Año 2037.
El escritor L. Randall Howard se encontraba refunfuñando en el estudio del diminuto departamento que alquilaba. Aferró la botella de ron y se tomó un nuevo trago maldiciendo a su esposa, la infortunada mujer que lloraba en la cocina después de la paliza que le propinó. “¡Se lo merecía!” pensó “por reclamar todo el día que nos estamos muriendo de hambre y que soy un fracasado. ¡Ya le demostraré a esa estúpida!”. Howard se sentó frente a la vieja computadora que usó para escribir un interminable repertorio de cuentos y novelas que habían sido publicados en ediciones baratas y que era lo único que le daba algunos pocos ingresos para sobrevivir miserablemente. Suspiró, tragó más alcohol, y luego escuchó a su hijo lactante empezar a llorar.
—¡C
Año 2051.José Antonio Córdoba observaba la foto que le tomaron en el 2047 cuando firmó el Tratado a nombre de las Naciones Unidas después de que la Asamblea General lo aprobó y a pesar de las airadas protestas de personas en todo el mundo. La foto lo mostraba a él y al embajador Sáuxer (y empresario) Válax firmando el texto que había sido escrito tanto en inglés como en Sáuxer, con la bandera de las Naciones Unidas a sus espaldas y el escudo de la Corporación Sáuxer (una garra felina) detrás.“¡Como había cambiado!” pensó. Córdoba había sido un político de izquierdas desde que como adolescente participaba en airadas protestas y era un comprometido activista. Recordaba con cierta nostalgia cuando era muy joven y mucho más idealista y luchaba por causas políticas que &eacu
Carolina Rivaldi se encontraba en Argentina, su tierra natal, pero era una Argentina muy diferente a la que estaba acostumbrada pues, como todos los países de esta América, en esta Argentina hablaban lenguas escandinavas derivadas del nórdico como sueco, noruego e islandés, la cultura vikinga era predominante y la iglesia mayoritaria era la luterana.Góður Loft (Buenos Aires) era una ciudad de arquitectura escandinava y ese día, un robusto hombretón de aspecto vikingo, pelirrojo y de piel blanca, hizo sonar un cuerno y sus acompañantes hicieron resonar tambores, gaitas e instrumentos tradicionales europeos. Vestían como vikingos pues se encontraban en un festival revivalista que buscaba rescatar las costumbres antiguas de sus ancestros.Allí estaba Carolina, su cabello rizado estaba sostenido en dos gruesas trenzas y se había puesto ropajes de mujer escandinav
Año 2093 Era Común.Las razones que me motivan a escribir este lastimero testimonio son producto solamente de la Fundación Buckland que tan insistentemente me ha pedido que redacte mis horribles experiencias. Supongo que harán una recopilación de los turbios sucesos que empañaron nuestras vidas. Por mí, está bien.Era yo una niña nacida en un hogar pagano por allá del 2033. Para cuando acontecieron los hechos sangrientos tenía unos 12 años y toda mi vida había sido pagana. Crecí como tal, educada en las tradiciones antiguas y recónditas extraviadas en la nieblas espesa de los tiempos, hasta que movimientos novedosos las resucitaron. Siempre conociendo las leyes más básicas y elementales de la ética pagana, honor, lealtad, laboriosidad y verdad, entre otras.Fue por esta época precisamente que colapsaron los Estados Unid
Año 3115 de la Era ComúnLa llamada Confederación de Acuario era una de los principales reductos humanos en la Galaxia Conocida, tierra de paganos federados que estudiaban la magia afanosamente. La Confederación se situaba en los planetas colonizados por humanos de la Constelación Acuario, y comprendía, para ser exacto, cinco grandes planetas.Aradia era la capital de la Confederación, tercer planeta del Sistema Acuario I, y era un planeta habitado por brujos y brujas de tradición stregheriana que recitaban sus cánticos naturales en lúbricos rituales desnudos ante la luz de las dos lunas que iluminaban el cielo nocturno aradiano. Al lado de Aradia estaba Asgard, mundo nevado y cuatro del sistema, habitado por feroces vikingos, muy fornidos y disciplinados, que realizaban ritos poéticos sobre hogueras ardientes, al son de sus cantos y tomando mucho cerveza.&
Nave espacial Nibiru, año 15.000 A.C.La nave que provenía de la constelación de Orión atravesaba el cosmos mediante el hiperespacio. Era una nave muy bonita y muy grande. Tenía una estructura cristalina plateada hecha con una aleación metálica adamantina, y su forma era piramidal.El interior de la Nibiru asemejaba notablemente el aspecto diamantino y brilloso del exterior, aunque con una estructura arquitectónica apta para los viajes interestelares a larga distancia. Había puertas de aspecto romboide que se abrían de forma automática desplazándose lateralmente, extensos pasillos, salas comunes, salas de máquinas, unas habitaciones palaciegas para la aristocracia y en el centro un exuberante y bello jardín repleto de exóticas flores y plantas recolectadas de cientos de planetas diferentes. El domo central que le daba el aspe
Nebulosa de Carpac, año 17.550 A.C.Los brazzky y los cártagik habían estado en guerra durante varias décadas. Nadie recordaba ya cual era la razón de aquel conflicto entre ambos pueblos pero la esperanza de paz estaba muy lejos.La Batalla de la Nebulosa de Carpac fue quizás una de las más sangrientas en la historia de la Guerra Cártagik-Brazzky y la negrura del cosmos fue coloreada por numerosas naves espaciales que se destruían mutuamente produciendo explosiones luminosas y atestaban el espacio sideral de escombros y vestigios de las naves despedazadas. Finalmente, la refriega se decantó a favor de los brazzky causando así que sus enemigos cártagik escaparan mediante la producción de pasadizos interdimensionales que los transportaron rápidamente hacia otro punto en la Galaxia.Las naves sobrevivientes br
Provincia romana de Britania, año 71 d.C.Los rayos del sol se filtraban a través de las tupidas copas de los árboles en aquel Bosque Sagrado al que nunca habían talado o profanado de ninguna manera. En una hermosa gruta cercana a una cascada y a un riachuelo, podía apreciarse a la singular pareja constituida por un viejo druida y su aprendiza.El Druida era un hombre mayor, de larga barba tan blanca como su túnica y su capucha. Se sentaba sobre una piedra con un rústico báculo de torcida madera en su mano derecha. A sus pies y sobre el suelo se sentaba Vivian, una joven de cabellos rubios, ojos verdes y tersa piel blanca que escuchaba con atención las enseñanzas de su maestro.—Y así, la muerte no es el final del camino —le dijo el anciano— sino simplemente un cambio porque al morir nuestro espíritu renace una vez más en un nuevo cuerpo
Inés era una adolescente india muy guapa. Huérfana desde joven, su única forma de sustento era buscarse trabajo como sirviente para la aristocracia.Inés llegó a pie, caminando interminables kilómetros por senderos pedregosos, hasta llegar a una descomunal mansión de tres pisos. Una casona ostentosa y pretenciosa. Tuvo que entrar por la puerta de atrás y la recibió a las seis de la mañana una cocinera gorda y malhumorada que la trató con desprecio y racismo por su origen indígena.—Los indios no son confiables —murmuraba— son tontos, sucios y salvajes, además de que pueden robarse las cosas.Debía dormir en una derruida y fría habitación sobre un catre viejo y destartalado, en una habitación compartida por otras sirvientas. Apenas tuvo tiempo de acomodarse —su equipaje era exiguo— y ya la pusieron