MI DERECHO

MI DERECHO

Lucrezia estaba esperando con una gran sonrisa la llegada de Alexandra, le pidió a aquel hombre ruin que dejara a la chica inconsciente en la habitación principal mientras ella se dirigía a la fiesta de la luna.

Sabía que lo mejor era que su hijo, Marco, no se enterase de su complicidad en este plan maquiavélico, ella era capaz de cualquier atrocidad.

Alexandra abrió los ojos, le dolía la cabeza y en medio de un leve mareo que hizo a su cabeza dar vueltas, recordo los sucesos de hace unos minutos.

Salto de un brinco de la cama de sábanas rojas, y se lanzó contra la perilla de la puerta, pero aquella gran puerta de madera era su prisión.

Las lágrimas bajaban por sus pálidas mejillas dejando una leve marca quitando el suave maquillaje que su madre puso en la mañana.

Matías que se encontra en casa, entro a su habitación después de una ducha, quería estar solo pues estaba en su último día de Celo y sabía que ese poder de deseo era incontrolable.

Pero para su sorpresa ella estaba allí, se acercó y se arrodilló ante el.

—¡Por favor no me haga nada!— Matías abrió los ojos sorprendido.

Le dió un puntapié a la joven y salió de la habitación sin entender que sucedía, pero uno de los miembros Delta del concejo estaba allí para decirle su misión.

— Debes cumplir con tu derecho de pernada, llegó una denuncia a nuestra mesa que dice ella ya no es pura — Era la excusa que habían inventado junto a la madre reina para no ganarse el desprecio del alfa por no respetar su liderato.

—¿Mi hermano sabe de esto ?— Matías grupo con los dientes afuera y la rabia de un millar en sus ojos.

El concejero le dijo que su madre le daría la noticia antes que se llevara a cabo la fiesta y necesitaban que el certificara la pureza de la Omega.

Matías entro de nuevo a la habitación, el celo que tenía lo llenaba de deseo y aunque su ego no lo dejaba admitir, era claro que admiraba la belleza tierna de la Omega.

Su cuerpo marcado en aquel hermoso corset, su cabello suelto, su bello rostro, odiaba que fuese inmunda.

— Tengo qué certificar tu pureza — el olfato su cuello mientras la tomaba de la cintura y con una de sus garras rompía la cinta del bello corset de su vestido.

Asustada Alexandra se alejo, tenía sus manos fuera de control mientras su voz se quebraba.

— Le prometo que soy pura, jamás he amado a nadie y nunca lo haré como amo a su hermano, solo quiero que el me toque — ella agachó la cabeza, en una de las escenas más tensas de su vida.

—¿Estás rechazando a tu jefe de manada?— pregunto con un tono de soberbia Matías mientras fruncía el ceño y servía dos copas de vino.

— No por supuesto que no señor, es solo que Marco es quien quiero que sea el primero — Alexandra sentía que su garganta temblaba.

Algo encendió estas palabras en Matías, quizás el hecho de saber que alguien por primera vez lo rechazaba y ponía en primer lugar a Marco.

Matías se acercó a ella, Alexandra colocó su espalda en contra de la pared mientras el la olfateaba y lentamente bajaba su vestido dejándola en el conjunto de ropa interior de seda.

— No deberías preocuparte, yo te enseñaré a complacer a tu lobo — Matías olfateaba el oído de la chica y gruñía sintiendo ese olor recorrer sus fosas nasales.

— No quiero que nadie me enseñe, solo el — Alexandra sentía como su voz titubeaba.

Matías la tomó del cuello, asfixiandola un poco — Asquerosa Omega — dijo antes de darle un beso apasionado.

Alexandra intento alejarse mientras aquel beso llenaba su garganta y un pequeño hilo de saliva jugaba entre las dos bocas.

Le gustó.

Odiaba aceptar que le gustaba, el Alfa empezó a besar su cuello llevándola a un frenesí desconocido, mientras metía su fuerte mano dentro de su pantaleta y llegaba a su suave feminidad.

Ella esbozo una sonrisa mientras él gruñía, era el éxtasis del momento.

Pero al mirar su vestido de novia en el suelo, Alexandra reaccionó, regreso del embrujo de los ojos del Alfa, recordó a Marco y su madre malherida.

Le dió un empujón y una cachetada al alfa

—¡Me da asco!— grito mientras el alfa la empujaba varios metros al suelo lastimandola.

Mientras esto sucedía, los Omega llegaron corriendo para avisarle a Marco que alguien había atacado la casa de su novia y su suegra estaba malherida.

Marco pensó que otra manada quiso hacerle daño, y empezo a pedirle a los presentes a la fiesta ayuda para ir a la guerra de ser necesario.

Lucrezia llegó y al ver el alboroto alzó sus manos para que la manada de callara, ellos, todos los lobos agacharon la cabeza.

— Alexandra fue llamada al lecho del alfa para comprobar su virtud, el Alfa Matías pidió su derecho de pernada, y debemos concederlo, en unas horas la novia llegará al altar — las palabras de la mujer de ean frias y sin sentimientos.

Marco sintió como su piel se ponía fría, como algo en su espina dorsal se volvía un cosquilleo.

Sin pensarlo tomó su caballo y decidió irse galopando hasta la casa principal, necesitaba impedir que su hermano ejecutará el derecho.

Lucrezia una experta jinete, le pidió uno de sus caballos a uno de los soldados e hizo lo mismo al perseguir a su dolido hijo.

Matías levantó la mano para golpear a Alexandra que estaba en el suelo agachada intentando cubrir su desnudez con una de las sábanas.

—¡¿Que tiene Marco que no tenga yo?!— grito con altivez y con su orgullo de lobo herido.

— El nunca me tomaría a la fuerza, usted es el jefe pero no el dueño de mi corazón — por primera vez alguien de revelaba ante el gran jefe de la manada.

— Yo soy el dueño de todo y si te pido que me ames, lo tienes que hacer — Matías la jaló del cabello y la miró con rabia.

— ¿Recuerda lo que vio en el río ? Eso jamás va a pasar entre los dos, porque usted es tan frío que nunca nadie lo amara, ni siquiera una asquerosa Omega como yo — Alexandra miró los ojos de su líder, de quién desde el inicio le dijeron era su jefe y casi su dueño.

Matías solto el cabello de Alexandra, sus palabras le habían hecho un clavo en el corazón, aquella mujer, le mostró una realidad que temia.

Marco llegó a la mansión, Lucrezia estaba tras de el y lo jalo del brazo.

—¡No puedes quitar el derecho de tu hermano!— exclamó aquella bruja impia.

— No voy a dejar que mancille a la mujer que amo — Marco sentía que la rabia acumulada era suficiente para acabar con un ejército de ser necesario.

El mismo Delta que mintió a su jefe Alfa, lo haría con el hijo rechazado de la familia líder.

— El derecho de pernada se está consumiendo con éxito —.

Marco sintió un fuerte escalofrío en su pecho, la idea de imaginar a Alexandra con su hermano lo mataba lentamente.

Imaginar que su hermano había poseído lo único valioso que le quedaba le quemaba el alma y le partia la vida en mil pedazos.

—¿Vas a pelear con tu hermano por reclamar su derecho? Ella tenía que ser primero suya, porque Matías siempre va a ser primero en todo — Lucrezia se movía como una víbora.

— No quiero que la toque más — Marco rompió un cuadro con la imagen de su hermano con sus propias garras.

— Se que es difícil, porque cada vez que la toques en el fondo sabrás que fue de Matías antes que tuya — La mujer metía veneno en la cabeza de su celoso y abandonado hijo.

***

— Vístete — Matías le ordenó a la joven que se Colocará la ropa controlando sus más bajos instintos — Tus palabras dan certificado de su pureza —.

Ella se colocó una bata que le entregó Matías y los dos bajaron al salón principal, Alexandra se acercó corriendo a Marco que se mostró frío y distante.

— Certifico la virtud de tu esposa, pueden casarse — fue lo único que dijo Matias, sintiendo dolor en su pecho al perderla.

Alexandra abrazo a Marco, le contaría de la bondad de su hermano pero quería irse de allí, odiaba las miradas que la juzgaban.

— Vamos a la ceremonia — dijo Lucrezia con una sonrisa picara, ella sabía lo que pasaba.

— Yo.... Perdón Alexandra pero... No me voy a casar — Marco de un tirón se quitó la cadena que le había dado como señal de su amor, se subió en su caballo y se fue en medio de la oscuridad mientras una derrotada Alexandra caía al suelo.

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