—¡Mira a quienes tenemos aquí! —Ginny y su usual tono chillón, estaba amenazando en convertir su agradable cena en un fiasco—. ¿Cuáles son las probabilidades de toparse con ustedes? ¿Dos veces en la misma semana? Cuando nunca lo hemos hecho antes... ¡Es extraño y un poco raro!—Estoy de acuerdo. —concordó Callie en un murmullo, maldiciendo su mala suerte. —Es una grata coincidencia. —expresó Grant con una gran sonrisa—. Por lo general solemos quedarnos en casa. Ya saben... las cosas privadas de pareja. —insinuó, acariciando la mano Callie sobre la mesa. Con el pulgar, delineó el anillo de piedra fina, a sabiendas de que avecinaba la mirada de Ginny sobre la costosa joya. Ginny sonrió de manera maliciosa, primero daría una lucha, antes de ser derrotada. —¡Eso es casi como nuestros planes!. —se llevó la mano al pecho—. Preferimos estar en casa, en vez de salir, pero todo el mundo está en nuestra contra. ¡Siempre quieren invitarnos a todo! —la mirada de Ginny se dirigió al resplandecie
—¡Suelta todo! —Joey saltó sobre ella al momento en que abrió la puerta de su pequeño y viejo apartamento.Amber cerró su puerta con una patada, riéndose de las actitudes sofocantes y curiosas de la maquillista. Callie sentía que faltaba poco para que la puerta se derrumbara contra ellas, sabía que dentro de poco podría haber un derrumbe en el edificio.Y todo, por culpa de Amber. A duras penas y el edificio se mantenía en pie.—No hay nada que contar.—¡¿Cómo que no hay nada que contar?! —exclamó Amber caminando detrás de ellas.—Despertarás a los vecinos con tus gritos. —regaño Callie, frunciendo el entrecejo.—¿Bromas, ¿verdad? Nosotras somos tus ÚNICAS vecinas de este piso en ruinas. —Joey colocó la mano en una de las paredes, aspiró una larga bocanada de aire antes de soplar contra el desgastado tabique, se sacudió antes de girar ante la mirada de su loca amiga y recatada hermana—. ¿Qué? Agradezcamos al menos que es resistente al aire.—No ayudas, Joe. —Amber volvió a mirar a Cal
—Dos cafés medianos. —Callie alzó su voz entre el bullicio de la cafetería.—Ya está saliendo tu orden. —le respondió la cajera de la cafetería en la cual Callie se detenían todas las mañanas. Ya era una clienta fija, por lo cual no era de extrañar que su pedido fuera dado con rapidez.Esta se quedó a un lado del mostrador, observando el ajetreado movimiento de las empleadas. En pocos minutos estaba saliendo de nuevo al Uber de Amber con dirección a la empresa.—Entonces... —Amber quería obtener respuestas—. ¿No le dirás a Joey la verdad acerca de Grant? —cuestionó.Callie se quedó callada, procesando la respuesta que Amber obtendría. —Le dije que Grant y yo nos conocíamos desde hace mucho tiempo... Es mi jefe, después de todo.—¿Y el anillo?—No lo ha visto. —dijo Callie, viendo el llamativo anillo en su dedo—. Piensa que la relación es sería, y posiblemente no se sorprenda. No es la primera vez.—Creo que estoy de acuerdo en esa parte. —concordó Amber—. Pero Joey está más alerta, po
El tráfico era un completo desastre en la hora pico, agrégale a eso, los sonidos insistentes que los conductores realizaban al tocar la bocina de su auto con suma insistencia.—¡Ahhhh! —Amber tocó la bocina como si fuera una baterista—. ¡Demonios!—¡Deja de tocar la bendita bocina! —Callie le dio una mala mirada—. Me terminas de estresar.—Odio tener que lidiar con los tráficos. —Amber colocó las manos sobre el volante, apretándolo con fuerza—. ¡Me sofocan!—Creo que ese sería el colmo de los taxistas.Amber soltó una carcajada, girándose brevemente para ver a Callie. —Para mí lo es. Aunque la respuesta a eso es llamarse Uber ¿Te imaginas?Callie empezó a reírse. —Sería… ¿Interesante?—¡Diablos! Ya me imagino tener un nombre como ese ¡Uber, ven aquí!.Ambas detuvieron su charla cuando los autos en la fila avanzaron por la carretera. Empezó a preocuparse al ver que su hora de entrada se estaba acercando, y al parecer el flujo de autos no iba a disminuir por alguna hora o dos.Revisó la
Callie mantenía una mano sobre la puerta, sin poder moverse de su lugar. Su mirada se intercala entre Grant, la diseñadora Bells Merriweather, y los bocetos de vestidos de novia.El fuerte carraspeo de Grant, atrajo la atención de Callie, sacándola de sus ensoñaciones. —¿Podrías darnos un minuto, Bells? —Grant se dirigió a la mujer, quien no tardó en asentir.—¡Claro! —musitó con toda de emoción—. Creo que tomaste a tu prometida por sorpresa, les daré algunos minutos para que se pongan al corriente. —con una sonrisa, se dirigió a Callie—. Soy Bells Merriweather, diseñadora.Ambas mujeres se estrecharon la mano de forma cordial. —He escuchado mucho sobre usted, es más, admiro su trabajo.—Es un halago, que la futura señora Blackstone me lo diga. —la mujer le guiño el ojo—. Con su permiso.Cuando la puerta se cerró detrás de ella, llevó una mano a su cadera, sin dejar su postura profesional. —¿Podría explicarme esto, señor Blackstone? —inquirió, en un tono serio, que no dejaba lugar pa
—¿Entonces... ya tienes uno? —inquirió mirando con una sonrisa a las dos mujeres que miraban sus movimientos. La logro distraer, apilando comida en plato y distrayéndola con otra conversación alejada. Pero no tenía escapatoria. Si no empezaba a hablar, la mujer a su lado tomaría medidas.—No, no es que lo vaya a utilizar de todos modos.—Lo necesitas, para mañana.—¿Ah? —Callie se alejó un poco, para poder verlo a la cara—. Creo que te estás perdiendo, Grant. No necesito un vestido para degustación de pasteles, sino para la boda. —murmuró entre dientes, sin dejar de sonreír.—Tampoco soy un idiot@, Callie. —Grant se rio—. Pero Ginny no te invito por qué quisiera que fueran mejor amigas de nuevo, o por qué apreciará que estuvieras en algo tan importante. Lo hace para tener otra cosa que alardearte... será una especie de concurso con cosas de boda, ¿Qué le mostrarás si pregunta?Touche.Lo tiene todo fríamente calculado.No podía refutar ante eso, porque, para su desgracia, tenía razón.
—En un momento salen tus cafés, linda. —gritó la mujer desde el mostrador, dando la vuelta rápidamente para seguir con su trabajo. Era normal que los comensales la conocieran, puesto que cada mañana estaba en la fila esperando dos cafés medianos. Destinados para Juliet y Antonio.—Aquí tienes, Callie. — dijo una joven, que al parecer era nueva en el negocio, colocando los dos cafés y un mocca de los grandes sobre el mostrador.—¡Oh!, creo que esto no es mío, solo son dos cafés medianos. —musitó Callie, frunciendo el entrecejo. La chica miró el pedido y luego se giró hacia la dueña, quien siempre estaba atenta en la caja de recibos. —Permíteme un minuto. —comentó, caminando hasta donde su jefa se encontraba. La mujer se volvió a mirarla, tras el señalamiento de la chica. Y en cuestión de segundos, se encaminó hasta ella.—¿Siempre llevas dos cafés medianos? —preguntó la dueña.—Siempre. —respondió asintiendo—. Por eso...—¿Te llamas, Callypso o Callie? —preguntó mirando su teléfono.
—Eso espero, no me gusta recibir sorpresas en esta categoría.—No te preocupes por eventuales sorpresas, eres joven y bonita, deberías aprender a disfrutar del momento. —aconsejó Antonio, con su habitual espíritu jovial y despreocupado—. Aunque con Juliet, hemos notado lo radiante y feliz que te ves durante esta semana. —Juliet asintió, estando de acuerdo—. ¿Algún prometido que ayude a sacar ese brillo en tus ojos?—Nada de eso es real. Lo sabes, ¿No? Sin embargo... —levantó sus dedos para hacer comillas—. Ese brillo del que hablas se verá opacado por mi encuentro con Ginny y Fred esta tarde, tenemos pendiente la degustación de pasteles para su boda. Realmente, Grant se ha estado preparando mucho para eso... —divagó con sus palabras—. Demasiado para el caso.—Eso es interesante. —Juliet dijo en voz alta sus pensamientos.—¿A qué te refieres con eso?—Que nuestro jefecito se está tomando en serio su papel de prometido ¿Qué más ha hecho?—Para empezar, el anillo... —señalo la joya, que