Carmen
—Generalmente, venden a los humanos, a vampiros, o a quienes lo deseen. Pero estás en muy mal estado... y tu corazón es débil… quizás te podríamos mantener escondida...por cierto, me llamo Mari —decía.
Veía que tenía par de pulseras y una cadena que guindaba atrás. Como una esclava y temblé de terror. Si esta mujer fuerte estaba presa aquí... ¿Qué sería de mí? Me preguntaba aterrada.
—Y-yo tenía algunas cosas... — pensaba en mi violín, mis pocas pertenencias, mis libros, uno que otro recuerdo.
—Esa no es la preocupación más importante en este momento, decía ella. Tenes que mantenerte lejos de estos hombres, que nadie te vea, no llames la atención—
Mari me ayudaba, me mantenía escondida hasta que apareció un hombre flaco y sucio que me miró con malicia, un hombre lobo.
—¿Creías que te ibas a escapar…muchachita?—
—Señor… ella está débil y…— decía Mari.
—Y-yo… solo…— intenté decir y él me vio y se rio de mí.
—¿Eres imbécil o qué? ¡La humana tonta que ni puede hablar! Pagué muy poco por ti, así que me parece un buen negocio… sino juro que te lanzo a la calle… y no durarías ni cinco minutos— decía él.
—Ella es muy pequeña…es mejor dejarla en algún oficio aquí adentro — decía Mari colocándose al frente de mí. Él me ojeaba de arriba a abajo como si fuera una vaca que van a vender.
— No, todos aquí tienen que ganarse su pan ¿Creen que las mantengo o qué? Podría ser de limpieza, que recoja los vasos de cerveza... siempre que se comporte y no se meta en el camino de nadie— decía él y yo tragaba saliva.
—Déjala que se quede conmigo…yo le enseñaré— decía Mari. Y él resoplaba.
—Llévala a bañarse y que le quiten ese cabello largo y enredado, y dale un vestido corto— dijo él y yo lloraba.
Mi cabello eral largo y oscuro, mucho más oscuro que el de mi familia. Pero cuando me arrastraron se había ensuciado con hojas y tierra.
Una mujer grande vino y me lo cortó sin ningún cuidado, y quedaba prácticamente a la altura de mi barbilla, era un desastre
—Lo siento Carmen… mejor así— dice ella, suspirando, peinándome con cuidado.
Me veía al espejo y, tenía moretones, raspaduras en mis piernas… y ahora mi cabello. Jamás había sido linda, tenía demasiadas cicatrices, manchas y decían que mis piernas eran chuecas.
Todos decían que yo era tremendamente fea, sin embargo, creo que nunca había lucido peor. Creo que ya me había quedado sin lágrimas para llorar.
Al poco tiempo yo también tenía esas horribles pulseras, con las cadenas las unían y me mantenían sujeta. Eran pesadas y me dolían, sentía la piel adentro en carne viva.
—Te las voy a suavizar un poco…— me decía Mari y las soltaba un poco, al menos no me sentía sola aquí.
—Es la primera noche, ¿okay? Suele ser la más difícil… intenta no meterte en problema, recoge los vasos, baja la cabeza, no veas a nadie— me decía ella. Y eso hice.
—Esta es tu ropa… eres demasiado fea, cúbrete que das lástima— me tiro la ropa el hombre malo. Era un vestido negro, al menos me tapaba todo y nadie me miraría.
—Mejor así pequeña… —decía Mari ella me cuidó cuanto pudo, hasta que la vi desaparecer tras un escenario. No sé cuál era su trabajo aquí, pero cuando escuchaba a hombres gritar, sentí un escalofrío.
Ya tenía dos días aquí y yo veía que los clientes eran personas horribles, vampiros, rogues, y otras especies que ni sabía que eran. Tenía poco descanso y poca comida, y de repente me resigné a vivir como una esclava.
Había hombres de seguridad por todas partes, cuando una noche terrible cambió todo. Yo estaba sirviendo las bebidas, cuando un hombre me tomó del brazo.
—¿Y quién es esta pequeñita nunca la había visto? — decía un hombre mayor, apretando mi brazo con fuerza.
—Y-yo... soy solo limpio aquí… — contesté y de repente uno de seguridad me jaló.
—¿Cómo se te ocurre hablar? ¿Quién te dio permiso?— me decía y yo temblaba.
—L-lo siento…— dije.
—Cállate y tráele el pedido al alfa…— me respondió empujándome, y yo fui corriendo. Cuando de repente sirviendo se cayó un poco de la bebida encima del supuesto alfa y el hombre prácticamente aulló.
—¡Mujer torpe! ¡Este era un traje caro! ¡Lo vas a pagar! —decía el hombre molesto, sujetándome por el cuello.
—Y-yo no tengo dinero... —decía cómo podía.
—Lo siento mucho alfa… se la puede quedar si quiere— decía mi jefe y yo entraba en pánico.
—Está enferma... su corazón es débil, puedo escucharlo, ¿para qué yo la querría? ¡Es un desperdicio!— decía el alfa, empujándome hacia el piso.
—Pero… vamos a ver quién te quiere… —decía el cliente mientras yo me aterraba.
Intenté huir, correr y alejarme, pero en poco tiempo me tenían agarrada entre varios y me arrastraron hacia lo que parecía ser un salón con una pequeña tarima.
—¡No! ¡Suéltenla!— escuché decir a Mari a lo lejos, pero no pudo hacer nada.
Las luces me enfocaba a mí, me cegaban, mientras todo mi cuerpo temblaba.
—Parece que tenemos una nueva mercancía en oferta... —decía un presentador, tomando mi brazo y jalándome para que la multitud de enfrente me viera escuché risas e insultos. Yo intentaba golpearlo, separarme de él, pero era como pelear contra un roble.
—¡Una pequeña humana! ¡Frágil inservible! —
—¡Una mercancía dañada!—
—¿Realmente vas a vender eso? ¡Qué bajo ha caído tu negocio! — gritaba otro y escuchaba más risas.
—La subasta empieza por... diez dólares—decía el presentador y todos carcajeaban.
—¡Doy cinco dólares! —escuché y había más risas.
Vi vampiros, lobos, y hombres gigantes. De repente un grupo se acercó. Supongo que yo era la broma del día.
—Es pequeña, pero fácil de manipular, no sobrevivirá mucho, pero puede ser un lindo juguete... quizás es hasta virgen—decía el presentador tomando mi cara.
—Cincuenta dólares— escuché otra voz y vi sorpresa en la cara de todos.
—Cien dólares... —decía otro que parecía ser un vampiro. Y empezó a subir la apuesta, cada vez más y más. Hasta que escuché una voz fuerte y aterradora que gritó claramente.
—Veinte mil dólares —dijo una voz como un rugido y todo se quedó en silencio.
—Pues la humana pequeña es vendida... al Alfa grande del fondo—
La luz no me dejaba ver bien, pero poco a poco se acercaba un hombre inmenso, de cabellos largos y barba, parecía una especie de salvaje, en su mirada había furia y fuego.
—Eres mía… por fin solo mía— dijo gruñendo.
Tenía el cabello largo y enmarañado, una barba tupida que no dejaba ver su cara. Pero sus ojos… eran de un color difícil de explicar, parecía que brillaban, y me miraban fijamente.
Él me tendió su mano grande y vi su piel, pero yo me alejé y me caí, me daba miedo, jadeé sin poder hablar, ahora menos que nunca y escuché que él gruñía.
—Ya la compró… no hay devoluciones— decía el presentador carcajeándose.
—Cállate y suéltala— decía el alfa grande.
Yo estaba en el suelo temblando cuando vi que el alfa dejaba el dinero en la mesa del presentador. Él… olía a naranjas… dulces, parecía como un espejismo en este lugar.
—Eso ha sido un buen negocio, aunque…— respondía el presentador, pero no terminó de hablar cuando lo vi caer muerto a mi lado, y yo grité espantada.
—Nunca más volverás a ponerle un dedo encima, ¡Ella es mía! ¡El que la toque lo mato! ¿Entendieron? ¡Ataquen!— gritaba el alfa con las manos llenas de sangre y escuchaba más gritos entre los asistentes y se desataba una batalla en medio del lugar.
El suelo tembló y pensé que ahora si había llegado mi momento, el alfa grande se me abalanzó encima… y perdí el conocimiento.