Marina —Mi señor... este reto, todos sabemos que no debe suceder... podría exponer sin necesidad a peligros…— digo. — Lo sé... pero no me han dado otra opción. ¿Crees que realmente quiero esto? — dice él, mirándome mientras yo estoy arrodillada frente a él. Lo que había pasado con Carmen me pesa
—Bruno...— — Mate — dice él, sonriendo. Todavía no había sido capaz de llamarlo por ese nombre tan magnífico, y la idea hacía doler a mi loba. — Son mis flores preferidas — digo mientras él me da el ramo. — Lo sé, de ese tono azul como el mar... Marina. Así hueles para mí, una mezcla de flores y
Aníbal —Cuando me enteré de que tu hermano había muerto y que había una vacante para un Alfa, pensé que sería una buena idea. Desde hace siglos hemos estado enfocados en la manada Luna de Sangre, esperando que la profecía se cumpla…algunos la olvidaron, pero nosotros no. Honestamente, pensé que era
Odiaba que alguien me dijera lo que tengo que hacer, tampoco que me trataran como un inmaduro tonto. Pero el vampiro... tiene razón, aunque no me gustaba reconocerlo. Yo había metido la pata, bastante, ahora me daba cuenta. Yo sentía cómo me odiaba, o peor... me tenía miedo, y yo no había ayudado
Carmen —¿Pero de qué se tratarán estos desafíos? — pregunto mientras estoy en el jardín con Xavier. Aníbal estaba afuera y yo realmente no deseaba verlo. Después de esa cita había tenido pesadillas en donde me despertaba angustiada, mi cuerpo temblando. Odiaba sentirme así, como una víctima esta
Él se acerca poco a poco con mucho cuidado y se arrodilla ante mí en una actitud como si fuese un perro regañado que viene a rogar por su vida. — Sé que lo que he hecho no está bien, yo he tenido una vida acomodada y de lujos y pensé que todo se me tenía que dar fácilmente. No lo vi en el momento y
—Estoy listo —dije mientras dejaba mis armas encima de la mesa. Se había preparado el primer desafío, iba a hacerse en los bosques del Rey; se suponía que eran sagrados y se necesitaba el permiso mismo de Su Majestad para poder entrar. No parecía extraño que fuera el lugar del primer desafío en u
—No es que no quiera... ¡Diosa, no hay nada que desearía más que acabar con ese imbécil! Pero las reglas... —digo, y veo la furia en su cara. —¿Prefieres cumplir las reglas que salvar a tu propia mate? No eres el mate que yo merezco— dice ella, y es como si me apuñalaran el corazón. —Carmen…— —Di