Los disparos en lugar de ir disminuyendo fueron en aumento pero poco les importó, estaban demasiado ocupados devorando la boca del otro que todo lo que supusiera salir ahora parecía una tarea demasiado complicada, incluso sobrehumana.
Aun asi como si en otra orbita estuvieran, se escucharon lejanos. De hecho cualquier cosa que pasara fuera ya no podría afectarles, estaban demasiado absortos en la atmósfera que se había formado. Pecaminosa, intensa y jodidamente adictiva.Pero de algún modo el timpano de hielo, Adriano, decidió hacerlo, decidió separarse de sus labios porque aunque era una dulce y suave tortura, no por eso dejaba de ser una tortura.Era la mujer de su hermano.La mujer con la que había fantaseado matar.La mujer que había hecho que sus peores demonios volvieran a él.Era una mujer…Una más, impertinente y caprichosa, no sabía amar como ninguna de ellas sabían hacer a efectos prácticos.—¿Qué crees que haces?—pregunto de mala manera ella una v—Hermano.Dominik no dudó en abrazar a Adriano con fuerza como si una batalla campal entre ellos y los que aun eran desconocidos no se estuviera dando.Adriano sonrió ladino, Dominik Caruso jamás cambiaría sus formas de hacer. Un nudo se le forma en la garganta al recordar que había cerrado con llave a la mujer de su hermano tal como le había pedido él en casos de emergencia como era este. Las cosas no hacían más que complicarse teniendo en cuenta lo que había sucedido instantes antes entre ambos. Se había dejado llevar, se había dejado dominar por sus instintos más bajos y había tomado a la mujer de su hermano como obsesión. Estaba comportándose como el tipo de hombre que juró que nunca volvería a ser. Adriano prefería verse a si mismo como un témpano de hielo capaz de lidiar con los distintos problemas sin despeinarse, ver la vida con objetividad y no desde la emoción o el sentimiento. —¿Lo has hecho?—pregunto Dominik.—Sí.—Muy bien. No se quien de
Meredith abrió los ojos para encontrarse con un hombre mirándola de arriba a bajo como si estuviera sorprendido ante ella, como si no pudiera creerse lo que estuviera viendo. Las lagrimas amenazaron con salir, no pudo evitar recordar la traición de los Cuervo, la habían abandonado. La habían humillado y mentido, se sentía brutalmente estafada. Jamás podría haberse esperado que John Cuervo pudiera hacerle esto, venderla sin más, de nuevo. Se sintió terriblemente tonta por no haber aprendido de la primera vez, se sintió debil e idiota por haber confiado de nuevo y haber salido perjudicada única y exclusivamente por su propia culpa.—No llores—suelta de mala manera apartando la mirada.—Cuando una ha sido traicionada después de haber confiado de nuevo, no puede evitar dejar ir lagrimas. —No te he pedido que me expliques tu vida—clama él d
—Bianca, come algo.—Déjame en paz, mi corazón se nutre con vuestra miseria. —No digas eso. —¿Es mentira?—torció la sonrisa amarga que se había formado.—Bianca…Volvió a llamarla, ella lo miró a los ojos de manera asesina.—Déjame en paz.Esta vez su voz sonó rota, como si estuviera haciendo un titánico esfuerzo por no llorar y derrumbarse frente a un hombre que realmente poco le importaban sus sentimientos. Así lo había dejado claro siempre, des del primer momento en que la vida quiso unir sus caminos. Él era una de las razones por las que ya nada importaba, ahora su vida consistía en expandir en el tiempo su dolor, su malestar. Nada ni nadie podría cambiar su realidad. Estaba jodidamente rota. Rota como si aquel espejo en el que decidió mirar su reflejo alegre al saber la noticia
Cuando el corazón no puede más con la mente se somete a la voluntad del cuerpo esa es la única manera de lidiar cuando todo parece complicarse, cuando lo único que desea el alma es ser arrojada en cualquier parte siempre y cuando sea con la persona que se ama.Adriano sentía que su mundo era una bomba de relojería a punto de estallar, su pecho iba a mil, sus nudillos estaban apretados y su mirada asesina clavada en el hombre que tenía en frente. Era gordo, rechoncho, probablemente se había pasado media vida entre barriles de cervezas, y no muy agradable a la vista pero parecía estar fuera de si.—Tu hermano no podrá encontrarla, Adriano—se atrevió a repetir.Las palabras suenan una y otra vez en la cabeza del mafioso.—Eres un cobarde. Te marchas y dejas que tu hermano cargue con todo, no eres digno de se…—esta vez Adriano no lo dej&
—No me hables.—No quiero hacerlo.—¿Cómo?—Lo que oyes. Este es el castigo que recibo por haberme fiado de ti, joder. Tu deberías haber vigilado mejor la situación. Esto es culpa de nadie excepto la tuya…—clava sus ojos en el rubio con asco.Este asiente resignado, no puede evitar sentir una punzada de culpabilidad. Una más para la colección que le había estado torturando.Sabía perfectamente que había fallado por segunda vez.Había fallado a una mujer inocente.La había engañado.La había llevado a un mundo el cual ella no pertenecía.Un mundo cruel, malvado, incapaz de poder lidiar con alguien como Meredith. Un mundo que parecía hecho precisamente para comerse a las personas que osaban ser como Meredith.Se llevó una mano a la cabeza de mala manera.Tomó aire con fue
Los parpados le pesan pero aun asi se esfuerza por abrir los ojos al notar una mirada extraña observarla detenidamente.—¿Quién eres?La voz de Meredith suena como un cuchillo, afilada y letal.No reflejaba en absoluto lo destrozada que estaba internamente. Aun podía recordar la escena de los Cuervo destruyendo la poca esperanza que le quedaba… ¿Cómo habían podido? ¿Cómo habían podido abandonarla de este modo? Después de todo lo que habían vivido juntos.—Podría hacer la misma pregunta. He estado buscándote por mucho…—¿Disculpa?Helena sonríe mientras Meredith frunce el ceño mucho más confundida que en el inicio.—Soy Helena, para servirte. Si Enzo me descubre soy mujer muerta…—¿Qué quieres de mi Helena?—pregunta Meredith con curiosidad
—¡Dónde está mi hermana!—brama a viva voz Malak, no duda en tomar al rubio del cuello.Él la mira sorprendido ante su reacción.Jamás se habría imaginado que Malak Kaiser tuviera sentimientos ni mucho menos por alguien que ni siquiera conocía como era Meredith.—No lo sé.—No lo sabes.Repite ella con burla.—No lo sé.Esta vez el agente baja la mirada al suelo sin poder enfrentarla.—Malak…—¿Qué quieres?—pregunta ella de mala manera no satisfecha con su lejanía, lo mira a los ojos buscando aquello que su boca era incapaz de decirle.—Lo siento—suelta.Ella lo mira sin poder pronunciar palabra.Traga saliva al mismo instante.—¿Sabes lo que he sacrificado por ella?—pregunta ella no pudiendo evitar dejar ir las primeras lágrimas.Ezra no dudó en rodearla con sus brazos, coloca una mano en su rostro con suavidad, como si la simple lagrima derramada de esa mujer causará grandes guerras internas en él.Ese gesto hace que la última muralla de
Adriano supo con exactitud en ese punto que la última barrera había sido pasada, ya no quedaba nada del hombre del inicio, ya no quedaba tiempo para reflexionar o pausar. La violencia sabía demasiado dulce como para renegar de ella. El poder era lo único que podía saciar su sed. Ya nada volvería a ser como antes.La culpa pronto quedó atrás.Ya no tenía escrúpulos.Por fin había desatado al monstruo.Y era feliz.Condujo su coche como si no importara ni la velocidad ni las normas. En el retrovisor podía ver a ese adolescente que algún día fue estallar en alegría.Había regresado con fuerza.Dominik a su lado sería historia.Aparcó finalmente el coche de cualquier manera en el parking de la casa donde Marlon se hospedaba y llamó con insistencia el timbre. No saldría de esa casa sino