Parecían conocerse desde hace muchos años atrás, no parecía una familia diferente. Diana sonrió mientras el bebé se dormía, tomando el pecho. Agustín suspiró, pensando en que Briana sería una hermosa madre para sus hijos, pero movió la cabeza de un lado al otro, pensando que ya tenía demasiado con un niño pequeño y un exmarido. Suspiró, pensando si alguna vez tendría la posibilidad de estar con ella.
Con el paso del tiempo, Agustín se había encontrado con mujeres interesadas que solo lo veían como un médico. Briana, en cambio, era una mujer sencilla que no lo veía de esa manera. Se sintió confuso y más enamorado que nunca.“Gracias por este día", comentó Agustín una vez que terminaron de comer y él lavó los platos.“Gracias por ayudarme a lavar los platos", respondió Briana divertida.“Fue un placer lavar los platos para ti", comentó Agustín haciendo una inclinación como si fuera un caballero. BrBriana quiso ir por él, pero Agustín lo impidió. “Quédate con Emma", comentó Briana y se acercó para calmar al bebé. Siendo pediatra, sabía exactamente cómo tranquilizar a los niños. Pronto, Luis se quedó dormido y Briana suspiró de alivio. Se sentó en el sofá, sosteniendo a Emma entre sus brazos. “¿Quieren que vayamos todos al cine?", preguntó Agustín. “No creo que sea buena idea ir al cine con un bebé tan pequeño", comentó Briana. “Da igual, si nos echan", comentó Agustín divertido. “No lo sé", dijo Briana divertida. “Vamos", insistió Agustín. “Está bien", comentó Briana, poniéndose de pie. “Me da vergüenza, pero te compré algo", comentó Agustín y se acercó a su mochila que había dejado en la entrada. “¿Qué cosa?", preguntó Briana sin entender. Agustín sacó un pequeño paquete de regalo y lo extendió hacia ella. “Ábrelo", dijo Agustín. “Ábrelo", le pidió Agustín.
“Gracias, Briana, esto parece exquisito", dijo Agustín. “Lo sé, yo soy una experta en preparar café", comentó Briana divertida, y él se rió. “Espero que les haya gustado mi desayuno no muy saludable", comentó Agustín, y Briana se rió. “Fue exquisito, me encantó", dijo Briana. "A la tarde, cuando llegue de casa de Melisa, puedo preparar unas tortas fritas con grasa. ¿Quieres?", preguntó ella. “Me encantan las “totafitas” ", comentó Emma con alegría. “Cariño, torta", corrigió Briana. “Me encantan", murmuró Emma dando aplausos y saliendo de la silla. “Tienes que lavarte los dientes y limpiarte las manos", comentó Briana mientras Emma se dirigía hacia el salón. “Sí, mamá", respondió Emma. “¿Quieres que los lleve al jardín maternal y al jardín?", preguntó Agustín. “Claro, en realidad había dudado mucho en llevar a Luis, ya que es pequeño, pero después…” “Necesitas un tiempo para
"Ya sé, pero Briana, tampoco teníamos que generar un malentendido así", dijo Agustín. “Supongo que tienes razón, pero de igual forma… ¿no sería lindo que fuéramos novios?", preguntó Briana, y Agustín sonrió. “Lo sería, pero creo que nos estamos adelantando. Apenas estamos saliendo desde hace poquitos días, y creo que..." “Tienes razón, soy una tonta ¿Puedes marcharte?, quiero estar sola", interrumpió Briana. Se sentía muy avergonzada por lo que había hecho, como si fuera una adolescente. Lo peor de todo era que había involucrado a Agustín sin querer. Agustín levantó una ceja confundido por su reacción y dijo: "Briana, ¿por qué quieres que me marche?" “Por favor, lo lamento ¿Puedes… irte?", respondió Briana, sintiéndose triste y avergonzada. Había hecho una tontería y había afectado su relación con Agustín sin querer. Agustín salió por la puerta, mientras Briana sintió ganas de llorar. Era la primera vez que tenían un desen
"¿Dónde tienes el botiquín?", preguntó Eduardo curioso. "Está… ahí abajo, en… el segundo… cajón", murmuró Briana con la voz quebrada. "Aquí lo tengo, quitaré un poco la sangre", dijo Eduardo mientras limpiaba la herida con un algodón y gasa. "Gracias", comentó Briana un poco aterrada, ya que no le gustaba la sangre. "Te untaré alcohol, quizás te arda un poquito", advirtió Eduardo. Destapó la botella y aplicó un poco de alcohol. Briana se mordió los labios y luego dijo: "Ahora te pondré esta curita y estarás como nuevo." Eduardo interrumpió a Briana: "Gracias", repitió mientras ella se alejaba de él. "De nada. Aún puedo hacer algo útil con mi sola mano", dijo Eduardo divertido. "Estás de buen humor", comentó Briana, sorprendida. "Puede ser", respondió Eduardo con una sonrisa, pero Briana no sabía lo que estaba a punto de hacer. Al día siguiente, después de haber tenido un extraño encuentro familiar que no resultó tan malo, Briana se sintió un poco más aliviada. Pensaba que las
—Y lo haremos juntos — murmuró Briana, sonriendo. En ese instante, Agustín se sintió menos triste y un poco más esperanzado. Sin embargo, todavía sentía un trago amargo, un vacío en su corazón como nunca antes. —Quédate aquí conmigo. Si quieres, puedes estar en una de las habitaciones y no pagar alquiler — susurró Briana. —Briana, no quiero incomodarte. —No me incomodas en absoluto — comentó Briana. —Es que... sé que tienes miedo de dejar de pagar el alquiler y que pase algo que nos separe, pero no, no te dejaría solo aunque nos peleemos. Cuentas conmigo, como un amigo — dijo Briana. —Briana, es un salto muy importante para mí. Si dejo ese departamento, me quedaré en la calle, porque para renovar el contrato tengo que pagar tres meses juntos. —Lo sé, pero confía en mí — murmuró Briana. —Briana — susurró Agustín. —Si quieres, te puedo pagar los tres meses por las dudas. Te daré dinero. Y... —No necesito dinero, Briana. —Es solo para que estés seguro. Si llega a pasar algo y t
Brianna Pov. Me encuentro sentada frente a Agustín, quien sostiene una taza de café sin haberla tocado aún. Veo que está perdido y trato de encontrar formas de distraerlo. Ha pasado una semana, una semana larga y extraña, donde no solo perdió su trabajo, sino también su alegría. De vez en cuando sonríe, pero sé que es difícil para él. "Vamos a dar un paseo", propuse con alegría, pero él me miró y murmuró: "Claro, Briana, tienes que quitarme esta tristeza, pero aún es difícil para mí". "Lo sé, pero me duele verte así", confesé. Él tomó mi mano y sonrió, aunque esa sonrisa no llegaba a sus ojos, el brillo que siempre lo acompañaba había desaparecido. "Estaré aquí para ti", murmuré. "Solo quiero decirte que me hace feliz tenerte en mi vida", murmuró él, y no pude evitar sonreír. "Me siento más que agradecida de que estés en la mía", comenté, y Agustín suspiró. Aún estábamos esperando que el ab
El lugar estaba lleno de padres corriendo, algunos llevando a sus hijos en brazos, otros tomándolos de la mano. Emma caminaba dando saltitos, tomada de la mano de Agustín. "Bien, nos pintamos y también bailamos una canción", dijo Emma. "Qué bueno, mi amor", comenté mirando hacia el frente. "¿Me cantarás la canción?", preguntó Agustín. "Claro, papá", respondió Emma, y yo me quedé sin palabras. "Cariño", murmuré. "No pasa nada", comentó Agustín con una sonrisa. "Papito, la canción habla de un pollito que era de color rojo y le gustaba volar. Entonces, le abrimos la jaula y era libre y hacía pío, pío, pío, pío, pío, pío", comenzó a cantar Emma, y yo me reí divertida. Emma comenzaba a hacer caras y gestos, mientras Agustín se derretía por aquella niña, y yo lo sabía. Me sentía bien, aunque un poco preocupada de que Emma considerara a Agustín como su padre. Ella tenía un papá, para bien o para mal. Un coche
En ese momento, Emma me miró enojada mientras yo me reía divertida, tomando a Luis entre mis brazos y llevándolo a bañar. Una hora después, ya estábamos en casa de mi amiga. Melisa comentó que por fin habíamos llegado. Yo respondí divertida diciendo que éramos cuatro y que teníamos que bañarnos. Melisa bromeó diciendo que hacía dos días que no me veía, señalándome con el dedo. Le recordé que nos veíamos todos los días, pero ella mencionó que hacía un día que "raptó" a su mejor amiga, señalando a Agustín. Nos reímos divertidos y bromeamos sobre las relaciones entre hombres y mujeres. Melisa anunció que esperaba que les gustara la comida y mencioné que hacía mucho tiempo que no preparaba pastel de papas, pero que tenía muchas ganas de comerlo. Melisa bromeó diciendo que lo había preparado porque yo tenía antojo. Me acerqué a la cocina, busqué los platos y los cubiertos, mientras observaba de reojo que Melisa terminaba de preparar la comida. Antes de llegar, habíamo