile con los ojos. Pero cuando aparta la vista de mí, se topa con Marco, quien parece que también se ha tentado de su propio chiste. —Como sea —exclama con un suspiro—. Acabo de escuchar a tu hermana hablar con un tal Ferraz. ¿Estás al tanto de eso? Observo a Marco con el rabillo del ojo. Se encoje de hombros y niega con la cabeza. He de admitir que está actuando fenomenal. —Marco. Pronuncia mi madre con hartazgo, mirando al mismo fijamente a los ojos. No se lo ha creído. —¿Qué? No tengo idea y tampoco me interesaría. Ya bastante tengo con mi vida.
Me he quedado muda, atónita y seguramente pálida. ¿Qué demonios significa eso? Comienzo a rebuscar en mi mente entre todo lo posible…algo, lo que sea, que pueda ser motivo de tanto miedo generado en su interior por años. Por su rostro, más bien parece una fobia. Lo primero que se me ocurre es su sexualidad, no voy a mentir. Que le gustan las mujeres eso es seguro, pero… ¿y si es bisexual? ¿Y teme decirle a papá por miedo a una quizá intolerancia? Pero aun suponiendo esa teoría, ¿realmente es motivo para que tema que lo “mate”? ¿O “que mi propio padre me matara” es una simple forma de decir? No alcanzo a hacerle ninguna pregunta, puesto que tras pronunciar sus últimas palabras se voltea y sale de la habitación, girándose en el último segundo antes de desaparecer. —¿Te llevo mañana? —pregunta de repente, como si nada hubiera pasado. —¿No vamos a hablar del espanto que acabas de decir? —me animo a soltar, con tono calmo, aunque me esté consumiendo de preocupació
Mi corazón comienza a latir rápidamente, como si anhelara recordarme su presencia en la escena. Luego de tomarme un par de segundos para respirar hondo con la vista clavada en el suelo del oscuro pasillo, me volteo hacia la cama.Alcanzo a ver poco: solo sombras y leves formas. Me siento incómoda y quizás avergonzada ya que parezco cumplir el papel de husmear el interior de una habitación ajena desde afuera a través de un vidrio opaco, como si invadiera alguna privacidad.Yo no debía estar aquí, no en su cuarto, no sin su permiso.Tal como ocurrió cuando me inserté por primera vez en esta penumbra, tengo que forzar la vista nuevamente para notar algo, pero no llego a hacerlo, ya que una luz se enciende de repente y mis ojos se cierran de forma involuntaria, temiendo cegarse.Cuando vuelvo a abrirlos, me encuentro con un Rafael incorporándose en la cama tras haber alargado el braz
Siento que el mundo se me ha caído a los pies y no es por la noticia en sí que se me genera esa sensación tan desesperante en el pecho. Es mi silencio. Su mirada busca hacerme entender la seriedad del asunto, las consecuencias que puede tener y el cambio que puede generarme. Parece como si de alguna manera intentara volverme consciente del significado de sus palabras. Pero lo cierto es que yo me he quedado completamente muda. Estoy pensando tantas cosas a la vez, tantas decenas de imágenes repletas de recuerdos pasan frente a mis ojos en un instante que siento que el tiempo se me va. El tiempo avanza y tengo tanto para procesar que no puedo siquiera abrir la boca. Tengo ganas de gritar, pero me he quedado muda. Debo hablar ya o será tarde luego, pero se me acabaron las palabras. Y en ese tumulto emocional donde mi mente no para de gritarme “¡Reacciona ya!” y tragando saliva con dolor es cuando me obligo a aceptar que no lograré decir nada. Me he bloqu