Abrió los ojos, pero no pudo ver nada. Trató de virarse a la derecha y luego a la izquierda, chocando contra invisibles paredes que le impedían moverse libremente. Hizo por incorporarse, dándose un tremendo golpe en la amplia frente que le caracterizaba. La estreches de su encierro, la oscuridad, el silencio y el intenso olor a tierra húmeda, le confirmó que su mayor miedo, el que le había atormentado desde que era un niño, se había convertido en una siniestra realidad. Tanto era su terror que dejó bien claro y por escrito que se tomaran todas las precauciones para impedir la realización de tal desastre; pero era bien sabido que mientras más se trata de evadir el destino más se acerca a lo que ya está escrito y todo parecía decir que había nacido para ser enterrado vivo.
No se inmutó a pesar del sobresalto inicial. No entró en pánico como pens&o
Alan Shepard había hecho todo el trayecto, desde las oficinas centrales hasta su casa, corriendo bajo una gruesa, fría y persistente lluvia que calaba hasta los huesos, anunciando que el invierno iba a ser crudo ese año. Corría a grandes zancadas, sin reparar que hundía los pies en los charcos de agua sucia que abundaban en las calles y aceras adoquinadas. No se daba por enterado que su elegante saco alquilado estaba empapado, pesaba cuatro veces más y que lo agotaba cada metro que recorría. Sólo tenía una idea fija, llegar a la casa. Allí se encontraba su salvación, allí volcaría toda su angustia y volvería a ser él, calmado e inteligente, allí estaría la única persona en el mundo que le comprendía, el único que le calmaba; su amigo. A esa persona le debía todo lo que es y lo que podría ser, él se encar
— ¿Cómo que fuiste en mi lugar? ¿Te permitieron ser capataz sin apenas conocerte? ¿Te obedecieron? —La respuesta a todas las preguntas es sí, ¿no ves que somos muy parecidos, casi como dos gotas de agua? Alan concordó con él. Mirarlo era como mirarse él mismo en el espejo, salvo por la manera de vestir y el cabello que Dumpin siempre usaba desaliñado. Le extrañó no haberse percatado antes, pero era cierto. Ahora comprendía, después de tanto tiempo, porqué eran tan buenos amigos. Si eran tan parecidos lo lógico era que compartieran también las mismas necesidades y los mismos gustos. Todo quedó resuelto, Dumpin iría al trabajo haciéndose pasar por él y tendría tiempo para descansar. Comenzó una etapa bastante buena para Alan, dormía por el d&iacu
Hace siglos que se ha tratado de descifrar los misterios de la adicción. Es cierto que ha habido avances, en cuanto al conocimiento de los cambios físicos y químicos que tienen lugar en el cerebro. También hay que señalar que en sentido general, estamos tan indefensos ante los vicios y los efectos perjudiciales que provocan en nuestra sociedad, como lo estábamos hace tres mil años. Incluso, muchos piensan que hemos perdido terreno ante ellos. Aún estamos lejos de saber por qué el animal más inteligente del mundo, cae en esa trampa que obliga a personas de todo tipo a depender de algo para sentirse realizado y hasta feliz, a tal punto que se puede llegar a perder la voluntad, la vergüenza y la familia, por algo tan banal. Dicen los entendidos que se necesita un solo trago para convertirse en alcohólico, o un cigarrillo para transformarse en
Al despertar no podía moverme, parecía que estaba embalsamado, todo el cuerpo lo sentía rígido y adolorido. Hice el intento por ponerme de pie, pero un dolor inmenso en el abdomen me lo impidió. Después de unos minutos de incertidumbre y confusión me dormí. Debió pasar un buen rato, porque cuando nuevamente abrí los ojos, la iluminación de la habitación era completamente distinta, estaba casi en penumbras y el silencio era total. Traté de descubrir qué era ese lugar y por qué no podía moverme, en ese instante me dormí de nuevo. Cuando al fin desperté por tercera ocasión, me hice el firme propósito de permanecer así. Al mirar mis brazos, con mucho esfuerzo, vi una aguja insertada en el derecho, de la cual salía una manguera plástica, que se conectaba a una bolsa de suero incoloro, que colgab
—Buenos días —dijo uno de los galenos-, yo soy el doctor Zamora y éste es mi colega, el doctor Acosta. Somos neurocirujanos y venimos a hacerle algunas preguntas, si no le molesta, por supuesto.—Claro que no -respondí, notando que el oficial Cosme, no me quitaba los ojos de encima, parecía un animal al acecho, se notaba que no era un tapa huecos como los otros, éste tenía experiencia e instrucción especial, tendría que cuidarme de él. Si lo que me dijo la enfermera era cierto, entonces estaba caminando por una cuerda floja. Lo que más me molestaba, era que en realidad no recordaba nada y ni siquiera me habían dado tiempo para pensar en eso. Me caían encima no más abrir los ojos y nadie se preocupaba de darme respuestas; si no fuer
Me resultó extraño ese comportamiento de mi amigo, pero cualquiera tiene derecho a sentirse mal un día, así que pronto se me olvidó el asunto y traté de recordar alguna otra cosa que me fuera útil o me diera una pista, pero nada, ni un recuerdo nuevo. Confieso que no estaba feliz, la incertidumbre de no saber nada de mí mismo me estaba matando, mi paciencia llegaba a su fin y no tenía idea de lo que sería mi futuro. El sueño me dejó aturdido y perplejo. Realmente, ahora había más preguntas que respuestas, pero en mi caso particular, cualquier cosa era una esperanza de recuperar la memoria. A decir verdad, no me importaba ser o no culpable de todas las cosas que decían que hice, solo quería que acabara esta situación. La cercanía de mi libertad me ponía ner
El abogado prefirió caminar hasta su destino. En el estado que se encontraba no podía conducir sin provocar un accidente, pues las manos le temblaban de pura rabia. Su hija le acababa de dar el disgusto más grande de su vida.Ella, su pequeña, la luz de sus ojos, lo más preciado que nunca tuvo, en complicidad con su madre le habían tendido una trampa. Todo lo comenzaron hacía una semana atrás. Primero le hicieron una cena magnífica en un ambiente alegre y jovial. Él era un hombre muy inteligente y sospechó algo de inmediato, pero la noche transcurrió normalmente. Después su mujer le hizo el amor como hacía muchísimo tiempo no ocurría y luego, cuando descansaban, se lo dijo distraídamente, como por casualidad.—La niña tiene un noviecito, parece que está entusiasmada con él.“Así que era eso”, pens&oa
Sé que soy un tipo raro. O al menos eso es lo que la mayoría de las personas piensan. Desde niño supe que era diferente; por alguna razón le tenía y tengo un miedo extremo a las enfermedades, bacterias, microbios y virus. Una vez le escuché decir a mi madre que era porque estaba presente el día que viraban a mi abuela, encamada desde hacía dos años para curarle las escalas que le salieron en la espalda debido a la posición en la que estaba. Las llagas sangrientas destilaban pus y los gusanos caían en las sábanas desde las heridas abiertas. Yo personalmente no lo recuerdo porque me desmayé, lo cierto es que estos miedos solo han crecido desde mi infancia y aunque he tratado de disimularlo cuando estoy entre otras personas, tarde o temprano alguien se percata de mis fobias y resulto ser en el mejor de los casos, el centro de todas las miradas y comentarios. En conclusión, toda mi in