Elouise observaba cómo toda la gente se acercaba para abrazar y felicitar al pelinegro de elegante traje vino tinto, sonrisa radiante y ojos de ensueño, al que sutilmente ella llamaba esposo. La castaña sostenía una copa en su mano y mantenía una mueca de disgusto.
¿Cuándo había sido la última vez que Isaac le había dedicado una mirada en lo que iba de la noche?
—Eh, preciosa —Robert, prometido de Lana Johnson se acercó a Elouise con una sonrisa grande y amable. Él era un hombre bastante mayor para Lana, pero la elegancia siempre lo acompañaba a todas partes y su actitud resaltaba por encima de cualquier cosa. Siempre amable, siempre educado. Elouise le sonrió con suavidad y tomó la mano que el hombre extendía en su dirección—. Quisiera una foto de recuerdo contigo y Isaac, ¿me darías el gusto?
Elouise sentía pena por el hombre y por sí misma. ¿En qué momento habían llegado a esas circunstancias? En qué momento comenzaron a fingir que las cosas estaban bien cuando evidentemente no lo estaban.
¿Cómo incluso Robert podía hablarle? Si tristemente ambos sabían el lugar que estaban ocupando, la desgracia que ambos compartían. ¿Por qué siquiera él aparentaba que le agradaba estar en esa fiesta?
No era una gran adivinanza, el amor era cruel e insensible doblegando el orgullo de cualquiera. Elouise sabía cuánto amaba Robert a Lana. Y Robert sabía cuánto amaba Elouise a Isaac. Lo único que podían hacer, era mirarse mutuamente con grandes sonrisas. No hacía falta mencionar la pena.
—Por supuesto Robert, me encantaría —respondió Elouise.
La joven mujer volvió a sonreír ante su pesar pues la realidad era que quería abandonar el maldito salón cuanto antes, cada segundo que pasaba la sonrisa tensa que se obligaba a fingir a cualquiera que le saludaba flaqueaba más y más.
Elouise caminó a pasos suaves a cualquier lugar que Robert le estuviese llevando, viendo entre suaves parpadeos el anillo que adornaba con sutileza su dedo anular. Quería sacarse ese maldito anillo y botarlo lejos. No lo hizo. No se podía permitir hacerlo. No cuando su familia en Doncaster dependía en absoluto de aquella unión.
—Elouise —escuchó al hombre hablar. Él hizo una seña al fotógrafo que pasaba por ahí cerca y luego volteó a verla—. Estás tan callada, te recordaba mucho más alegre. ¿Estás teniendo un mal día? —cuestionó suavemente.
La joven castaña parpadeó, paseando las yemas de sus dedos alrededor del borde de la copa de vino que sostenía aún en sus manos. Negó apenas—. No importa si mi día va mal. Yo… Sonrío por Isaac, él... Ya sabes, ha trabajado muy duro estos últimos meses. Debo estar feliz por él. —completó.
Aunque pudo notar el destello de molestia en la pequeña mueca que se formó en los labios de Robert, Elouise lo ignoró desviando sus hermosos ojos azules hasta el fotógrafo se apresuraba a llegar hasta ellos entre toda la gente alrededor. La gran fiesta era por haber logrado aliarse a una de las empresas más productivas de Londres e Isaac por supuesto llevaba el título de letras grandes. Todo el crédito. Eso había ameritado un gran festejo, al estilo de la familia Wright. Un salón tres veces más grande de lo necesario, una pirámide de copas de champán carísimo que por supuesto nadie iba a tomar por miedo a derrumbarla. Una barra larguísima con cientos de bocadillos, docenas de meseros yendo de aquí allá, una gran barra de bebidas.
Caro, elegante y sofisticado. No podía ser de otra manera.
Elouise se sentía asfixiada por el grado de elegancia que había en las personas por todas partes, una vida a la que había tenido que acostumbrarse aún si un par de años antes su rostro sólo había estado pintado por la humildad.
Cuando finalmente el fotógrafo llegó, un joven de tez pálida y rizos castaños por los hombros, una playera blanca y vaqueros negros, Elouise sólo suspiró. Bebió un poco de su vino observando a Robert caminar hasta Isaac, que se encontraba a dos metros de ellos.
—Isaac, compañero —llamó el mayor al joven pelinegro. Isaac le prestó atención de inmediato, observando por algunos segundos a Elouise por encima del hombro de Robert.
Elouise e Isaac se miraban con recelo, porque hacía mucho tiempo atrás que ambos habían dejado de ser felices. Pero tenían un matrimonio de años y todo el mundo los conocía por ser la pareja más adorable y unida que jamás se hubiese visto, obviamente, había apariencias que mantener.
Si tan sólo todos pudieran ser testigos de las largas discusiones diarias antes de que ambos se fueran a dormir.
Antes de que todo se volviera más tenso, Isaac lamió sus labios bebiendo de su copa luego y apartó sus fríos ojos de Elouise. Miró de lleno a Robert aparentando estar interesado y le sonrió—. ¿Qué sucede?
—Quisiera una foto contigo y con Elouise de recuerdo. —explicó el hombre.
Elouise no podía ver el rostro de Robert pero sabía que él casi sangraba por tener que estar hablando con Isaac.
La pregunta de Elouise era, ¿por qué él seguía comprometido con Lana sabiendo que ella no le amaba? Una vez más, la castaña se repitió que el amor podía doblegar cualquier orgullo.
Isaac fingió estar encantado con lo mencionado por Robert y asintió de inmediato.
—Por supuesto.
Isaac se disculpó con sus iguales y acompañó a Robert hasta llegar con Elouise, quien seguía mirando a Isaac escuetamente con sus brillantes ojos.
Robert miró hacia los lados, frunciendo el ceño—. ¿Y el fotógrafo?
Él joven fotógrafo había sido arrastrado por otra joven amante de la fotografía, quien balbuceaba algo sobre la fuente con rosas y quién sabe qué cosas más. Elouise sólo pudo ser testigo de la mala cara que tenía el joven chico, casi como la de ella.
La ojiazul alzó los hombros, dando un trago a su bebida para terminarla—. Amanda ha venido por él. —respondió.
Robert bufó con suavidad—. Uh, denme un momento, ya busco a alguien más.
Una vez él estuvo lejos, Isaac caminó hasta el costado de Elouise metiendo una mano al bolsillo de su pantalón mientras daba otro trago a su copa de vino y le veía con reproche. Elouise evitó mirarlo—. Por lo menos podrías poner una cara más agradable, pareces un perro con rabia.
Elouise sintió el coraje tirando de sus facciones en una mueca nada linda. Frunció sus labios pintados de un exquisito rojo y negó—. Te dije que no quería venir. —murmuró muy bajo.
—Tenías que. —agregó Isaac sin más.
La joven finalmente le miró con molestia—. No, no tenía que —susurró con el tono suficiente para escuchar sólo ellos dos y que Isaac notara cuán furiosa estaba—. Estar aquí es una m****a, tú eres una m****a. Podías poner alguna excusa y yo podría haberme quedado en casa.
Isaac alzó una ceja ofendido—. Recuerda que ésta m****a te da de comer, sé un poco más agradecida, cierra la boca y pon una buena cara, porque cuando lleguemos a casa...
Elouise se acercó más a él interrumpiéndolo, claramente con ganas de gritarle—. ¿Cuándo lleguemos a casa qué? ¿Harás lo de la otra noche?
Isaac apretó los dientes—. No hables como si no lo hubieses merecido.
—¿Vas a darme de bofetadas entonces? —anunció ella con coraje.
Isaac sujetó con fuerza el brazo de su esposa cuando sintió que las cosas estaban yéndose de sus manos, sacándole un jadeo de dolor al instante.
—Lo haré. Si no te callas justo ahora, lo haré Elouise —murmuró, levantando su mirada y sonriendo grande cuando observó a Robert acercarse con otro de los fotógrafos siguiéndole—. Ahora sonríe para esa maldita foto —su mano se deslizó y se ciñó con fuerza a la cintura de Eloise, apretando su suave piel por encima del bonito vestido rojo de minúsculas lentejuelas brillantes que la joven usaba.
Ella solo apretó los labios y tragó saliva queriendo desaparecer ese nudo que crecía de pronto en su garganta. Estaba tan cansada de Isaac y su forma de ser. No sólo habían dejado de ser felices juntos sino que tristemente meses atrás Isaac había comenzado sobrepasar el límite. No era grave, algunos cuantos empujones y bofetadas que hacían llorar a Elouise por noches enteras, porque se daba cuenta de la gran diferencia. Porque su matrimonio se había arruinado.
¿Podía hacer algo? No. Porque si lo hacía no sólo renunciaba ella a una vida de lujos y riquezas, aunque eso ni siquiera le importaba. Ella había crecido en la humildad desde pequeña y un par de años no le iban a cambiar. Pero debía quedarse porque también dejaba a su familia en la calle. Aguantaba todo por ese cheque que iba a parar a Doncaster cada fin de mes. Soportaba porque podía escuchar la felicidad de sus pequeñas hermanas diciendo que tenían algún juguete nuevo. Porque Fabiola le decía que había pagado su colegiatura en la preparatoria, porque Lorena estaba por terminar su carrera en la universidad. Porque Julia le decía que tenían pavo para cenar por la noche y Tino le agradecía porque la vida con una esposa, cuatro hijas y un hogar que mantener era más fácil con Elouise estando casado con un hombre millonario.
Conocía la razón por la cual Isaac aún no la había dejado y quizás no le dejaría. Con una cónyuge, la posibilidad de altos mandos y negocios era increíblemente mejor que estando soltero. Había una imagen que mantener, y claramente un divorcio la ensuciaría. Isaac era conocido por su "nobleza, honestidad y cariño". Elouise había dejado de notar aquello bastante atrás.
Según Elouise sabía, Isaac se había casado con ella por amor aunque no fuese igual al viceversa. Antes que cualquier negocio, habían sido novios de adolescentes. Prácticamente desde que Elouise tenía dieciocho años. Aunque su noviazgo fue una relación a distancia la mayoría del tiempo, Isaac siempre había prometido que se casaría con ella. Y cuando llegó el tiempo de tomar la empresa como un hombre, Isaac lo hizo. Se casó con ella.
Una gran boda, una gran luna de miel, un hermoso matrimonio de dos "enamorados". Y Elouise no tenía que obligarse a querer a Isaac, lo quería por lo bueno que era con ella, con su familia, siempre atento a lo que ellos necesitaran. Aunque si por Elouise fuese, le hubiera dejado tiempo atrás, donde todo pareció ir cuesta abajo.
Donde supo que alguien más había robado el corazón de Isaac. Alguien muy cercano, alguien que traicionó y se burló. Alguien a quién Elouise no podía verle el rostro ni en pintura. Porque literalmente había arruinado su perfecta vida.
Sentía sus ojos húmedos y aún tenía que sonreír para esa estúpida foto. El firme agarre de Isaac le lastimaba y Elouise tenía que fruncir los labios para disimularlo.
La castaña ojos azules sonrió con tristeza cuando el flash de la cámara frente a ellos se hizo presente.
Volteó a ver a Isaac, alejando el agarre que le lastimaba con brusquedad siendo muy discreta. Le sonrió falsamente e Isaac no mostró expresión alguna—. Iré al baño, ya es muy tarde. Le pediré a alguien que me lleve a casa, te esperaré allá. ¿De acuerdo? —murmuró suavemente.
Robert le miró curioso, más no dijo nada. Cuando Elouise menos pensó, varias personas le miraban.
Isaac le miró unos segundos, después asintió y se acercó para darle un beso en los labios muy corto y casi con obligación—. Pídele a Edward Henderson que te lleve. Nos vemos en un rato.
La joven asintió—. Cuidado.
—Tú igual.
Ella comenzó a caminar, sintiendo como las lágrimas mojaban su perfecto rostro mientras sus tacones hacían ruido a cada paso que daba.
Los bonitos ojos azules de Elouise estaban brillosos cuando se acercó a la esquina donde los hombres en sus impecables trajes negros estaban. Fácilmente algunos medían dos metros, fornidos y con expresiones serias. Gafas negras ocultando sus ojos, micrófonos e auriculares como sistema de comunicación desde su pecho hasta oídos. Con postura firme y labios apretados.La joven tragó saliva parándose delante de ellos. Ni siquiera sabía si le estaban viendo. Sorbió discretamente su pequeña nariz y apartó la mirada hasta el final del salón.—¿Alguno de ustedes sabe quién es Edward? Necesito que alguien me lleve a casa y mi... Mi esposo me dijo que lo buscara a él —soltó a duras penas. Su garganta era un lío incómodo, su voz salía más aguda de lo normal. Presentía que podía echarse a llorar allí mis
La joven atrapada en sus profundos sueños se removió cuando suaves caricias aparecieron de la nada en su mejilla, molestándole lo suficiente para despertarla.Le costó bastante abrir los ojos al momento de activar sus sentidos. Con lentitud corrió sus párpados y tardó algunos segundos en poder enfocar la silueta encorvada frente a ella y analizar la situación. Aquel perfume que tan grabado tenía en su memoria, la suavidad con la que se le era entregada aquella muestra de cariño, la manera en que parecía tan natural...Elouise se desconcertó alejándose naturalmente del tacto mientras sujetaba con rapidez la muñeca del otro. Frunció el ceño casi asustada, porque recordaba aquella noche donde parecía que Isaac estaba acariciándole luego de una larga discusión pero al pasar unos segundos sus manos apretaron fuerte alrededor de su cuello, haci
El día estaba frío y las nubes cubrían el sol cuando Elouise salió por la puerta principal de su hogar vistiendo un abrigo largo junto a sus botas favoritas. Había una bufanda enredada en su cuello y unos lentes cubriendo sus bonitos ojos que estaban demasiado irritados como para ir por allí fingiendo que no había estado llorando como por las últimas... Tres y catorce horas quizás. Frente a la residencia estaba la camioneta de la madrugada anterior, a un lado de la puerta trasera estaba de pie el joven de seguridad, vistiendo tan impecable como cuando la mujer le había conocido. Traje negro, lentes oscuros y equipo de audio y micrófono visible desde su pecho hasta su oído. Elouise suspiró dando pequeños pasos que parecían ser eternos. Los demás hombres alrededor de la vivienda ni siquiera voltearon para darle los buenos días. Jamás entendería por qué Isaac y ella no podían vivir como una pareja normal con privacidad normal. Tenían tanta seguridad como algún p
Había una sonrisa grande en el rostro de Elouise. Sus ojos estaban brillantes y había un ligero balanceo inusual en sus pasos.Edward suspiró. Le iban a pagar por proteger a ese chica, no para ser su niñera. Pero si quería mantener su buena paga, debía seguir a Elouise con cuidado y en silencio desde atrás.La castaña entró en su vivienda y siguió de largo hasta la cocina donde se escuchaban algunos parloteos, Edward también siguió avanzando.Ella entró a la cocina donde pudo ver a Isaac y Deliyah, el primero estaba revisando su teléfono y la última limpiaba una mancha invisible del frente de la enorme nevera. Deliyah le sonrió al instante, Isaac sólo levantó la mirada.Pero Elouise le sonrió grande, así que Isaac lo hizo también. Y Elouise se acercó, así que Isaac abrió los brazos para ell
Elouise no tuvo que esperar mucho para poder ver el rostro confundido de suamadoesposo.El pelinegro iba saliendo por la puerta de la habitación cuando Elouise le topó de frente. Le tomó apenas dos segundos decidir de qué forma iba enfrentar aquello, y cuando lo hizo, arremetió contra Isaac, empujándolo por el pecho con todas sus fuerzas sintiendo el nudo en su garganta doler.—¡¿Cómo permites esto?! —gritó la joven con furia dejando que un par de lágrimas rodaran por sus mejillas ya que simplemente no podía evitarlo porque su corazón estaba demasiado roto para tratar de aparentar alguna nimia fortaleza—. ¡Cómo siquiera pudiste pensar en traerla aquí! ¡A mí hogar, el lugar donde duermo, donde vivo! ¡Mi casa, Isaac! ¡Esta es mi jodida casa!Quiso empujar a Isaac de nuevo, pero la situaci&oacu
Edward había recibido varias llamadas a su teléfono mientras conducía, las respondió con precaución y los ojos puestos en la carretera, por supuesto. Se puso ligeramente nervioso cuando escuchó la voz calmada de su patrón, pidiéndole amablemente que llevara a su esposo a una propiedad que tenía a las orillas de la ciudad. Isaac le pidió también una breve y escueta disculpa por el "drama" que había hecho Elouise y mencionó algo sobre no tener mucha importancia porque sucedía "a menudo". A Edward le estaba costando cada vez más mantener a raya su curiosidad. Se repetía una y otra vez que aquello no era su asunto. Que las lágrimas de la castaña no eran motivo para indagar en su vida personal y que aquel matrimonio problemático no era en realidad tan disfuncional. Quizás sólo eran diferencias y confusiones, talvez Elouise era la típica chica celosa que no entendía de razones cuando su esposo tenía que marcharse con compañeros de trabajo o lo que sea... A Edward no debería importarle. P
El hombre suspiró parpadeando ante la vista de la enorme ciudad que podía observar a través del ventanal de cristal desde lo alto del edificio en el que se encontraba. Pensaba en muchísimas cosas. Y todo terminaba resumiéndose a una sola persona. Le lastimaba verla tan derrotada. Sabía que él mismo la había hecho caer en aquel pozo. Le lastimaba verla llorar, pero era él quién le daba los motivos. Le lastimaba ver sus hermosos ojos azules, brillando y no por felicidad, sino por los cientos de lágrimas que a cada momento le hacía derramar. Conocía a Elouise lo suficiente, y se conocía a sí mismo también. Aquello era injusto, era una basura, algo de lo que no podía simplemente elegir apartarse. Porque él era quién la había cagado. Él había dejado su corazón abierto para el asilo de alguien más aún cuando el espacio estaba cubierto por completo. Cubierto por aquellas manos suaves, aquellas curvas definidas, aquellas caricias amorosas, aquellos ojos azules. Podía estar compartiendo ¿U
A Edward le ofrecieron una habitación para invitados, ya que después de que Elouise se fuera a dormir la casa quedó en total silencio. La ama de llaves, de quién sinceramente Edward no recordaba el nombre, le dio las buenas noches después de decirle que había ropa de pijama y una toalla en la habitación que se le ofrecía. Sin embargo Edward rechazó todo. Las cosas estaban tensas y su trabajo era cuidar de la cliente. Prefirió pedir café, comentando que estaría despierto un rato más por algunos asuntos. La mujer no preguntó más y después de entregarle una bandeja con una taza de agua caliente, un poco de café, azúcar y cubiertos, finalmente se fue a dormir. Le acompañaba sólo una pequeña lámpara encendida en la sala de estar, dónde había decidido sentarse a pasar la noche. Después de vigilar a Elouise durante unas horas, se dio cuenta de que ella estaba tan cansada que ni siquiera iba a despertarse, lo profundo de sus respiraciones se lo confirmaron en su totalidad. Así que mientras E