Por Gonzalo

Le pedí su número de celular, lo hice sin pensar o pensando que la podía reclamar, alguna madrugada, en mi habitación.

Siempre tuve una vida sexual bastante activa, pero nunca pensaba constantemente en una mujer determinada.

Aby no llamaba mi atención a propósito, sin embargo causa un profundo efecto en mí.

Mis sentidos los tiene en la palma de su mano.

Ella somete mi cuerpo a su belleza, a su inocencia, a su pasión, que es pura intuición.

Me desespero por ella y quiero navegar nuevamente por su cuerpo.

La dejo ir a su cuarto, porque no quiero traerle problemas con su madre, ni que las acusaciones de Ruth, manchen su nombre, aunque sí, la convertí en mi amante.

Estábamos saliendo los dos de mi estudio, cuando llegó mi padre.

Es tardísimo y él, perro viejo, se dio cuenta que la seduje y que por supuesto, Aby, ya cayó en mis brazos, la saluda, como si fuera mucho más temprano y sin hacer ningún comentario.

No le dije que había caído hace unas cuantas semanas en mis brazos.

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