Habían reunido a todos los hombres de Milano, no faltaba nadie. La finalidad era clara, Dominik quería que se corriera la voz esa noche en la ciudad, que todos supieran que el Boss había vuelto a pesar de todas las complicaciones. Que nada ni nadie podría quitarle lo que por sangre se le había pre-escrito, que el poder para Dominik era el mejor de los complementos.
La sala estaba muy bien iluminada, antigua pero útil como ninguna, tenía serpientes de marmol en los bordillos de las paredes y en el tejado para que todo el mundo tuviera claro que esa era la casa de los Caruso.—¿Dominik?—preguntó uno de los presentes sin poder evitar su sorpresa, parpadeó ambas veces con fuerza como si estuviera asegurandose que no fuera un sueño, más bien una pesadilla.—En carne y hueso—respondió él con una sonrisa sin mostrar los dientes, finalmente tomó a—¿Qué haces aquí solo cuando tu hermano ha regresado?—preguntó su madre preocupada, su aparición no afecta ni lo más minímo a un concentrado Adriano, observa a través del cristal a Meredith y a los Cuervo danzar con una sonrisa ajenos al mundo exterior.—Nada, madre. Me vuelvo a Nueva York—soltó él sin sentimiento en la voz.—¿Qué?—preguntó ella con sorpresa—¿Por qué?—añadió poco después de mala manera.—Porque ya no tengo nada más que hacer aquí. Este sitio no es el mío. Mi hermano ha regresado, seguramente por la manera en que ha cogido a su esposa no ha sido ella la que le ha hecho daño—añadió él después de tomar fuerza y pasar la cortina para encarar a Paige.—Pero, caro mio, no me hagas esto—susurró el
Meredith miró con cara de circunstancias a los Cuervo, se arregló el escote sin poder esconder su malestar y ellos blanquearon los ojos cansados de su actitud.—Tienes que fingir un poco más, tiempo al tiempo—los ojos afilados de Igor se posan encima de ella advirtiéndola que en caso de desobedecer tendría un castigo.Ella bufó de mala manera.—Todo sea por marcharme de este lugar—sentenció ella con malhumor.—Estás muy guapa—susurró John con una sonrisa intentando tranquilizar la escena.Ella le devolvió la sonrisa.—No he podido hacer nada cuando el séquito de maquilladoras y estilistas vinieron a por la mujer del boss—explicó ella mientras por sus ojos pasaban esas escenas de horror. Aun podía recordar sus gritos, gemidos de dolor e insultos en italiano por parte de las mujeres mientras ella ni siquiera las
Los disparos en lugar de ir disminuyendo fueron en aumento pero poco les importó, estaban demasiado ocupados devorando la boca del otro que todo lo que supusiera salir ahora parecía una tarea demasiado complicada, incluso sobrehumana.Aun asi como si en otra orbita estuvieran, se escucharon lejanos. De hecho cualquier cosa que pasara fuera ya no podría afectarles, estaban demasiado absortos en la atmósfera que se había formado. Pecaminosa, intensa y jodidamente adictiva.Pero de algún modo el timpano de hielo, Adriano, decidió hacerlo, decidió separarse de sus labios porque aunque era una dulce y suave tortura, no por eso dejaba de ser una tortura.Era la mujer de su hermano.La mujer con la que había fantaseado matar.La mujer que había hecho que sus peores demonios volvieran a él.Era una mujer…Una más, impertinente y caprichosa, no sabía amar como ninguna de ellas sabían hacer a efectos prácticos. —¿Qué crees que haces?—pregunto de mala manera ella una v
—Hermano.Dominik no dudó en abrazar a Adriano con fuerza como si una batalla campal entre ellos y los que aun eran desconocidos no se estuviera dando.Adriano sonrió ladino, Dominik Caruso jamás cambiaría sus formas de hacer. Un nudo se le forma en la garganta al recordar que había cerrado con llave a la mujer de su hermano tal como le había pedido él en casos de emergencia como era este. Las cosas no hacían más que complicarse teniendo en cuenta lo que había sucedido instantes antes entre ambos. Se había dejado llevar, se había dejado dominar por sus instintos más bajos y había tomado a la mujer de su hermano como obsesión. Estaba comportándose como el tipo de hombre que juró que nunca volvería a ser. Adriano prefería verse a si mismo como un témpano de hielo capaz de lidiar con los distintos problemas sin despeinarse, ver la vida con objetividad y no desde la emoción o el sentimiento. —¿Lo has hecho?—pregunto Dominik.—Sí.—Muy bien. No se quien de
Meredith abrió los ojos para encontrarse con un hombre mirándola de arriba a bajo como si estuviera sorprendido ante ella, como si no pudiera creerse lo que estuviera viendo. Las lagrimas amenazaron con salir, no pudo evitar recordar la traición de los Cuervo, la habían abandonado. La habían humillado y mentido, se sentía brutalmente estafada. Jamás podría haberse esperado que John Cuervo pudiera hacerle esto, venderla sin más, de nuevo. Se sintió terriblemente tonta por no haber aprendido de la primera vez, se sintió debil e idiota por haber confiado de nuevo y haber salido perjudicada única y exclusivamente por su propia culpa.—No llores—suelta de mala manera apartando la mirada.—Cuando una ha sido traicionada después de haber confiado de nuevo, no puede evitar dejar ir lagrimas. —No te he pedido que me expliques tu vida—clama él d
—Bianca, come algo.—Déjame en paz, mi corazón se nutre con vuestra miseria. —No digas eso. —¿Es mentira?—torció la sonrisa amarga que se había formado.—Bianca…Volvió a llamarla, ella lo miró a los ojos de manera asesina.—Déjame en paz.Esta vez su voz sonó rota, como si estuviera haciendo un titánico esfuerzo por no llorar y derrumbarse frente a un hombre que realmente poco le importaban sus sentimientos. Así lo había dejado claro siempre, des del primer momento en que la vida quiso unir sus caminos. Él era una de las razones por las que ya nada importaba, ahora su vida consistía en expandir en el tiempo su dolor, su malestar. Nada ni nadie podría cambiar su realidad. Estaba jodidamente rota. Rota como si aquel espejo en el que decidió mirar su reflejo alegre al saber la noticia
Cuando el corazón no puede más con la mente se somete a la voluntad del cuerpo esa es la única manera de lidiar cuando todo parece complicarse, cuando lo único que desea el alma es ser arrojada en cualquier parte siempre y cuando sea con la persona que se ama.Adriano sentía que su mundo era una bomba de relojería a punto de estallar, su pecho iba a mil, sus nudillos estaban apretados y su mirada asesina clavada en el hombre que tenía en frente. Era gordo, rechoncho, probablemente se había pasado media vida entre barriles de cervezas, y no muy agradable a la vista pero parecía estar fuera de si.—Tu hermano no podrá encontrarla, Adriano—se atrevió a repetir.Las palabras suenan una y otra vez en la cabeza del mafioso.—Eres un cobarde. Te marchas y dejas que tu hermano cargue con todo, no eres digno de se…—esta vez Adriano no lo dej&
—No me hables.—No quiero hacerlo.—¿Cómo?—Lo que oyes. Este es el castigo que recibo por haberme fiado de ti, joder. Tu deberías haber vigilado mejor la situación. Esto es culpa de nadie excepto la tuya…—clava sus ojos en el rubio con asco.Este asiente resignado, no puede evitar sentir una punzada de culpabilidad. Una más para la colección que le había estado torturando.Sabía perfectamente que había fallado por segunda vez.Había fallado a una mujer inocente.La había engañado.La había llevado a un mundo el cual ella no pertenecía.Un mundo cruel, malvado, incapaz de poder lidiar con alguien como Meredith. Un mundo que parecía hecho precisamente para comerse a las personas que osaban ser como Meredith.Se llevó una mano a la cabeza de mala manera.Tomó aire con fue