Fabrizio — ¿Qué encontraron? — pregunté. — Tal como lo mencionó su alteza, los rastreadores están muertos — me dijo uno de los guerreros, y suspiré. — ¿Al igual que Paul?— — Sí, señor— me responden. Suspiro. — Quemen los cuerpos y manténganse alejados. Si ven a alguien que se sienta mal o esté
— Encontraremos una solución, estoy seguro...— — ¿En todos esos años en que sucedió esto en el pasado, salvaron a alguien? — pregunta. Es fácil ver que no hay esperanza en sus ojos. Yo niego con la cabeza. — Es mejor entonces que no nos acerquemos mucho, que no esté conmigo. Yo quiero que él viva,
Aníbal —¿Adriana? ¿Qué demonios haces aquí? — le pregunto mientras ella está vestida como si fuera a una gala. Tiene un pequeño vestido color rojo sangre, con encajes transparentes, tacones altos y está toda maquillada. — ¿Cómo que qué hago aquí? ¡Yo soy tu futura luna! ¡Tu mate! — dice ella como
Carmen — ¡Suélteme! ¡No me toquen! — gritaba mientras veía que se llevaban a Xavier. Él había puesto en riesgo su vida por mí, y solo por eso había dejado de pelear, pero creo que lo mejor hubiera sido que no lo hiciera. A pesar de todo, sabía que Aníbal no me quería hacer daño... al menos no de
Carmen Me seguían arrastrando en la oscuridad, cargándome como si yo no pesara nada, dándome tumbos por los pasillos hasta que llegamos a una pequeña oficina, y cuando me soltaron, vi la cara de mi captor. — Alfa Ares...— El padre de Aníbal estaba furioso, y sin duda prefería enfrentarse a cualq
Él coloca una mano en mi cuello y aprieta mi garganta lo suficiente para que respire, pero sabiendo que tiene mi vida colgando de un hilo. — Pero si tienes algo humana… por supuesto que es mejor que sea alguien de Luna de sangre el que te tome... a que sea ese Alfa asesino... ese bastardo pudo tene
Xavier Ustedes podrían decir que yo había caído en su trampa, pero realmente no veía otra opción. No iba a dejar ni siquiera la mínima posibilidad de que le hicieran daño a mi mate. — ¿Ya por fin te cansaste? y tanto que nos estábamos divirtiendo —me gritaba el beta Gerardo luego de que me había
— ¿Cariño? ¿De verdad eres tú? —pregunté en voz alta. Por la diosa, debía estar alucinando, pero cuando lo tuve ahí cerca no lo podía creer. — ¡Carmen! ¡Carmen! —le dije, y ella corrió hacia mí acercándose a la celda. Yo moví mis manos todo lo que pude y logré acercarme a ella. Su solo contacto hac