39. Pago

Dos sombras, la primera es de un hombre alto y segura de sus pasos, la otra es de alguien bajito e indeciso, mira siempre hacia el primer hombre como si fuera su referente. Tienen los rostros cubiertos con dos Palestinas, el primero de ellos guarda un arsenal de armas en el abrigo.

Ambos caminan con pasos igual de apresurados hasta llegar finalmente a la entrada del antro, en su trayectoria un cliente totalmente embriagado por el alcohol, salta a los brazos del primer hombre que rápidamente lo mira con sorpresa.

—¡Pague, no se puede tocar a las chicas sin pagar!—gritó una voz persiguiéndolo con rabia.

—Era una zorr—el hombre ni siquiera lo deja terminar, le da un cabezazo y lo tira como si fuera un deshecho sin prestarle más importancia continua con su trayecto mientras la música, los gritos de los clientes, de las chicas llorando, y de sus proxenetas vendiéndolas va torturando sus tímpano
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