—¿Por qué? —preguntaba yo bajo todo este traje ridículo. —Pues porque un alfa con una mate destinada es lo más importante que ha pasado en esta manada en años —decía él, confiado. Destinada y escondida, pensaba yo. —¿Tiene que ver con la profecía?— pregunté y él parecía asombrado, pero negó todo.
Aníbal Pareciera que yo era el único dispuesto a hacer sacrificios, y el único que servía aquí. Puesto que al volver a mi manada, me había dado cuenta de que estaba rodeado de puros imbéciles y tontos. Daba la impresión de que si quería algo bien, yo tenía que hacerlo yo mismo. —¿Cómo que no sab
—No dejen que nadie entre a la casa de la manada, amenacen a los omegas y sirvientes de que no digan nada… y por todos los cielos, controlen a mi padre. ¡Y encuentren a mi mate! — grito desesperado. Miedo... era lo único que me dominaba aquí. Miedo a perder el control, sentía que estaba con tantas
Xavier Cuando todo parece ir mal, a veces el sol sale y nos muestra que incluso en las peores situaciones, podemos sacar algo bueno. Y eso es exactamente lo que me había sucedido, pues aunque estábamos en esta terrible manada, yo había ganado un tiempo valioso con mi mate. Lo mejor de todo era la
—Ningún Alfa extranjero nos va a decir lo que tenemos que hacer. ¿O es que quieres a la humana para tu propia diversión?— decía uno, y se empezaron a reír. Y yo, en mi lobo, actuaba inmediatamente. Me iba sobre ellos rápidamente lanzando golpes. El primero caía desmayado y ya los otros entendían que
Carmen Mi regreso a la manada fue particularmente complicado, y algo me decía que Luna de Sangre no había cambiado en absoluto. Ver a esos hombres con esa pobre chica y su hermanito... no lo podía creer. Pero Xavier estaba conmigo. Me había salvado, me había protegido con todo lo que él tenía. Hab
—Mi corazón duele solo de pensar que alguien te haga daño. Ellos te hirieron... te consideraron un objeto y tenían que sufrir las consecuencias de semejante acto. Eres mi mate, no eres mía… porque te compré. Eres mía porque la diosa te hizo especialmente para mí... y yo para ti. Somos uno, Carmen...
Fabrizio — ¿Qué encontraron? — pregunté. — Tal como lo mencionó su alteza, los rastreadores están muertos — me dijo uno de los guerreros, y suspiré. — ¿Al igual que Paul?— — Sí, señor— me responden. Suspiro. — Quemen los cuerpos y manténganse alejados. Si ven a alguien que se sienta mal o esté