La sangre brotó de los limpios labios de Eliza después de ser mordida. Su herida dolía profundamente, y su cerebro estaba mareada por el dolor.

El sabor a cobre se sintió de entre sus labios, haciendo que su estómago se revolviera con náuseas.

Ella se sintió realmente asqueada.

¿A cuántas mujeres habían besado los labios de Chester?

Además, no había olvidado lo crueles y mezquinas que fueron sus palabras cuando la envió a la cárcel.

Por un momento, recordó todos sus viejos y nuevos rencores.

No sabía de dónde sacó las fuerzas, pero mordió los labios de Chester con los dientes.

A diferencia de Chester, ella lo mordió como un lobo que desgarra a su presa.

Incluso un hombre como Chester, que no tenía miedo al dolor, sintió como si acabara de ser mordido por un lobo. Por un momento, incluso se preguntó si esta mujer le arrancaría un trozo de los labios.

Antes había una sensación persistente y él quería saborearla un poco más, pero ahora, estaba realmente conmocionado.

Era como la