Carmen Yo había sido la chica escondida, excluida del mundo. Alejada de todos, que sufría maltratos y en el mejor de los casos, la gente ni sabía que existía. Y ahora, estaba aquí, casi desnuda, en los brazos de este poderoso Alfa, mientras gemía sin poder evitarlo y él me tocaba y tomaba como n
En segundos me había empujado y golpeé contra la pared cayendo, estaba en el suelo y el cuerpo me dolía. El vampiro tomaba el arma del suelo y la rompía en dos pedazos. Me observaba de pies a cabeza. —Tranquila, no vamos a hacerte daño…— decía él y temía que intentara encantarme y me tapé la cara,
Xavier — ¡Están por todas partes!— gritaba mi mate asustada. — No sé cómo han podido entrar al castillo. Son tantos que parece una fuerza incontenible. — — Es por el rey…— decía Bruno inquieto. — También… creo que vienen por Carmen— decía Marina. Esto cada vez me asustaba más. — Si… dij
— Es segura por el momento. ¿Cómo entraron? Ya había varios enemigos dentro del Castillo antes de que viéramos las hordas en la entrada principal— comenta ella. — ¿Qué?— pregunta Fabrizio asombrado. ¿Cómo lograron entrar? Pero no nos da chance a más. Cuando de repente aparecieron rogues que salta
Fabrizio — ¡El rey! ¡Protéjanlo! — grité. Nuestros enemigos lo querían ver herido, que todos lo presenciaran débil y caído. Había subestimado este ataque, a pesar de haber escuchado a esos hombres. Horas antes había acabado con batallones mientras me acercaba al castillo, pero, a pesar de eso, u
— ¡Saquen al Rey de aquí! ¡Ahora!— aparecía Freya, y los guerreros terminaban la batalla, aniquilando a lo que quedaba de vampiros y rogues, mientras la pelea abajo ya estaba ganada. Pero... ¿A qué costo? — No me dejes, Marina... por favor, no me dejes... te lo suplico— decía Bruno, llorando, m
Carmen —¡Protejan al rey!— —¡Tomen prisioneros y saquen los cuerpos!— gritaban de un lado a otro. —¿Estás bien?— me preguntaba Xavier mientras me revisaba de pies a cabeza. —Creo que sí…— —Estás herida…—me decía, y me cargaba. Todo había pasado tan rápido que me costó entender qué había suce
— Y un día llegó una loba, se reían de ella por querer ser de mi guardia. No quería nada de mí, solo servirme. Yo no tengo mate ni quiero una, pero confié en esa loba. Y ella fue leal a mí hasta su muerte—dice. —¿Tiene que ver con su guardia real?— pregunto. —Así es, la hija de esa loba también